Ni chicha, ni limonada: Diputado Nacional Express
Tras nueve años de gobierno, Barbieri se va de la Municipalidad embarcado en la lista del Acuerdo Cívico y Social representando a Cobos. Muchos años de gobierno, entre De la Rúa y Kirchner, apoyando a todos, ameritan una reflexión sobre este hombre que, a fuerza de dejar hacer y dejar pasar, sobrevivió al que se vayan todos, no logró consolidar sucesores y a pesar de eso sigue traccionando votos como muy pocos dirigentes lo hacen.
Pablo Guacone debería estar por estas horas meditando seriamente sobre su futuro político. En menos de veinticuatro horas tuvo que aceptar la jefatura comunal porque el Intendente Barbieri fue convocado de urgencia y como única solución para zanjar las diferencias entre Cobos y el dúo Stolbizer-Carrió, que se negaba a llevar a Héctor “Cachi” Gutierrez —el Intendente KC, kirchnerista-cobista, de Pergamino— como Diputado Nacional.
En medio de febriles negociaciones, Barbieri compartió con menos de cuatro personas la información que manejaba desde hace meses, cuando la tapa de este medio planteó un escenario de esta naturaleza.
Seria vil analizar su situación desde una perspectiva demagógica sosteniendo que debe cumplir con su mandato, ya que ha quedado largamente probado que el pueblo de San Pedro elige a Barbieri esté donde esté.
En la UCR como Concejal impuesto, apoyado y llevado en andas por Germán López; como Intendente en la Alianza con De La Rúa y Meijide; con Kristina, Cobos y vos en la concertación “transversal”; con los Alicistas o simplemente solo. Barbieri gana siempre, con o sin tropa propia.
Su hamaca política pende de una rama con forma de NI, como “en las tiendas de París no se puede decir ni si, ni no; ni blanco, ni negro; ni bueno, ni malo”. Nadie puede definir con claridad a qué obedece el fenómeno electoral de Barbieri, a punto tal que hasta el pasado Viernes, quien más, quien menos, pensaban todos que no importaban los nombres que llevara en su lista de Concejales, porque tenía el triunfo asegurado. Sólo las pujas internas entre sus negociadores empañaban el horizonte del mandatario comunal, que en los últimos años se transformó en un mero receptor de reclamos domésticos.
Siempre lejos de la iniciativa política o de las formas agresivas de reclamar lo que por derecho le corresponde a su pueblo, pagó por seguridad, pagó por educación, pagó por salud y todo con una mínima caja alimentada por los contribuyentes sampedrinos que veían en Hugo Salviolo esa salvadora alcancía que siempre guarda una última moneda para resolver un problema.
Queda claro que no llega al tercer lugar en Diputados por prepotencia ideológica, sino por persistencia y decantación. Barbieri presenta un catálogo de triunfos en su pueblo inversamente proporcional al de cualquier dirigente político de la Provincia. En cada contienda sus porcentuales aumentaron y la oposición se fue diluyendo hasta comenzar a integrar las listas oficialistas. Con Acción por San Pedro, concretó su mejor performance, alejado a los empujones de la UCR junto a tradicionales dirigentes del partido centenario. Lo que le proponían como castigo resultó una bendición.
Nunca echó directamente a un funcionario, apenas los dejó librados a su suerte o tras un prolongado “ninguneo” los llevó lentamente al silencioso ostracismo.
Pese a las bravuconadas y promesas de venganza, la mayor parte de los que se fueron no deslizan comentarios y los que lo hacen terminan sintiéndose descalificados por un Intendente que después de sus primeros dos años a los golpazos, acudió a alguna técnica de meditación para sobrellevar los vaivenes de la Argentina. Empezó con De La Rúa y termina con Kirchner. Sobrevivió a la hecatombe sin la Virgen Milagrosa, aunque rodeándose de pastores para acumular fe en su persona a cualquier precio, incluso dejando pasar graves episodios como los que envuelven en severas acusaciones a su viejo staff de obras públicas.
Ni la resistencia de Melgar, ni las usurpaciones, la inseguridad, la falta de planificación urbana, el basural, la pobreza, la marginación, la desocupación, la caída en la producción o las denuncias judiciales pudieron salpicarlo.
Tampoco su Gran Cuñado y mentor, Germán López, logró torcer los destinos del tandem que manejó la política sanitaria en el peor momento: Agüero y Francisca también hicieron las valijas con sus convicciones a cuestas.
