Los cuadernos de San Pedro
En una semana de exagerados repasos a los espasmos y convulsiones económicas que soporta el país con pausas más o menos prolongadas, según quien gobierne, es inevitable responder a las comparaciones con más comparaciones.
Si la crisis es igual a la del 74, cuando el gobierno de Perón impuso veda para la compra de carne vacuna y precios controlados; a la del 89, con desabastecimiento y estampida de precios; a la de 2001, con default y corralito; o a esta que tanto regocijo produce cuando se pueden reprochar al vecino las consecuencias de haber elegido “el cambio”. Y, seguramente, si nos remontamos al 30, al 40 o al 50 habrá una gran variedad de responsabilidades para atribuir sin hacerse cargo de que mal o bien, a la mayoría de los gobiernos –cuando los militares dieron resuello– los hemos elegido nosotros o ellos; también depende del turno en el que el nosotros seamos nosotros y los ellos, ellos.
Aunque si esta pluma ha podido valerse de un puñado de editoriales –al cumplir sus 27 años de ediciones en papel: el 8 de abril de 1992 comenzó la circulación de La Opinión Semanario–, no debería ser tan complicado redactar una folklórica versión de cuadernos un poco menos prolijos y rigurosos que los del chofer del kirchnerismo, pero de unos pocos con los que cuenta la ciudad para zambullirse en sus sistemáticas desmemorias.
Todo ha ido en aumento, menos la indignación. Las páginas policiales, los fraudes electorales, las tapas con los sueldos de funcionarios y concejales, el cierre de fuentes de trabajo, la falta de educación, la pobreza, la indigencia, la violación de las leyes, la falta de ética, la impunidad. Por apenas un renglón con un calificativo escrito en estas mismas páginas llovieron amenazas de querellas, pedidos de rectificación o ratificación que curiosamente siempre venían de algún poderoso cuyas dudosas conductas y abultados bolsillos buscaban silenciar o amedrentar a decenas de periodistas que abrevaron en las buenas costumbres de buscar datos, chequearlos, investigarlos y darlos a conocer sin concesiones. Todo está escrito en 1409 ediciones, no hay escapatoria para tanto archivo.
Hoy, lo saben los lectores, todo es más riesgoso. El sistema de sostén de los pequeños medios locales o territoriales está naufragando. Somos pocos los privilegiados que contamos con suscriptores y pequeños anunciantes que garantizan nuestra independencia. No vamos a dilapidar ese gran capital que en términos periodísticos se llama credibilidad pero… cada vez se hace más difícil, porque aquí nadie viene a preguntar nunca cómo nos va o si precisamos algo más que una palmadita en el hombro que siempre llega acompañada de alguna sugerencia para que hablemos de otra cosa más banal o más alegre.
Claro que si sucede lo peor, si la gráfica no supera su agonía y desaparece, no habrá modo de borrar su contenido. El de esta semana, por ejemplo, que por su variedad ni nos permite explayarnos. No habría espacio que contenga tanto despropósito. Repasemos.
A más de una semana del robo en el edificio de la Fiscalía no hay conclusiones ni voceros. La fiscala está ofendida y ocupada con los errores que cometió en los desalojos de las usurpaciones y atribulada por los sinsabores que le depara su escaso apego por la eficiencia cuando tiene que cumplir su turno, que esta vez incluyó los brutales escraches a familias y domicilios particulares de empresarios que tuvieron vinculación con el puerto.
En el Palacio Municipal hubo acuerdo para la paritaria de los empleados y silencio sobre el impacto que tendrá ese porcentual en la dieta de los concejales holgazanes que, aun con mayoría de Cambiemos y promesas de austeridad, siguen cobrando el máximo permitido por ley.
Pese a la aguda crisis que atraviesa el sector comercial y productivo, no ha habido acciones para contener a los generadores de puestos de trabajo ni para evaluar o censar las consecuencias que en los próximos meses sufrirá la economía local. Tampoco se conocen programas ni políticas que se hayan diseñado para transitar el resto del año en materia de asistencia social.
De cara a las elecciones primarias y generales, el horizonte no ofrece novedades. Del lado del oficialismo lo más probable es que la fórmula sea Salazar – Salazar (Cecilio y Ramón, en ese orden) y de la oposición el único nombre que surge es el de Marcos Arana para liderar una lista compartida entre un sector del radicalismo y el kirchnerismo.
En el sector privado, la prudencia manda y el endeudamiento es importante a tal punto que hace unos días y al igual que en tiempos de “el corralito”, el Dr. Daniel Spirópulos advirtió que en su estudio jurídico de Capital se tramitan a diario concursos de acreedores ya no como una forma o camino a la quiebra, sino como una vía que se ajusta a derecho para poder refinanciar deudas y continuar actividades. “Al que se concursa le dan más plazo para pagar todas las deudas con la AFIP, los bancos, los acreedores y de esa manera la empresa puede seguir adelante”, dijo el letrado, ilustrando un panorama que este fin de semana fue tapa de La Nación cuando se conocieron las cifras de las presentaciones generadas por Pymes, comercios e industrias que no pueden ir en procura de financiación bancaria.
En cuanto a la recorrida que este medio hizo por los principales distribuidores de comestibles, se sabe que los hábitos de consumo se han restringido al mínimo, empezando por las bebidas gaseosas. Los lácteos se han transformado en un lujo y la yerba, por ejemplo, sufrió un incremento de más del 13 % desde el pasado lunes. El impacto de las tarifas de servicios de luz y gas ha sido el principal factor que señalan los comerciantes como gravosos para su tarea diaria.
Y así ha sido cada una de estas 1409 semanas. En esta, en la que especialmente el Indec ha revelado que el país tiene 12.960.000 pobres, en la que una vez más nos avergonzamos de este destino al que parecemos condenados si no se logra superar la trampa que propone la ecuación “política/pobreza” como parámetros intrínsecamente necesarios para la subsistencia en el poder. Otra semana en la que deberíamos interpelar a los responsables del gobierno local sobre el reflejo de ese porcentual en nuestra patria chica, porque tenemos derecho a saber si más de un 32 por ciento de nuestros vecinos viven en esas condiciones sobre tierras aptas para sembrar huertas o emplazar pequeñas granjas. Esa no es una cuestión que nos exceda, sino una solución posible. Sólo con el presupuesto del Concejo Deliberante alcanza para hacer productivas varias hectáreas que procuren alimentos y por sobre todo, costumbres que apeguen a las nuevas generaciones que ven en la usurpación un techo y en la Asignación Universal el trabajo. No será a golpe de cachiporras como aprenderán los niños a ver que hay una salida para sus cercenados derechos.
No hay tanto espacio, pero queda todo en el resumen de estos precarios “Cuadernos de San Pedro”, que esperemos sirvan para que la memoria haga justicia con los garantes de tantos fracasos y los cómplices de tamaña decadencia.