La policía montada
No me voy a referir a la del Canadá, por más que copiaran su uniforme los boyscouts de Don Bosco, sino a la policía de San Pedro, a la que en la imposibilidad de suministrarle coches patrulleros, más que uno a préstamo por 60 días, en cambio la proveerán de dos caballos, justo ahora que los chacareros, el más desgraciado tiene un tractor, aunque no tengo idea de lo que vale un caballo, seguramente mucho más de lo que valía en tiempos de Juan Moreyra. Por otra parte, tener el coche en el taller cualquiera sabe lo que cuesta, ponerle nafta cada dos por tres, tampoco es barato... peor si el loco Chávez no te cae simpático (no confundir con Yayi, que días pasados sufrió un atropello). Ahora bien, sabrán las “autoridades” que a los caballos hay que darles pasto... La historia se repite. En otros tiempos ya lejanos, los policías de la ciudad eran vigilantes y los del campo milicos (no confundir con los del proceso). Eran, por lo general, inmigrantes sirio-libaneses, popularmente “turcos”, puesto que venían con pasaporte de Turquía (nación dominante). Les entregaban un quepís, un revólver y un sable, y a ocuparse de delincuentes y “mal entretenidos”, salvo que se dedicaran a la venta ambulante, como supo andar por las calles de San Pedro el buenazo de Don Antonio Juara, soñando eternamente con los cedros de su tierra. Era por entonces comisario Don Benito Fabián Aldazábal. Me parece verlo en una foto, de uniforme y ambas manos apoyadas en el sable, denotaba su estirpe de vasco, bravo criollo, al que los malandras procuraban ni mentar. No tenía caballo ganador en las cuadreras, pero tenía una caballada regular para la milicada, a la que había que proveer de pasto. Se encargaba de ello un mallorquín, Don Sebastián Adrover “Mesquida”, quien atracaba el carro sobre la vereda de la comisaría y, para más comodidad, por sobre el tapial revoleaba las horquilladas de pasto (ignoro la cantidad, pero faltarle a la policía ... y menos un mallorquín). Ya le había prevenido el comisario que no montara el carro sobre la vereda (no sé si ya estaba embaldosada), pero en otra oportunidad amenazó con meterlo preso. La respuesta no se hizo esperar: “Oiga “cumisario”, ¿quiere que le traiga el pasto en “airoplano”?” Faltó poco para ponerlo a la sombra, practicando el castellano hasta que lo aprendiera bien. Para mí que le tenía ganas, porque el mallorquín, aunque no votaba, era partidario de Alejandro Maino, el líder radical de aquellos tiempos, en tanto los hermanos Aldazábal eran sus adversarios más acérrimos. Para colmo nadie olvidaba una recorrida por la Mitre en un descapotable paseando unos cueros de vaca ... cuya alegoría jamás fue revelada. Radicales y conservadores practicaban otro tipo de política. ¿Me explico? Quizá por lo que ahora vemos (y soportamos), la policía vuelve a tener caballos. Malandras hay cada vez más, pero ya casi no quedan mallorquines, ni pasteros. Como no larguen a pastorear los pingos por Plaza Mitre ... ¡Pobres pingos! Miguel A. Bordoy N. de la R: Hemos invitado al Profesor Miguel Bordoy a sumar periódicamente estas historias a nuestro semanario. Esperamos que acepte.