Noches de narices frías
Después de 44 años, Raúl Uviedo, podrá quedarse despierto hasta la madrugada por elección propia. La voz del programa de prevención de heladas que acompañó a los productores durante tantos años se jubiló. El “hombre del clima sampedrino”, dejó su segunda casa.
A los 21 años tuvo que decidirse entre un seguro puesto en el Banco o le hacía caso a su vecino que le sugería ingresar al Instituto Nacional de Teconología Agropecuaria. Raúl Uviedo, vivía sobre la calle Bottaro al 700, al lado de un Administrador del INTA de apellido Moreira, que le propuso trabajar en el vivero de la experimental junto a un Ingeniero.
Durante tres años, Uviedo recuerda a este hombre como la persona que le enseñó lo que luego sería su trabajo, por sus siguientes 40 años. Pero no sólo aprendió a recolectar datos, tal como lo había aprendido, sino que entendió la importancia que tendría la investigación de los parámetros climáticos, para innovar e introducir nuevas variedades de cultivo en toda la región.
Aquel Ingeniero a quien Uviedo recuerda con admiración, le enseñó que a veces la tecnología es insuficiente y que en relieves como los de estas tierras también es importante recorrer los campos, visitar a los productores y conectarse con ellos, para saber y entender cuáles son los problemas y las necesidades que tienen aquellos que a partir de sus valiosos datos tienen el trabajo de sacar la mejor producción del suelo sampedrino.
Llegó el día en que su “maestro” fue trasladado a Tucumán y con ese cambio llegaría también la puesta en marcha del Programa de Agrometeorología y su nombramiento como responsable del mismo.
Para cumplir con las nuevas expectativas, había que equiparse y capacitarse. Fue por ello que la Dirección de la Estación Experimental lo envió al INTA Castelar durante el ciclo 1965 para observar el manejo de las instalaciones que allí se emplazaban. Diez años después, el organismo decidió su traslado a Buenos Aires, para estudiar durante cuatro largos años la Tecnicatura en Agrometeorología, en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
“Fueron años de mucho sacrificio, pero valió la pena”, dice Uviedo, acotando que su esposa fue quien lo acompañó mientras desarrollaba su carrera hasta obtener su título.
Anécdotas de la noche
Uviedo tiene muchos recuerdos de noches frías, algunos buenos y otros que no lo son tanto. Desde hace varios años, aquella solitaria tarea de confeccionar los registros diarios de temperaturas, se transformó en masiva. Las heladas que como en 1967, terminaban con producciones enteras, podían comenzar a prevenirse, si alguien quedaba atento durante las noches y utilizaba los medios de comunicación locales para avisar en qué preciso momento había que comenzar a utilizar los sistemas de defensa, para optimizar los costos que permitiesen a quienes ya soñaban con la exportación y debían cumplir con las exigencias del mercado, proteger sus frutos.
Las radios, comenzaron a ser pequeños puentes entre productores y estación meteorológica. Un detalle interesante: los productores no sólo escuchaban el informe que a cada hora Raúl transmitía por las radios locales, sino que en el transcurso del tiempo entre informe e informe, lo llamaban por teléfono para pedirle un pronóstico personal de acuerdo a su experiencia.
Uviedo, atesora muchas historias. “A lo largo de mi carrera tuve dos noches terribles, la última fue hace un par de años, no podría olvidarme nunca, hacía frío, pero todo indicaba que iba a llover, para no quedarme con los datos recolectados y con la experiencia de los años, decido llamar al Servicio Meteorológico Nacional. La persona de turno que me atiende me dice que en Buenos Aires diluviaba y que el frente se venía para acá, sin dudarlo me quedé tranquilo en mi casa. Estaba muy cómodo en un sillón mirando un partido de fútbol cuando me empezaron a llamar los productores que estaba cayendo una helada terrible, me quería morir, la angustia que me dio fue tremenda. Salí a pedir disculpas por la radio, no sabía que decir… Por suerte todos los productores me entendieron e inclusive, muchos de los viejos, me confesaban que ellos también se habían ido a dormir.“ la expresión de sus ojos delata la angustia que sintió, mientras lo relata.
Ahora sí, entre las buenas y sonriendo cuenta la historia de un matrimonio donde la señora de la casa, para que su marido no perdiera la noche de descanso en la espera, se encargaba de seguir los informes. Pero… había un detalle, la trasnochera mujer no seguía el informe por radio ya que donde vivía no había suficiente señal. Por eso se tomaba el trabajo de llamar por teléfono a Raúl para preguntarle como estaba la situación, “era infaltable, cada noche la voz de esta mujer diciéndome hola amigo, como va la cosa? “. Aparentemente esta señora prefería llamar a Uviedo porque le parecían más acertados sus datos que los del termómetro que ellos tenían en el campo.
