Laburantes: Ana María “Colo” Simonelli ganó con su historia sobre ruedas
Aprendió a manejar a los 7 años y no paró más. Manejó camiones jaula, volcadores, remises, colectivos y con 71 años sigue trabajando en transporte escolar. "No hay nada que una mujer no pueda, logramos todo lo que nos proponemos", aseguró.
¿Cómo te gusta que te digan?, le preguntó Lilí Berardi este sábado por la mañana cuando el programa Sin Galera puso al aire a algunos de los partipantes de “Historias de laburantes”, la propuesta de Lo de Urbano para premiar a un trabajador. “Hay una mujer de Entre Ríos que siempre que me ve pasar me grita: ‘¡Mi chofera!'”, respondió Ana María Simonelli.
Su historia es la de una pionera. Aprendió a manejar “a los 7 años”. Su hermano tenía camiones y en la familia había una larga tradición al volante. Ana María no tardó en crecer, aprender a manejar cuanto vehículo se le cruzara y obtener el carnet de conducir profesional, con el que empezó a trabajar como chofer de transporte de hacienda.
En 1979 llegó a San Pedro con su marido que padecía brucelosis, una enfermedad que derivó del contacto con los animales. Él también era chofer en la misma empresa y le recomendaron un lugar “cálido y húmero” para aplacar los síntomas de la enfermedad.
“Manejar un camión de hacienda es hermoso, es uno de los trabajos que muchos de los camioneros de otros rubros lo desprecian porque dicen que tienen olor, pero no vos vieras que es el lindo el trabajo por lo ágil. La descarga es rapidísima para que el animal no se caiga y no pierda su valor”, contó Simonelli.
En San Pedro, comenzaron con el reparto de frutas y más tarde pasaron a trabajar para la empresa Victores, con camiones volcadores. “Íbamos a Olavarría a buscar piedras. Después pasé a la empresa de Casimiro Ortíz, empecé en el rubro del camote, y después gracias a Arcor conocí muchos lugares del país”, enumeró la “chofera”.
Consultada sobre cómo era ser mujer en ese mundo predominantemente de hombres, Ana María aseguró: “El camionero es muy solidario y muy compañero. Yo jamás tuve ningún problema”. En las estaciones de servicio no había baños para mujeres camioneras, por lo que algún compañero le cuidaba la puerta o se las ingeniaba con “un balde, una garrafa y una olla, y te bañabas adentro de la carrocería del camión”.
Ana María Simonelli sufrió la pérdida de su hija a temprana edad. “Mi marido falleció en 2011, pero ya estábamos separados. Cuando él se fue de casa, mi hija continuó el trabajo mío arriba del camión. Tenía 4 años de abogacía, pero a ella le gustaba el camión. Trabajó poco porque no andaba bien de salud, después fue remisera y falleció en 2013”, contó.
A su cargo quedó su nieto Pablo, hoy estudiante de la escuela de aeronáutica y dueño de una voz excepcional, con la que sueña algún día desempeñarse como locutor. “Mi familia empieza en ella y termina en mí. Somos dos. Estoy muy orgulloso de mi abuela”, aseguró en los minutos que compartió al aire con Ana María.
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Con 71 años, sigue sobre ruedas. Maneja una de las unidades del transporte escolar de la familia Carrazán, y a diario lleva a chicos a la escuela. Con una jubilación mínima, agradece la posibilidad de seguir levantándose a las cinco de la mañana para ir a trabajar, y seguir apoyando la educación de su nieto.
Ana María trabajó para la firma Berbich, hizo reparto de pan, manejó un remis. Fue la primera chofer mujer a cargo de un colectivo local con la empresa de Jorge Caso, y manejó una unidad de Vercelli hasta que la empresa redujo personal. Siempre se rehusó a usar GPS, porque es “de la vieja escuela: para mí no hay mejor cosa que agarrar un mapa”. El premio de Lo de Urbano fue para ella.
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