Los abuelos de los nenes con desnutrición abandonados por su madre quieren tramitar la tenencia
Tras denunciar a la madre de los chicos por fugarse con su pareja, Ramón y Mónica, que tienen bajo su custodia a los otros tres hijos de la mujer, esperan que la Justicia acceda a su pedido. Por ahora, los nenes están en el hogar Gomendio tras una medida de abrigo dispuesta por el Juzgado de Familia, a pedido del Servicio Local, un organismo cuyos conductores, con Karina y Andrés Chiarella a la cabeza, fueron cuestionados por su actuación en el caso.
Se llaman José y Sheila. Tienen dos y un año, respectivamente. Ambos padecen un cuadro de desnutrición, que en el caso del mayor es severo. Son dos de los cinco hijos de Leonela, cuyo nacimiento también fue objeto de solidaridad pública. La historia de todos está atravesada por la pobreza, la desidia del Estado, la falta de asistencia efectiva –económica, psicológica, educativa, sociocultural–, un combo que termina en la peor de las situaciones: dos chicos institucionalizados, una joven madre fugada con su pareja, dos adultos mayores con problemas de salud, Ramón y Mónica, que luchan por la tenencia de esos nietos, para que vivan con ellos y sus tres hermanitos.
La Opinión comenzó a contar esta historia hace 28 años, cuando Mónica estaba embarazada de Leonela. Hace un mes, José y Sheila fueron noticia porque una cadena de WhatsApp pedía colaboración para ellos, que estaban internados con un cuadro de desnutrición en el hospital desde fines de febrero.
La semana pasada, la novedad era que José se había quebrado tibia y peroné. “Saltando en la cama”, había dicho su madre. No le creyeron. Habían pasado demasiadas cosas en estos meses de internación de las criaturas.
Había una niñera que pagaba Desarrollo Humano que tenía que limpiar, darles de comer y asistirlos, porque su madre no lo hacía. Parece, esta empleada tampoco, a juzgar por el estado de la habitación 10 del sector viejo de
Pediatría, donde estaban alojados y a donde La Opinión llegó nuevamente el pasado domingo por la mañana.
Esa niñera había sido contratada porque la mamá de los nenes se iba. No sólo se iba y los dejaba solos. En varias oportunidades, su pareja la acompañaba en el cuarto. Allí hasta daban rienda suelta a sus deseos como si nadie más estuviera en la habitación o en sus inmediaciones.
El viernes se fue de la casa de sus padres, Ramón y Mónica, a retirar dinero de un cajero automático para concurrir luego a ver a los pequeños pacientes. Cobraba la Asignación Universal por Hijo. No regresó al Hospital y todo indica que se fugó con su pareja a la provincia de Entre Ríos. Los abuelos de los niños hicieron la denuncia en la Comisaría de la Mujer. Los sucesos ulteriores permiten inferir que ya sabía que el Juzgado le quitaría la guarda de los chicos.
Los abuelos quieren la tenencia
Ramón y Mónica son grandes. Él padece cáncer y ella toma medicación por prescripción psiquiátrica. En su casa de un humilde barrio donde la zona urbana se confunde con el comienzo de la rural, a pesar del nuevo pavimento que se ve en el radio próximo, esperan con ansias que alguien les diga si es posible que, al igual que los tres hijos mayores de Leonela, Sheila y José puedan vivir con ellos.
Se reconocen “pobres pero honrados”. Su trayectoria de vida está atravesada por el sufrimiento. En la casa de pocos muebles, Ramón había comenzado una división con paneles de yeso para hacer una habitación para los chicos. Allí hay otras familias constituidas que no pudieron salir a alquilar ni mucho menos soñar con ser propietarios.
Para comer y darles de comer a los chicos la asistencia municipal es necesaria. El domingo el gobierno se comprometió a contribuir con la familia para generar las condiciones de habitabilidad necesaria en la casa de los abuelos para que el Juzgado que interviene acceda a cederles la tenencia. El plan, dijeron, es otorgarles un subsidio para que mejoren la vivienda en términos habitacionales, incluso para que puedan construir. Cuando un periodista de este medio llegó el domingo cerca del mediodía preguntó si durante los últimos meses alguien se había acercado al hogar donde viven los tres hermanos de José y Sheila. La respuesta era imaginable, nunca una asistente social ni agente sanitario había ido a evaluarlos y mucho menos a procurarles ayuda almenticia.
