Las amenazas de bomba pueden derivar en multas y detenciones
Lo que suele ser una broma de mal gusto afecta el normal funcionamiento de edificios públicos y privados, ponen en marcha la maquinaria del Estado e insumen múltiples recursos materiales y humanos. En diversas ciudades ya hubo detenciones, multas y embargos por 70 mil pesos. El caso del lunes en el Banco Industrial fue revelador en varios aspectos.
Para zafar de un examen, para no concurrir a clases, para irse antes o simplemente para reírse un rato, las amenazas de bomba en colegios y otras instituciones son un clásico que, en tiempos en los que los atentados están a la orden del día en países europeos, obliga a extremar precauciones.
El lunes hubo una alarma de esas características en el Banco Industrial, que mantuvo en vilo a la ciudad, en pleno centro, entre las 11.00 y las 14.00, con calles cortadas, negocios cerrados, patrulleros y policías a disposición, jubilados que esperaban bajo el sol para saber si finalmente cobrarían y una larga espera por la brigada antiexplosivos de San Nicolás.
Ayer martes el banco tuvo que reforzar el personal de cajas para atender la demanda que provocó la situación, tras activar los protocolos e informar a Anses respecto de lo sucedido.
Una “maniobra delictiva”
Aunque para los autores de esos llamados anónimos no sea más que un divertimento, estas falsas alarmas tienen consecuencias. Por un lado, movilizan toda la maquinaria del Estado, que debe ponerse al servicio para ocuparse del tema; por el otro, tiene consecuencias penales y hasta pecuniarias.
En la ola de llamados anónimos a escuelas de la provincia –llevan más de 3 mil registrados el último mes y medio– ya hubo alrededor de diez detenidos en ciudades del conurbano y del interior bonaerense.
Además, en Capital Federal un Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional procesó a un joven de 16 años y lo embargó por 70 mil pesos, en el marco de una sanción económica para lo que el Juez consideró una “maniobra delictiva” que provocó “un gran despliegue innecesario ante una amenaza que resultó ser una farsa”.
En el conurbano hubo allanamientos, secuestro de teléfonos celulares, adultos y menores detenidos por los llamados intimidatorios. Chicos de 14, 16, 17 y 18 años deberán rendir cuentas en la Justicia por sus bromas.
Un caso revelador
Lo que sucedió el lunes en el Banco Industrial mostró varios aspectos acerca de cómo funcionan algunas cosas en la ciudad.
Apenas habían pasado las 11.00 de la mañana cuando una voz femenina alertó a través de un llamado telefónico –que la Justicia ya rastrea en procura de dar con la autora– que había una bomba en esa entidad bancaria, ubicada en Pellegrini 650.
Rápidamente, el banco evacuó el edificio y dio aviso a la policía, que pidió a los clientes, empleados, vecinos y comerciantes de la zona que se mantuvieran en las esquinas, a decenas de metros del sitio en conflicto.
Un patrullero cortó Pellegrini en su intersección con Arnaldo. Otro se ubicó en la bocacalle del cruce con Oliveira Cézar. Un tercero, quedó dispuesto en esa arteria, casi frente a El Imparcial. Un cuarto cruzó la cinta de peligro que se dispuso para evitar que los peatones circulen. Un quinto llegó por San Martín.
Un móvil de Defensa Civil en el que llegó el secretario de Seguridad Eduardo Roleri también obstruyó parte de Pellegrini. El chofer de esa camioneta, el empleado municipal Aldo Lafalce, tuvo que bajarse y dirigir el tránsito cuando cerca del mediodía creció exponencialmente la circulación por la zona.
Frente al banco, iban y venían efectivos de la Policía Local, la Comisaría y la Jefatura Distrital. Custodiaban la cuadra, a la espera de la Brigada Antiexplosivos de San Nicolás, que demoró alrededor de tres horas en llegar y establecer, tras revisar todo el banco, que se trataba de una falsa alarma.
En la esquina de Oliveira Cézar y Pellegrini, los jubilados que habían ido a cobrar esperaban. Una pareja esperaba en un banco en la vereda a que el remis que contrataron los fuera a buscar. “Venimos del campo, en remis. Ahora nos vamos sin cobrar. Mañana tendremos que venir de nuevo”, contaron. Cada viaje les sale 90 pesos. Este mes, por la falsa alarma de la bomba, tuvieron que gastar el doble.
Dos jubiladas conversaban entre sí bajo un árbol. “Yo me voy a cocinar”, dijo una. “Qué suerte que tenés”, le respondió la otra y agregó: “Yo me tengo que quedar a esperar, si no cobro no tengo nada para cocinar”.
“Yo vine caminando desde el barrio San José. Espero poder cobrar, si no me tengo que volver con las manos vacías y mañana venir otra vez, caminando”, dijo otra mujer de avanzada edad. A su lado, otra voz replicó: “A mí me pasa lo mismo. Yo vengo caminando desde el Bajo Cementerio. Si cobro, me tomo un taxi.
Al sol, una señora del barrio Los Aromos que en diciembre cumplirá 91 años se apoyaba en su bastón. A su lado, su nieto intentaba saber si después de todo cobrarían, para decidir si esperaban o se iban. “Por suerte al sol está lindo”, le decía su abuela, que conversaba animada con otra jubilada.