Los accidentes se llevan todo el presupuesto del Hospital
El caos en el tránsito y el creciente número de accidentes, no sólo provocan lesiones y se cobran vidas; si se los traduce a números, la salud pública paga más caro que la privada y restringe otros servicios para sostener un servicio que cada vez es más eficiente.
Las circunstancias siempre parecen inversamente proporcionales. Una tragedia en accidentes de tránsito, no solo deja traumas o ausencias que marcan el resto de muchas vidas, sino que traducidos a números, entorpecen el normal desarrollo de la Salud Pública.
En San Pedro, el Hospital siempre lleva la peor parte. Las emergencias que llegan a la guardia, no hacen diferencias entre ricos y pobres, por el contrario; son atendidas con mayor precisión que en los establecimientos privados pero por ellas solo se percibe poco dinero y en algunos casos, absolutamente nada.
Aunque resulte incordioso medir lo que sucede desde la frialdad del dinero, nadie puede hacerse el distraído con lo que sucede cada vez que se abre la puerta por la que ingresan los traumatizados por accidentes. En el preciso instante en que sale la ambulancia en su búsqueda, comienza la carrera desenfrenada para enfrentar con recursos de los sampedrinos el descontrol y la torpeza en rutas y calles.
Es cierto, lo más importante es preservar la vida de los accidentados, pero el sistema tiene un comportamiento injusto para el erario público y lejos de discutir o resolver la cuestión de fondo, no hay en las propuestas de los partidos políticos, nada que indique que lucharán por equiparar las posibilidades del Hospital Municipal, con el sector privado.
Los ejemplos abundan
Consultar a las autoridades del Hospital, no siempre es tarea fácil. Resulta antipático, poco “político” o directamente, imposible cuantificar cuánto le cuesta a la comunidad un simple accidente doméstico o una grave colisión con múltiples heridos en la ruta.
Juan, choca con Pedro a bordo de su ciclomotor. Ambos se lastiman y quienes presencian el hecho, promueven la actitud solidaria de llamar a los servicios de emergencia. Si Juan o Pedro, tienen ART, es probable que en pocos minutos vayan al sector privado. Si no la tienen, van derecho al Hospital y en el peor de los casos, si poseen el seguro correspondiente, pero han recibido lesiones de gravedad llegarán de todos modos al único servicio capacitado en emergentología que posee la ciudad: la Guardia del Hospital.
Para asistir a Pedro y a Juan, hay que disponer de un sistema de comunicaciones, que originará un primer y pequeño gasto que irá a parar a los bolsillos de las compañías telefónicas. Parece menor, pero no lo es, puesto que para atender el teléfono de emergencias deberá haber una persona que ha recibido instrucciones precisas para atender el reclamo. Esa persona, que rota en turnos con otras, cobrará puntualmente su sueldo a fin de mes.
Al lugar del accidente, llegará al menos un patrullero con efectivos que también pagará el pueblo y una ambulancia, que como se presupone ha sido adquirida con esfuerzo por la Municipalidad o la Cooperadora. Es decir, un vehículo con equipamiento suficiente, como para dar esa primera asistencia que se necesita para el traslado de un traumatizado. Por cuestiones legales y aunque el médico compruebe que no hay lesiones de importancia, igual se producirá el ingreso al nosocomio para permanecer “en observación”. Si no se procede de ese modo, siempre se estará corriendo el riesgo de un juicio contra el estado por haber procedido con negligencia en el cuidado de las personas.
Para ir a buscar a Juan y a Pedro, se dispondrá como mínimo de dos personas: el chofer de la ambulancia y un médico que en turnos y guardias rotativas también cobrará su sueldo. El vehículo, tendrá al menos, una vez por semana, un control para su correcto funcionamiento. Si es una unidad nueva su costo será menor, pero no evitará cambiar sus cubiertas, revisar sus frenos, la desinfección diaria, el equipamiento que se deteriora, etc.
Hasta aquí, el contribuyente puede estar agobiado, pero aún no advierte, cómo la suma de dinero crecerá a medida que se cumplan los pasos pertinentes para atender a los accidentados.
Cabe aquí acotar que, con seguridad, en las mismísimas puertas del Hospital y con total impunidad, estará aguardando algún “representante” de Estudio Jurídico, para ver si puede sacar “tajada” de la desgracia, aunque eso implique ir nuevamente contra el erario público, aduciendo “mala atención”, “demoras” y otros artilugios que parecen inconcebibles a la hora de evaluar conductas.
