¿Nueva forma de racismo? La educación en San Pedro
Por Lic. Gustavo A. Liloff, Consejero Escolar
Dice Dubet (2012): “Existen en la actualidad dos grandes concepciones de justicia social: la igualdad de posiciones o lugares y la igualdad de oportunidades. En ambos casos se trata de reducir algunas inequidades, para volverlas sino justas, al menos aceptables”.
Pero eran otras las épocas donde primaba la igualdad de posiciones; hoy se encuentra una especie de panacea sobre la “igualdad de oportunidades”. Dicho de esta manera pareciera una cuestión de moda, o de orden externo que escapa a la voluntad popular, no obstante, debemos analizar el contexto y de allí veremos que las oportunidades se imponen cuando las posiciones se vuelven más escasas, es decir, “cuando la vida social comienza a parecerse al juego de la silla” (Ibid), centrando las discusiones sobre la maneras de ocuparlas en lugar del número de sillas disponibles.
Así, el reflejo de la realidad expresado en la inhabilitación de las Escuelas o el sólo hecho de ir a clase “mirando el pronóstico del tiempo” nos lleva a repensar la situación y centrar el debate en el quiebre de uno de los derechos básicos de nuestra sociedad “el derecho a la educación”, o tal vez, en forma cruenta estemos naturalizando que según a la escuela que concurre cada uno de nuestros estudiantes es o no el derecho que le asiste. En otras palabras, el solo “mérito” de pertenecer a una determinada comunidad concibe como justa una determinada realidad.
Baudelot y Leclerc (2005) han demostrado “que el alto nivel de instrucción escolar incrementa el civismo de los individuos, su liberalismo cultural y su confianza en la democracia”, por consiguiente solamente pienso en una inquietud: ¿qué se pretende con lo que nos está sucediendo?
Por otra parte, se tiende a atribuir el fracaso a las condiciones propias de los estudiantes (cognitivas, afectivas) o a un déficit cultural propio de su entorno social, o en otros casos a las competencias de los docentes, pero nada se habla de las condiciones del entorno físico, es decir, de las aulas, los patios, las bibliotecas, los comedores, etc. como si aprender en los ambientes paupérrimos pretende asumir el mismo costo simbólico que en condiciones físicas adecuadas. Se da por aceptado que si la comunidad es estructuralmente deficiente, entonces las condiciones de aprendizaje también deban serlo. Y esto se transforma “en la verdadera representación social dominante”, fijando hilos conductores sociales para caracterizar los distintos ámbitos, asumiendo una única e inexorable salida: “acostumbrarse”.
Por lo que me pregunto: ¿Estaremos ante una nueva forma de racismo? En otras palabras, la necesidad de justificar lo injustificable se constituye en la función invariable del racismo (Bourdieu, 2011).