El intendente tomó conocimiento de algunos detalles y por ello solicitó colaboración a la abogada Guadalupe Fraga, que es la titular del Centro de Acceso a la Justicia, el organismo nacional que conduce y que pese a que no es su responsabiliad se puso a disposición de la familia para asistirla en el trámite para solicitar la guarda de los chicos y a Fernando Negrete para que tomaran contacto directo con el caso.
En los últimos días, una serie de encontronazos entre los distintos actores con el Servicio Local de Promoción y Protección de los Derechos del Niño, organismo que funciona en la órbita de la Secretaría de Desarrollo Humano que conduce Karina Chiarella y cuyo coordinador es el hermano de la funcionaria, Andrés Chiarella, aportó más confusión que claridad al tema.
Por ahora, en el Gomendio
A solicitud del Servicio local, el Juzgado de Familia dispuso una “medida de abrigo” para los chicos: la institucionalización a través de su asilo en el hogar religioso María Aroza de Gomendio, donde el lunes fueron trasladados en medio de llantos porque no se querían despegar de una de sus tías, que lo acompañaban en el hospital.
Para Desarrollo Humano y el Servicio Local el tema parece resuelto con esa medida. “Van a estar ahí por unos días”, dijo la abuela respecto del alojamiento de los chicos en el hogar religioso, esperanzada con que la Justicia actúe rápido y establezca la tutela. La madre no se comunicó con la familia, desde que desapareció el viernes.
El lunes, Karina Chiarella fue a la comisión de Desarrollo Humano del Concejo Deliberante por la nueva mesa contra la violencia. Por supuesto, se abordó el tema, que ella denominó “el caso de los chicos C…”, con el apellido de los nenes, a pesar de que es su responsabilidad la protección de las identidades.
Mientras ella aseguraba que todo estaba “bien”, como siempre, su hermano le hablaba a los gritos a otra persona para desautorizar su actuación. Esa tarde hubo quienes pensaron en renunciar a sus cargos. “Que Cecilio se quede con los Chiarella”, se escuchó decir a una persona que responde al partido Fe.
Ayer al mediodía el intendente puso a disposición el legajo con las actuaciones y aclaró que las decisiones las tomó la Justicia. Hasta ahora, sus acciones tendieron, siempre, a avalar la tarea de Karina Chiarella, a quien sostiene en el cargo a pesar de las múltiples intervenciones cuestionadas y de las críticas constantes, que se reproducen hasta en la mesa chica del gobierno.
Una historia sin final feliz
Leonela vivía en Santa Lucía con su pareja, el padre de Sheila y José. Era víctima de violencia de género. En esa localidad, el pediatra del hospital notó el año pasado el cuadro de desnutrición en los chicos y derivó su atención en San Pedro.
El tratamiento ambulatorio no daba resultados. La madre se salteaba los días de consulta y, a juzgar por la evaluación de los médicos, hacía lo propio con la comida de sus hijos.
“Yo siempre los llevé a control”, había dicho el día en que La Opinión la entrevistó cuando se dio a conocer que los nenes estaban desnutridos en el hospital y exhibió las libretas sanitarias con los controles.
Su tendencia a no prestar cuidado a los chicos se acrecentó en el nosocomio, donde a instancias del secretario de Salud, Guillermo Sancho, fueron internados simplemente para que comieran bien y ganaran peso, se les hicieran los controles necesarios y se cumpliera con una serie de estudios en el Garrahan, que ya habían sido prescriptos con anterioridad.
En ese lugar los nenes estaban contenidos y asistidos. Ello le habría permitido a la madre profundizar el desinterés que mostraba. Nadie parece haberse preocupado por su tenencia. Todos los que estuvieron cerca del caso tienen algo para decir en su contra.
Mientras los chicos estaban internados, el padre y expareja de Leonela la golpeó en el hospital. Ella denunció en la Comisaría de la Mujer, por lo que el equipo interdisciplinario de violencia que Karina Chiarella elogia a pesar de que tiene el récord de dos femicidios en dos meses nunca la asistió.
A Leonela, en lugar de contenerla le repetían que si seguía así le iban a sacar a los chicos, lo que finalmente cumplieron pero sin esmerarse en mantener a los cinco hermanitos juntos y en un lugar donde puedan crecer sin la condena a la que parecen estar sometidos desde el primer suspiro.
Los abuelos reclamaban la guarda de los cinco desde antes de que el Servicio Local planteara al Juzgado de Familia que Leonela era “mala madre” y que había que sacarle los chicos. No los escucharon. El riesgo, ahora, es que eso suceda otra vez.