Juan y Pedro a la carga
Al descender de la ambulancia, Juan y Pedro, serán llevados por el camillero o la enfermera en silla de ruedas o cama rodante, si es que no pueden trasladarse por sus propios medios. Una vez recorrido el pasillo de la nueva guardia (ha sido ampliada porque no se da abasto a la atención de tantos politraumatizados). Allí, tengan o no, lesiones y por cumplimiento de la rutina establecida para los accidentados se le practicarán los exámenes previos. A los costos que insumen la luz, la limpieza, el mantenimiento y los elementos necesarios para practicar las primeras curaciones, se sumarán los profesionales y enfermeras que intervengan. Si Juan, no presenta lesiones visibles, será mantenido en observación, pasará por un control neurológico de rutina (en los casos de lesiones graves participa el neurólogo) y se lo derivará al sector de rayos para tomarle placas. Hasta allí, las sumas que se manejan, pueden ser tolerables, sobre todo si Juan posee una obra social y se ha accidentando en el horario que cumplen las facturistas.
Pedro, se ha golpeado fuertemente la cabeza y presenta una fractura expuesta en su pierna derecha, además de haber perdido dos piezas dentarias. Mientras lo higienizan, le colocan un suero para comenzar a hidratarlo, le sacan sangre y le realizan un electrocardiograma, por si hace falta someterlo a una cirugía, se llama al tomógrafo para proceder a realizarle una tomografía de cerebro y detectar hasta dónde llegan las lesiones. Mientras ese estudio se pone en marcha, en el quirófano empiezan los preparativos para una segura operación por la fractura. Asistentes, instrumentistas, enfermeras, cirujano y traumatólogo, evaluarán las placas que se han tomado en el sector de rayos. Desde el tomógrafo se informa que el paciente tiene una lesión cerebral, motivo por el cual, se decide su traslado a la Unidad de Terapia Intensiva (UTI), dónde recibirá la atención de urgencia hasta que se decida si se procede a su traslado a un centro de mayor complejidad para una cirugía de cráneo. Todo eso, implica, mayor participación de personal, instrumental específico, sábanas, gasas, calmantes y monitoreo constante.
En el caso de sólo se trate de la fractura en la pierna, se realizará la operación en el quirófano y luego será derivado a una de las camas del sector internación.
Allí, además de las tres comidas diarias, estarán las mucamas, las enfermeras, los familiares, la higiene de la habitación y el baño y, por supuesto, todos los insumos que hagan falta para las curaciones.
Llevar la cuenta de lo invertido hasta este punto, ya alarma. Traducirlo a números, es perverso, porque las obras sociales le pagan menos al hospital que a los privados por las mismas prácticas.
Un baño de realidad
Es muy cierto que el accidente puede ser como el de Juan y Pedro, pero pensemos en un accidente en la ruta, donde participan varios vehículos, entre ellos algún transporte de pasajeros o como sucedió alguna vez, en una intoxicación masiva a bordo de un micro que requiere de la atención simultánea de más de 30 pacientes…
La Guardia del Hospital, que dirige el Dr. José Herbas, cuenta con un plantel de profesionales que se entrenan diariamente en emergentología. El propio Herbas se ha especializado en el tema y conduce “como un regimiento” el grupo que debe tomar muchas veces decisiones cruciales ante situaciones de gravedad. En ese sector, no se escatiman recursos para la asistencia, sin embargo el aspecto dista mucho de ser el ideal para albergar cómodamente a todos los traumatizados. Desde el mobiliario, las aberturas y hasta las cortinas, son un muestrario del paso del tiempo y el desgaste. Sólo el material humano, logra suplir ese aspecto de despojo con el que se manejan los edificios públicos. Por supuesto, mientras todo sucede puertas adentro, en la sala de espera habrá gente impaciente reprochandole a los profesionales el tiempo de espera o llamando a los medios para criticar “las demoras” en el sector.
Parece una justificación, pero…esa es la realidad. Salvo algunas excepciones de gente que no se compromete con la tarea, el resto debe responder como un soldado a la hora de la emergencia y, ni hablar, si se trata de criaturas.
Cuánto puede llegar a costar un Juan o un Pedro
Pese a que las autoridades prefieren no hablar de números sino de estadísticas, La Opinión, pudo acceder a algunos números que son más que significativos.
Un paciente accidentado, puede costarle al Hospital un promedio de 6.000 pesos. Sí, leyó bien: SEIS MIL.
En esa cifra se contemplan por ejemplo, cuatro días de internación, sin contar intervenciones posteriores o complicaciones que puedan presentarse. Es decir que solo incluye las primeras curaciones, el diagnóstico y las primeras jornadas del paciente dentro del nosocomio.
