Los puestos de la ruta que le toman el pulso al turismo de la zona
Los kioscos ubicados a los costados de la ruta de acceso a San Pedro son una de las paradas elegidas por los turistas que llegan a pasar un fin de semana. Los propietarios dicen que la tradicional “bolsita” de naranjas que se vende por 5 ó 7 pesos según el peso, es el producto estrella. Además de los dulces caseros y otras especialidades. Pero aseguran que antes se vendía más y que las mejores fechas son los feriados de Agosto y Octubre.
Los turistas que llegan a San Pedro desde la Capital Federal o el Gran Buenos Aires, tienen que indefectiblemente, recorrer un camino que además de estar rodeado de viveros y campos sembrados ofrece varias paradas especiales como los kioscos de productos regionales. A la entrada o a la salida, estos pintorescos puestos ubicados sobre las banquinas de la Ruta 1001 significan un atractivo que pocos turistas resisten.
Las pizarras negras con letras blancas les anuncian ofertas y especialidades y sobre la misma vera de la calzada, en sencillas mesas o góndolas improvisadas con materiales rústicos, se exponen frutas, dulces caseros, zapallos, hortalizas, nueces, miel plantas de parque y jardín, y un sinfín de otros productos que van desde quesos y salames, hasta macetas o adornos de yeso.
El desarrollo del turismo en los últimos años, significó por un lado, una mayor circulación de visitantes cada fin de semana pero también que el movimiento se mantenga durante todo el año. Sin embargo, este crecimiento no mejoró las ventas en los kioscos “ruteros”.
Dicen sus dueños que uno de los motivos es el escaso poder adquisitivo de los turistas que llegan a San Pedro. “Antes venían con más plata, pero ahora todos traen lo justo. Si antes se llevaban cuatro bolsas de naranjas, ahora se llevan una”, explican.
Aseguran que quienes más compran son los visitantes que llegan a pasar el día. “Los que vienen por el fin de semana, se gastan todo en alojamiento, salidas, etcétera y cuando se van pasan de largo. En cambio, el que viene por un día tiene más posibilidades y dinero para comprar”, explican.
La realidad de los kioscos difiere al mismo tiempo que cambia su oferta de productos, y son contados los que, por estar ubicados en un lugar estratégicamente favorable, obtienen un rédito económico constante. Es que la mayoría de las familias simplemente instalaron estos puestos frente a sus viviendas con el objetivo de sumar un ingreso más a la economía familiar. Por eso, en general son atendidos por las mujeres o los hijos, porque el hombre de la casa trabaja en el vivero o monte de frutas propio.
“Es una entradita más, y siempre ayuda”, dicen para definir esta labor comercial.
Algunos mencionan la competencia que significó La Campiña de Mónica y César en Río Tala, porque desde su apertura el turismo se trasladó hacia allí, sobre todo los contingentes que llegaban en colectivos. Pero a la vez, ese emprendimiento resultó favorable para toda la zona porque incrementó el atractivo para los visitantes. “Hay fines de semana que podríamos contar hasta cien personas que se bajan acá preguntando dónde queda La Campiña”, explican.
30 años al costado del camino
El kiosco de Ricardo Pattey es el más antiguo de la ruta 1001, según confirma en persona el propietario. Está ubicado a metros de la entrada a Papel Prensa, y abrió sus puertas hace más de 30 años.
Pero antes, era “otra cosa”.
“Para vivir, no te alcanza con esto. Es para matar el tiempo libre que uno lo mantiene abierto”, dice Pattey. Reconoce que otros kioscos que están ubicados en rotondas y que son “dos o tres”, son los más elegidos por los turistas y por eso quizá vivan una realidad diferente. Pero no siempre el panorama fue desalentador, y por eso el propietario recuerda años “maravillosos” como cuando estaba en construcción la planta de Papel Prensa. Entonces, tenía montado allí un verdadero comercio de Ramos Generales, donde se vendía de todo. Los clientes, eran foráneos pero no turistas, sino ingenieros, arquitectos y obreros que llegaron para trabajar en la planta.
De aquellas épocas, el local mantiene heladeras mostrador y estanterías que hoy albergan sólo algunos dulces caseros y bebidas para el cliente ocasional. “Tuvimos que eliminar un montón de artículos. Ahora, el 70% de lo que ofrecemos lo hacemos nosotros como los dulces, pero también compramos a otros colegas”, sintetizan.
María, propietaria de otro kiosco, plantea un panorama similar aunque en su caso está apostando al crecimiento. Por eso, al lado del kiosco que denominó Rocío por su hija, está instalando una parrilla.
Confirma que hace unos ocho años que se instaló en ese lugar con su familia, porque su marido trabaja en un vivero, pero hace sólo tres que abrió el comercio que es una especie de despensa al que sumó los productos que llevan su marca propia “Yoel”. Son variados artículos de conserva como aceitunas, mermeladas de frutas, dulce de leche, salsas de tomate, y ajíes, entre otros, que elabora ella con sus hijos.
“Antes venían hasta 60 personas por día, porque paraban por lo menos tres colectivos”, dice. “Este verano vendí, pero no como antes”.
La parrilla que está instalando le permitirá ofrecer un servicio a camioneros o viajantes que en ocasiones paran a adquirir bebidas u otros artículos. Pero primero deberá culminar la construcción según le indicaron los inspectores municipales.
En el kiosco Rocío, se pueden comprar también macetas y adornos para el parque de cerámica, artículos que María canjea con artesanos de Córdoba. “Yo le doy plantas de vivero y ellos me dan esto para tener algo más” cuenta.
El mejor lugar
Luján es dueña de un kiosco que está ubicado en un lugar privilegiado, como lo es la rotonda de Crucero Gral. Belgrano. Es el sitio ideal porque al girar por la ruta 1001, los autos disminuyen la velocidad y lo primero con lo que se encuentran es con este puesto que ofrece bolsas de red con naranjas, nueces, plantas para parque, dulces y hasta quesos y salames.
“Los quesos los traigo de Entre Ríos, pero los dulces los hacemos acá”, explica.
Las ventas mejores, según Luján, se registran durante la temporada de cítricos por lo que los feriados del 17 de Agosto y del 12 de Octubre son los mejores. Las famosas bolsitas de naranjas se cotizan, según su tamaño, entre $5 y $7 y son lo que más lleva el público aunque el resto de los productos caseros también tientan al turista.
Luján reconoce que el puesto es “una gran ayuda” para la economía de su hogar, pero nada más que eso porque el resto lo aporta su marido con el trabajo en el vivero. “Ahora es una temporada mala porque no hay fruta”, explica confirmando que hace seis años que viven y trabajan ahí.
A partir de este mes, comienzan a llegar los contingentes sobre todo de Capital Federal y de jubilados que vienen a pasar un día y que en general, son los mejores clientes.
Por supuesto, no faltan las anécdotas. Algunas son menos gratas como la necesidad de salir de urgencia hacia el Hospital porque uno de los turistas se había descompensado, pero otras provocan la risa. Como la ocasión en que una señora mayor solicitó pasar al baño, pero el contingente se olvidó de esperarla. “Por suerte, mi marido salió rápido con el auto y alcanzó al micro”, termina Luján.
Unas cincuenta familias tienen sus puestos en los alrededores de San Pedro y son tal vez los que más conocen a los turistas. Los que los reciben ilusionados y los que los oyen despidiéndose. Opiniones que también merecerían ser tenidas en cuenta.