No sólo cítricos y durazneros han formado parte de esas noches de vigilia. En la década del noventa llegaron los dueños de los campos de arándanos, en su mayoría procedentes de Buenos Aires y con poca experiencia en los avatares del clima. Si bien tenían sus encargados, preferían certificar los datos con “el especialista”. Uviedo cuenta además que, “todas las noches de alerta recibía llamados de todo el país, porque hay un productor que es piloto de aviones, entonces me decía estoy en Tucumán, decime como va la cosa, estoy en Río Grande, contame como anda todo.” También hizo de amigos a través del teléfono, sin conocerlos personalmente, Raúl cuenta ”durante dos años hablé con un productor que me llamaba de Buenos Aires para consultar mi opinión sobre las posibilidades, y charlábamos mucho en la espera, así llegamos a tener tanto trato que el que nos escuchaba diría que éramos amigos de toda una vida, pero jamás nos habíamos visto la cara. Una vez en una reunión en el Club Náutico, un primo mío que nos conocía a los dos nos presentó, fue muy gracioso porque estábamos muy cerca el uno del otro y no sabíamos quienes éramos”.
Con cuarenta y cuatro años de historia en la entidad, podría escribir un libro de relatos e historias, pero nunca llevar al lector la sensación de tantos días y tantas noches, anotando prolijamente el registro exacto que hoy permite a la ciudad con estadísticas más que relevantes en materia climática.
La vida sin el INTA
Cuando Raúl Uviedo habla de su trabajo se nota la pasión en su rostro. En su relato muchas veces deja escapar un “nosotros” cuando habla del INTA y es natural, porque es uno de los tantos hombres que formaron parte de la gloriosa historia de “la experimental en San Pedro”, del grupo “de los de siempre”, de los que hoy sólo quedan Amma y Terré.
“Sé que mi tiempo había llegado y tenía que dejar lugar a nuevas generaciones, no me angustia irme porque además sigo en contacto permanente, y el nuevo encargado siempre me consulta porque es natural que todavía le cueste entrar en ritmo. Toma el lugar de una persona que estuvo toda una vida, pero considero que Zalack está muy bien preparado” afirma Uviedo, justificando sus primeros días de jubilación.
”Soy un agradecido al INTA por permitirme hacer un trabajo con tanto gusto. Siempre disfruté de lo que hacía, además siempre trabajé bien, pasé por unas cinco direcciones y siempre pude trabajar con tranquilidad”, dice el hasta hace unos días responsable de la Estación Agrometeorológica y señala que aunque muchos de sus colegas expresen quejas por falta de presupuesto en otras estaciones del país, “siempre me compraron todo lo que necesité y se mantuvo en condiciones la estación, funcionando con todo los instrumentales como corresponde, por eso logramos el Registro Histórico que tenemos. Es un orgullo para mí porque nuestra estación es de las que más datos tiene en la región, es la única tan completa”.
Raúl ha sido un hombre muy activo siempre y ahora no deja de serlo, cuando lo consultamos por sus nuevas actividades cuenta ”ahora me dedico a las palomas, lo hice toda mi vida… y a los canarios. Me presenté con el Roller Club en el Campeonato Argentino y nos llevamos el 5º puesto, eso es para mi una gran satisfacción.” Con respecto a su familia y a sus amigos cuenta “sigo con mis actividades sociales de siempre, porque yo nunca fui de encerrarme en mi casa, a la que veo, menos ahora es a mi señora, en mi caso paso al revés que a muchos otros hombres que se jubilan, como con mi esposa trabajábamos juntos en INTA, ahora la veo menos, porque ella se va y yo me quedo.”
El último informe
El servicio Metereológico del INTA lleva emitidos más de 2.000 informes, pero el último con la firma de Uviedo tuvo un párrafo especial. Raúl adjuntó unas palabras de agradecimiento a todos los productores, por la satisfacción de trabajar juntos durante todos estos años y por el apoyo recibido. Uviedo comentó al respecto “nunca me imaginé que mis palabras tuvieran tanta repercusión, recibí una cantidad de mensajes de agradecimiento, felicitaciones, saludos, y una demostración de afecto, que nunca hubiera imaginado, me dí cuenta de la cantidad de amigos que logré con mi trabajo, que mi labor sirvió para algo. No tengo monte pero me angustiaba y sufría junto con los productores cada noche, había gente que me decía Raúl tengo una sola bala y no le puedo errar. Saber que le pude dar una mano a esa gente, que además del disfrute que siempre me dió mi trabajo, pude ayudar, es la mejor jubilación que puedo tener”.