Para ese diagnóstico se realizará una
Tomografía Computada (TAC) de Cráneo con un costo de $336,98. Por las dudas se ordenará también una Tomografía Computada de Tórax que cuesta $354,48.
Para la asistencia respiratoria del paciente, se utilizarán cuatro tubos de oxígeno, a un valor de $32 cada uno, sumando un total de $128, más. Tendremos en cuenta que hará falta un Tubo Endotraqueal de $10, el Drenaje Toráxico con un costo de $400, todo esto en un primer momento de atención que significa salvarle la vida al politraumatizado.
Luego se lo deriva, de inmediato, a Terapia Intensiva (UTI) dónde permanece unos cuatro días para cuidar su evolución, a un valor de $300 pesos diarios llevando la suma a $1.200; durante su estadía en el sector de UTI se deben agregar $36, aproximadamente, de antibióticos administrados, más unidades de sangre para transfusión que, por lo general, en estos casos es de una por día y son $800 más. Habitualmente, también se realiza una Ecografía Abdominal con un costo de $20, además de la Lamparoscopía Exploradora que llega a los $600. Obviamente, a todos estos insumos, debemos sumar el costo del personal médico que se ocupa de la tarea más compleja de esta situación. Un médico de guardia cobra por hora profesional $10 y en un caso como éste, dedica no menos de seis horas al paciente, lo que implica $60 más a la cuenta. Por otra parte, en la UTI, un profesional cobra por cada día $450, si el paciente permaneciera durante cuatro días en el sector suman $1.800, más.
No debemos olvidar el traslado, ya que el servicio de ambulancia para este paciente tiene un costo de $800.
Esta suma variará de acuerdo a la gravedad del accidentado que ingrese, pero el gasto mínimo en un caso de un politraumatizado, tiene un costo que ronda los $6000 pagados íntegramente por la Municipalidad, es decir, los contribuyentes a través de sus impuestos o sus colaboraciones a la Cooperadora.
“Tomarle el pelo” a la salud pública
Cuando de facturación se trata, la Salud Pública, se ve obligada a hacer el papel más triste. Aunque el paciente sea afiliado a una obra social, lamentablemente el Hospital debe cumplir la ley y para eso, existe un nomenclador que regula la facturación de los hospitales públicos a las obras sociales y que difiere bastante del sector privado. Por ejemplo en los costos descriptos, el único insumo que el Hospital obtiene a un valor más que accesible, es un antibiótico que debido al subsidio que el Ministerio de Salud otorga el mismo organismo, obtiene las drogas y provee directamente a los nosocomios bajando considerablemente los costos, nivelando el valor de facturación con las obras sociales. Pero, un ejemplo bien claro es la TAC, la cual sólo puede facturarse a un valor de $70 cuando el costo real del estudio supera los $300 si se la hace por cualquier otro medio.
Mirando estas diferencias, llega la hora de preguntarse por qué, se procede desde el propio estado de manera tan injusta. En nuestra ciudad, no existe una Tasa de Salud, para el sostén del nosocomio, motivo por el cual sólo se depende de lo que envía la Provincia, lo que recauda la Cooperadora y el costo de la totalidad del personal que está a cargo de la Municipalidad. Basta mirar los números del presupuesto para entender que gran parte del plantel de los hospitales y centros de salud, llevan el mayor porcentual en dinero.
Vale aclarar, que ninguno de estos agentes cobra los sueldos que por responsabilidad y tarea merecen, puesto que a pesar de que pertenecen al régimen de “carrera hospitalaria” están en desventaja frente a otros funcionarios, por ejemplo: un Concejal que en todo caso, se limita una vez al año a redactar un pedido de informes porque ve que faltan gasas en el sector de pediatría.
Nadie parece advertir que las recetas por medicamentos o las órdenes de práctica que se realizan en el Hospital, se escriben sobre remanentes de papeles ya utilizados para otras cosas y no en el papel de calidad que se utiliza para la redacción y sus respectivas 18 copias, que se utilizan en el Concejo Deliberante, muchas veces para proponer el cambio de nombre de una calle.
Ni hablar de los “vecinos de enfrente”, los que trabajan como “docentes de educación física” en el CEF que funciona en el Estadio Municipal, donde salvo honrosas excepciones, son varios los que cobran para estar de licencia, decir que “dan clases” en clubes de barrio o directamente hacer figurar cursos de 30 o 40 participantes que no existen. Siempre las comparaciones fueron odiosas, pero del mismo modo resultan necesarias cuando se ve, que el Hospital de todos, debe recurrir a la caridad para poder sostener la estructura más apta para la atención de la población. Este monumento a la medicina, sigue creciendo como puede, armando habitaciones en los huecos que quedan, sin planificación ni decisiones, que permitan por ejemplo que se facture durante las 24 horas del día o se atienda en horario vespertino para amortizar los costos de mantenimiento que tiene, pese a que los consultorios están desocupados, porque una gran parte de los médicos está atendiendo en el sector privado.
