La primera medida del gobierno de Perón, a fines de la década del 40, fue nacionalizar los ferrocarriles que eran ingleses. Durante años incluso se fueron extendiendo y creando nuevas estaciones (como era el caso de Orense) y los servicios eran baratos y llegaban a todo el país. Cuando Onganía dio el golpe de Estado y sacó la Ley de Aparcerías Rurales, que era la que había hecho crear nuevas estaciones, muchas se cerraron (caso Orense) y luego Menem les dio el golpe de gracia privatizándolos. Seguramente los nuevos dueños no dedican fondos a mantenimiento ni hacen inversiones, sino más bien sacan fuera del país todos los beneficios.
Lo mismo está ocurriendo con la producción de petróleo y gas que, aunque recuerdo muy bien todos los festejos en Loma de la Lata por las reservas de gas que se habían descubierto, después de la privatización sólo se dedicaron a sacar petróleo cruzando la cordillera y lo embarcaban en Chile rumbo a Texas para llenar sus propios pozos semi vacíos. Durante todos estos años no se ha hecho un seguimiento de estas empresas, sino que se les ha permitido agotar reservas, no invertir en nuevas exploraciones. Actualmente las reservas de YPF son menos de la mitad de lo que se calculaban.
Ni qué hablar de Monsanto, que ahora se unió con la Dow Chemical y están fumigando con el famoso Agente Naranja que se usó en Vietnam y que tantos daños en la salud producen, junto con el famoso glifosato, pero por más que gente de coraje y humanismo se encarga de denunciarlos, y que en Europa ambos productos están absolutamente prohibidos, en Argentina se siguen usando sin que ningún funcionario se atreva a prohibir su uso. Todo es cuestión de negocios, sobornos y, sobre todo, la falta de conciencia de los grandes terratenientes que prefieren obtener fuertes ganancias con su bendita soja transgénica, sin importarle los resultados que eso tienen para la población lindera y para los obreros que trabajan esos campos.
Bueno, ya me descargué.
María Luisa Escobar
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