En la última elección se presentó con una lista que no alcanzaba ni para una partida de canasta. Dejó al Concejo Deliberante librado al azar y la picardía de Abel González como único adalid de sus proyectos. Intentó sin suerte instalar como figura a Norma Atrip y la sepultó en menos de un minuto a la hora de cerrar las listas, a punto tal que ni siquiera asistió a la Conferencia de Prensa donde anunció su candidatura a Diputado Nacional.
Depositó en Facundo Vellón, Abel González y algún otro apellido rotativo, la confección de la lista que hoy lleva como cabeza a su principal rival de todos los tiempos: el Dr. Sergio Rosa.
Capeó las tormentas que arrastraron las casas de las barrancas, se puso al frente de los operativos de seguridad, fracasó en su intento de facilitar el ingreso de ARCOR al puerto de ultramar, evitó realizar denuncias sobre cuestiones gravísimas para cuidar su perfil y postergó sus gustos personales para los momentos privados que comparte con algunos amigos en el hipódromo.
Salió airoso del escándalo de Max Higgins, pese a haber sucedido días antes de las elecciones, y nunca dio explicaciones. Su relación con la prensa pasó por todos los estados sin elevar la voz ni enojarse.
La estrategia de Mario Sigue, fue precisamente esa: SEGUIR.
Y así siguió, ahora hasta una banca en el Congreso representando al Cobismo, espacio que no vacilará en dejar si los vientos soplan hacia otros lares.
“Es un Scioli”, dicen quienes admiran su capacidad para sortear obstáculos y quedar bien parado. “Es un Néstor”, confiesan los pocos que comparten sus estrategias de largo plazo y temen que un día deje de atenderles el teléfono.
El Sábado a la mañana, con el estilo de siempre, espetó a sus funcionarios su decisión. Algunos, como el futuro Intendente, se enteraron horas antes de la novedad. Otros miraron el piso resignados por la partida de quien hasta el momento logró cobijar los más disímiles intereses bajo un mismo techo. Algunos se refregaron las manos pensando que el 2011 será la meta inmediata, sin medir las consecuencias que la ausencia del líder producirá en la tropa herida por el desprecio de quienes armaron el esquema que competirá el 28 de Junio por preservar y aumentar la mayoría en el Concejo Deliberante.
La noticia cayó como una bomba. Algunos referentes de la oposición comenzaron a peinarse para la contienda en la que ahora ven un resquebrajamiento para filtrarse. En líneas generales, la ciudadanía lo lamenta, porque si hay algo que está dispuesta a soportar es un Intendente amable, aunque no produzca grandes transformaciones.
El mayor déficit que deja está en la sucesión. No logró en nueve años armar un equipo que genere ideas y mucho menos que las ejecute. Salvo en Salud, con el equipo mencionado y en el diseño urbano con el Arquitecto Chediak, no hay a la vista más que iluminación, pavimentos y anuncio tras anuncio para la realización de obras importantes como la depuradora o el tratamiento de la basura.
En el aspecto social, el sistema clientelar y asistencialista fue su mayor falencia al concentrar en un solo sector geográfico todos los planes de viviendas que estuvieron a su alcance. Sus consecuencias comienzan a ser tremendamente graves ahora, cuando parte hacia una responsabilidad mayor.
Barbieri es, sin dudas, un claro sobreviviente de la clase política que mezcla las viejas metodologías para ganar elecciones y los elegantes modos para transitar entre la contradictoria clase media de la ciudad. Tal vez, su experiencia como Comodoro del Club Náutico le haya servido como panorama de todo aquello que la gente quiere ser cuando se muestra fuera de su casa.
¿Será Barbieri el modelo que desea la sociedad? Es una pregunta que cualquier sociólogo se haría tras tres mandatos consecutivos de un estilo cuya particularidad es dejar hacer, dejar pasar. No confrontar, tolerar. Actuar en las sombras y ver agonizar a muchos amigos sin pestañear cuando ya no son útiles al plan de gobierno. Un plan que ni siquiera es plan.
Tal vez, quienes con espíritu crítico hayamos sido testigos de sus constantes promesas y mentiras, debamos preguntarnos por qué el pueblo es capaz de tolerarlo todo a cambio de una cuota de tranquilidad y sosiego.
Es más: ¿qué sucedería si llegado el 10 de Diciembre, Mario Barbieri decide quedarse en su cargo para preparar su salida por la puerta grande y ungir a su sucesor cuando parta hacia otro destino político más deseado y hoy por hoy inalcanzable?
Si sobrevivió a todo, por qué no habría de hacerlo ahora, cuando a regañadientes su propia gente le reprocha la deslealtad de haberlos dejado fuera de las elecciones y a la deriva.