Menores, droga y armas en el FONAVI II
Los vecinos de la zona denuncian continuamente a menores que aspiran pegamentos, toman alcohol y provocan disturbios. Hace unos meses, el clima había cambiado tras un operativo de saturación que tuvo lugar en el interior del FONAVI . El viernes, dos policías resultaron lesionados al detener a dos chicos, uno de los cuáles apuntó con un revólver a los agentes y gatilló varias veces, aunque afortunadamente nunca salieron los disparos. Las familias dicen que la policía los persigue y que el Juzgado de Menores no hace nada para ayudarlos.
Una larga carátula figura en las actuaciones policiales por los hechos acontecidos en el barrio FONAVI II el pasado viernes, cuando dos chicos menores de edad fueron detenidos tras algunas denuncias de vecinos que indicaban que estaban “aspirando pegamento y portando un arma de fuego”.
Atentado – Resistencia a la Autoridad – Lesiones Leves y Tenencia de Arma de Uso Civil, son los delitos que se le imputan a estos jóvenes que cuentan con otros antecedentes policiales a pesar de tener sólo 16 años.
Los reclamos de los vecinos son constantes, y llegaron en varias oportunidades a elevar petitorios a las autoridades municipales y policiales para pedir un control más estricto sobre estas “barritas” que se reúnen a tomar alcohol o compartir drogas en los pasillos del barrio. Los acusan de provocar disturbios y hasta de ser los responsables de robos.
Una respuesta concreta, fue el operativo de saturación que tuvo lugar hace algunos meses bajo las órdenes del Capitán José Pedersoli, con varios patrulleros que rodearon el barrio FONAVI I. Los habitantes reconocieron que después de este procedimiento habían recuperado parte de la tranquilidad perdida, pero no duró mucho.
Gatillo fácil
El viernes pasado, a las 4 de la tarde, la policía recibió un llamado de vecinos que denunciaban a jóvenes por los mismos disturbios de siempre. Estaban en Casella, entre Ituzaingó y Belgrano, y allí los encontró una patrulla. Los chicos reaccionaron emprendiendo la huida, y fueron perseguidos por los agentes. Uno de los jóvenes –conocido por su “frondoso prontuario policial” -, esgrimió entonces un revólver y apuntó contra uno de los policías que lo estaba siguiendo a unos escasos metros, gatillando en repetidas oportunidades aunque los disparos nunca se produjeron. Las autoridades explicaron que la aguja percutora que debe golpear el fulminante para que se produzca el disparo en este caso falló y por eso los proyectiles quedaron marcados pero intactos. El joven, al ver que falló en su intento, arrojó el arma y siguió huyendo (según la versión policial). El revólver secuestrado por los policías era de calibre 32 corto y cromado, y no presentaba numeración ni marca visible.
Mientras tanto, otro de los chicos que era perseguido se enfrentó con los agentes porque se resistía a ser detenido. En la pelea intervino además su hermana mayor, quien estaba en ese momento con su hijo de dos años en brazos, y trató de evitar que el joven fuera trasladado en una patrulla a la Comisaría. La madre de ambos, explicó después que a su hijo “lo tenían entre cinco policías”, que le pegaron y después lo inculparon de diferentes delitos a pesar de que el chico sería inocente. “Sé que mi hijo tiene muchos problemas pero lo quieren hacer cargo de todos los robos, de cosas que no hizo”; explicó la mujer a los medios.
También la madre del menor que fue acusado de gatillar en contra de un policía negó que su hijo posea un arma, y dijo que él había “jurado por sus hermanitos” que era mentira que esa tarde apuntó y trató de herir al agente.
“Le hemos revisado toda la habitación y nunca le encontramos nada, le han hecho allanamientos pero nunca le encontraron nada… Pero la policía me dijo que me lo iban a matar”, explicó la mujer.
En general, las familias reconocen que los jóvenes consumen drogas, y que “tienen problemas” con la policía pero insisten en que no obtienen respuestas desde el Juzgado de Menores a pesar de que en reiteradas oportunidades solicitaron asistencia.
La realidad de estos chicos es difícil. No van a la escuela, y sólo trabajan en forma ocasional. Sus madres los consideran “inmanejables” y demuestran su impotencia para controlarlos. “Hace cuatro años que sufro esto, pero el Juez de Menores lo único que hace es mandar a la policía para que lo detengan”, dicen.