MUCHAS MANOS EN UN PLATO… hacen un Patronato
Cuando se indaga sobre la operativa que sucedede tras el momento en el que un delincuente queda en libertad, las sorpresas son muchas. La entramada es un camino lleno de vericuetos donde hay muchos responsables e “irresponsabilidades”. El Patronato de Liberados, tiene la palabra…
El camino comienza cuando una persona que cometió algún tipo de delito recupera su libertad. Como parte del proceso, el Juez interviene tomando la decisión de devolverlo a la sociedad utilizando como herramienta una de las 29 instancias que existen. Las más comunes son: libertad condicional, libertad asistida, excarcelación y arresto domiciliario. Todas estas modalidades poseen diferentes normas que le son impuestas al liberado y las debe cumplir, bajo fuerza de ley. Así, llega el momento de enviar un expediente al Patronato de Liberados para que comience el tutelaje o control.
La Opinión llegó hasta la subdelegación del Patronato de Liberados de San Pedro, inaugurado en 2005 para investigar cuál es el mecanismo y por sobre todas las cosas, la función que este organismo cumple dentro del proceso. El coordinador de esa entidad, Marcelo Salvatierra, indicó que las funciones principales del Patronato de Liberados son: la supervisión de las normas impuestas judicialmente, la asistencia al tutelado y el tratamiento psiquiátrico, adictivo, clínico y psicológico. Más allá de la función de tutelaje que apunta a la reinserción del delincuente en la sociedad y fundamentalmente, evitar la reincidencia, el vacío legal se gesta en la primera de las funciones del Patronato, la supervisión de las normas impuestas judicialmente. Según el tipo de delito y el caso en particular, el Patronato realiza visitas diarias, semanales y mensuales.
Tan pronto los asistentes sociales que desempeñan sus tareas dentro de la subdelegación, notan el incumplimiento de las normas judiciales impuestas por el Juzgado, deben notificar a este último para darle curso de acción. Una vez que el informe llega a manos del Juez, la decisión debe ser tomada: o imparte la orden a la Policía para que esta actúe y detenga nuevamente al delincuente liberado o le contesta el informe al Patronato, citando al delincuente a audiencia para tratar de relevar cuál es la situación. El déficit del sistema se encuentra justo en esta parte. El Patronato sostiene que no tiene poder de policía para tomar decisiones sobre la libertad del delincuente, que a pesar del voto de confianza que le brinda la sociedad en su conjunto, decide reincidir.
La policía, por su parte, tampoco puede supervisar las condiciones en las que la libertad otorgada se está desarrollando y por último, el juzgado argumenta que la falta de velocidad se debe a la cantidad de expedientes sobre los cuales tienen que resolver.
Robando, espero la decisión que quieran
Todas estas excusas, cuya validez no es importante en esta nota, provocan un vacío que resulta ser de gran utilidad para los delincuentes sampedrinos que saben que aquellos que los supervisan no los pueden detener y que aquellos que pueden detenerlos no los supervisan. Así aprovechan el tiempo que transcurre entre que el Patronato descubre el incumplimiento, le da curso al Juzgado y finalmente éste notifica a la policía para que actúe.
A esta situación debemos sumarle algunos factores que aportan a este complejo entramado. El primero a tener en cuenta es que para la época de las fiestas, el número de liberaciones aumenta; el segundo, es que inmediatamente después, en el mes de Enero, comienza la feria judicial disminuyendo notablemente el número de juzgados de turno. Y, en tercer lugar, el período vacacional que disminuye la cantidad de personal disponible para el funcionamiento de los organismos de gobierno que se suma al notable crecimiento poblacional de la ciudad de San Pedro, debido a la oleada turística que se recibe para esta época.
Estos factores mencionados sólo logran hacer más notorias las fallas y carencias con las que cuenta el sistema, que no puede dar una respuesta operativa ya que sumar entidades y pasos administrativo-burocráticos al proceso, sólo logra agregar responsables, que deben hacerse cargo de tanta irresponsabilidad.
Como dice el refrán con el que comenzamos esta nota: “Muchas manos en un plato, hacen mucho garabato”.
Últimos días de la víctima
En las últimas semanas de Diciembre, más de medio centenar de detenidos fueron dejados en libertad, pese a poseer antecedentes, en algunos casos cuando eran menores (motivo por el cual para la Justicia no se computan). La cadena se repite año a año. Llegan, tienen contactos, delinquen y la Policía está impedida de saber los nombres de los liberados. Hay que reconocer además que si un agente policial, vigila a una persona dejada en libertad por el Juez, recibe de inmediato una denuncia por “persecución”. Es decir, el agente policial debe esperar a que cometa un nuevo delito para poder actuar, y tal vez al corroborar la identidad, concluya en que es la misma persona que hasta Diciembre estaba en la cárcel.
No es rara entonces la ola de delitos contra la propiedad y en muchos casos con violencia que se están registrando a diario en la ciudad. De día y de noche, ya suman decenas los asaltos de todo tipo que han provocado una nueva ola, que sólo podrá detenerse con el correr de los días, cuando vuelvan a ser apresados. Desde la perspectiva social, un sistema absurdo, desde la económica, un enorme gasto que podría invertirse en la verdadera reeducación de quienes seguirán en permanente conflicto con la Ley. Las víctimas ya son demasiadas y el hartazgo no admite explicaciones tan ridículas, como las que se pretenden dar con este tipo de institutos que podrán tener la mejor de las voluntades, pero obtienen el peor de los resultados. Muchos sueldos, para la nada.