A todo esto hay que sumarle la acción destructiva de los pacientes que no dudan en arrancar canillas, rayar paredes, apagar cigarrillos en los patios, arrojar basura en cualquier parte y hasta robarse sábanas y almohadas.
Un panorama que no es nuevo, pero que ya ni siquiera forma parte de las promesas de campaña.
La Guardia
El servicio de urgencias de nuestra ciudad ha sido mejorado en sus instalaciones, lo que permite a sus médicos una atención más completa. De todos modos, las obras no han concluido y deberán esperar unos seis meses más hasta que el proyecto finalice. Lo cierto es que el lugar podrá funcionar de modo eficiente, en todos sus aspectos.
Qué sucederá
Si el índice de accidentes no baja, al porcentaje de personas que quedan con discapacidades de por vida o directamente fallecen a consecuencia de los mismos, el Hospital se transformará en un gigante que nadie podrá mantener. Pensar en una tasa de salud o en un seguro colectivo; rotar el personal administrativo para que facture durante las 24 horas tanto a las obras sociales, sobre todo de los que se accidentan en la ruta y no pagan un solo peso, como a las compañías de seguros que se hacen las distraídas cuando las derivaciones son al sector público, son algunas de las decisiones políticas que no pueden postergarse y para ello hace falta que se abandonen las actitudes MISERABLES que suelen esgrimirse para hacer política partidaria en vez, de POLITICA SANITARIA.Los Centros de Salud, han aliviado la cantidad de consultas por enfermedades, pero los traumatismos se han multiplicado por veinte, en los últimos 10 años.
Si el costo promedio de un politraumatizado es de $6.000, no hace falta mucha imaginación para multiplicar los accidentes que se ven en la calle y el dinero que costará que esa motito que circula como si fuese una ambulancia o ese vehículo que cruza en rojo atropellando a un ciclista, impactará en las cuentas de un presupuesto que en poco tiempo no alcanzará ni siquiera para el “paseito con mate” que se dan los inspectores en vehículos que han sido comprados para frenar la ola de accidentes de tránsito, absolutamente evitables. Las madres que pierden a sus hijos o los hijos que pierden a sus padres, saben que no hay costo en dinero que pueda devolverles ese último sacrificio que se realizó bajo el respirador de la terapia intensiva del Hospital. Las obras sociales, podrían hacer mucho más para que sus afiliados acudan al nosocomio sin correr los riesgos de la sobrefacturación en el sector privado, pero… tal vez no les interesa demasiado.
Cuando el ciudadano vaya a las urnas, deberá preguntarse muy bien, quién será capaz de revertir esta situación económica que se contrapone con la excelencia en el tratamiento que se recibe desde el sector público, pese a las quejas que suelen escucharse a diario. Un buen ejercicio, es darse una vuelta por los pasillos para entender que el Hospital, es hoy para los sampedrinos mucho más que un Paseo Público.
Una pequeña “ideita”
Si el Hospital de Autogestión puede facturarle directamente al PAMI sin tener que realizar todos esos trámites incordiosos y pagar el plus a los médicos de cabecera, por qué no puede ser el lugar de atención de los ancianos generando recursos y asegurándoles que tendrán todo lo que necesitan. Acaso ¿no puede el PAMI arbitrar los medios para asegurarle a sus afiliados que ya no tendrán que viajar 100 Kms. para hacerse una tomografía? Desde la otra punta, las medicinas prepagas ¿no pueden construir 10 habitaciones de excelente hotelería para los pacientes que prefieren dejar su dinero en el Hospital?
Ya saldrán a decir que la diferencia de público y privado es un planteo excluyente y sectario para los sectores de bajos recursos, pero… a esta altura de los acontecimientos resulta un argumento burdo y barato, no tomar el toro por los cuernos para dejar a San Pedro en un mejor nivel de su medicina pública. Ningún director podrá hacer milagros, si los candidatos a ocupar el sillón de Pellegrini 150, no celebran un acuerdo para darle respuesta a uno de los peores males que acechan al problema más delicado de la ciudadanía: su salud.
Llegan tiempos electorales y con ellos, seguramente las imputaciones ridículas. Hay que estar atentos y apuntalar un sistema que viene creciendo al ritmo de nuestro propio desenfreno en las calles de la ciudad.