Lima, la ciudad de contrastes en la que nunca llueve ni sale el sol
La capital de Perú, con condiciones climáticas extrañas, muestra grandes diferencias desde el barrio Miraflores hacia otros sectores de la urbe. El tránsito es caótico y un viaje corta distancia puede ser una odisea.
Lima es una ciudad árida de contrastes muy marcados donde el sol asoma muy de vez en cuando y por escasos minutos, nunca llueve y, en invierno, la temperatura sólo baja los 15° por la noche por lo que no existe la calefacción y el gas natural está en un puñado de casas.
La capital de Perú se divide en distritos que tienen sus propios alcaldes. Miraflores, uno de los más tradicionales ubicado en el corazón de la urbe contra el océano Pacífico, es una versión mejorada de Palermo en Capital Federal con hermosos paisajes en la zona de barrancas próximas a la costa y avenidas pintorescas. Es el barrio donde hay mayor seguridad y las casas y edificios vislumbran un poder adquisitivo superior al resto de la urbe. Incluso, tiene sus propias scooters (similares a los monopatines) que se pueden utilizar sólo en el distrito y el Parque Kennedy es el centro neurálgico donde se aglomeran un sinfín de comercios de todos los rubros.
Afuera de Miraflores, el cuadro cambia paulatinamente. Cuantos más lejos se está del barrio menos brillo hay en la vía pública y edificios, se evidencia una clase social con más necesidades y, sobre todo, zonas muy peligrosas como Callao y Villa María del Triunfo donde hay parques que aglomeran varias disciplinas de los Juegos Panamericanos y aconsejan no caminarlos.
El tránsito sí es homogéneo en la capital incaica porque, sea el distrito que sea, es desordenado y anárquico, nadie respeta a nadie ni ninguna norma. En calles y avenidas totalmente saturadas varias horas del día, se observan un sinfín de irregularidades, desde un taxi que frena en medio de la calzada para que se baje un pasajero sin importar quién está detrás, giros en U en avenidas, cruces repentinos de carril y, también, semáforos que pasan inadvertidos. En Lima, al peatón no se lo respeta, las bocinas prevalecen en todas las cuadras y esquinas y, por el flujo, un viaje de un puñado de cuadras suele transformarse en un periplo de varios minutos. La medida “pico y placa” que se instauró recientemente para que por día no puedan circular ciertas patentes dio, aseguran los limeños, resultados pero no solucionó que viajes de corta distancia se conviertan en odiseas.
En contrapartida, el limeño es ameno y solidario, atento para ayudar al extranjero, predispuesto a solucionar sus inconvenientes y orgulloso de su patria. Aunque reconoce que movilizarse es un problema, se resigna y admite que no cambiará. En el rubro gastronómico sobresalen los comercios de venta de comidas rápidas y el juego está a la orden del día con casinos desparramados a mansalva por toda la ciudad.
Si Lima cumplió con los requisitos que se le exigen a la sede de un juego panamericano es una pregunta que no tendrá respuesta unánime porque en infraestructura y servicios cumplió con creces pero no pudo solucionar, aunque sea por un par de semanas, el desorden metropolitano que generó dolores de cabeza a deportistas y visitantes.