La noche que “los papis” no ven
La noche, y los jóvenes siempre han sido tema de debate. ¿Pero realmente saben los padres que pasa mientras ellos duermen? En algunos casos, sus hijos bajo la influencias del alcohol, protagonizan hechos de destrozos y también de violencia. Menores, alcohol, desenfreno y más, en un cóctel típico de esta generación que muchos adultos quieren esconder bajo la alfombra.
Cuando el sol se pone, las luces de las calles se encienden, sube la luna y empieza otro movimiento, la famosa “Movida Nocturna Sampedrina”. Que si bien aparenta ser chica en comparación con la ciudad, “mueve” mucho más de lo que cualquier bolsillo cree.
Como dice una canción muy popular del grupo Los Auténticos Decadentes, “el dinero no es todo, pero como ayuda” y más en la nocturnidad, donde todo es a base de plata. Desde “la previa” y hasta la vuelta a casa (o a otro lugar) necesita de un billete para funcionar.
Seguramente algunos de los términos no son tan populares en los padres de la actualidad, porque hasta un joven que está unos meses “fuera de la movida” no los entiende, peor aún si se integra a una tribu urbana como ya se ha visto en San Pedro.
“La Previa”, es donde todo comienza, ya que los grupos de chicos y también de chicas (en algunas ocasiones mezclados) se reúnen en algún lugar, ya sea la casa de uno de los miembros del grupo (en algunos casos con el consentimiento de los padres que prefieren que los chicos “tomen en casa”), un club, en el caso de ser más grandes, un bar o hasta una plaza para realizar este rito casi necesario para salir. El mismo consiste en juntarse a “chupar”, para lo que hay dos modalidades; la que indica que cada uno lleve algo o la que todos pongan plata y se compre con anticipación (siempre hablando de alcohol) lo que se consumirá para “salir entonados” o como se dice popularmente “alegres”, que sería algo así como mejor predispuestos para la larga noche y lo que se pueda presentar.
San Pedro es un mundo aparte, por lo que los jóvenes tienen horarios distintos. Esta etapa comienza entre las 23:00 y la 01:00, para salir entre la 01:30 y las 03:00 de la madrugada, y dependiendo de lo que haya para tomar, tiempo de alegrarse hay. Es valedero recordar que, como consecuencia de esto, una gran parte de los jóvenes se molestaron mucho cuando se comenzó a hablar de “cortar” la noche a las 05:00, ya que consideraron que “era muy temprano”.
La noche
Si hablamos de etapas, la salida puede ser la más larga e importante de “la noche”, ya que es donde todo pasa. En esta segunda parte, empieza el dilema de salir a la calle para entrar al boliche, pasando también en caso de grupos grandes del lugar al que van. Casi nunca un grupo va directamente a los boliches, sino que se hace primero como una “segunda previa”, en los bares. Estos son lugares similares a los boliches, donde se escucha la misma música y casi siempre se ven las mismas caras, pero son más chicos y primero se está sentado en una mesa con amigos charlando, tomando algo (obvio) y escuchando música, hasta que pasadas las horas, se retiran las mesas y comienza el baile, hora en la que la gente va al plato fuerte.
Estos son los grandes centros de diversión nocturna, que podríamos decir que en la ciudad, para los jóvenes hay cuatro. Ingresar al boliche implica la mayoría de las veces un trámite, que se puede acelerar con algún conocido en la entrada. Generalmente hay largas colas o amontonamiento en los que hay que ser pacientes y en los que la gente de seguridad “va seleccionando”. Parece duro y hasta discriminatorio, pues bueno, lo es. Acá debemos hablar de “La Discriminación y la Exclusión”.
La elección esta en manos del personal de seguridad de los boliches, conocidos popularmente como “patovicas”, que según la apariencia, la formar de vestir, si sos de San Pedro, si sos cliente o solamente “la portación de cara” toman la decisión “si entrás o no”, sostenidos en la famosa frase “la casa se reserva el derecho de admisión”, que es casi utilizada como la principal ley sobre discriminación entre jóvenes que se efectúa en estos lugares, generando, odio, bronca, repulsión y hasta violencia en aquellos que son marginados a la diversión sana o a la no tanto.
El “sí, vos pasás”, es signo de entrar a reunirse con amigos, bailar y divertirse un poco, teniendo acceso al mundo “que los grandes no ven, pero que a veces tampoco sospechan”, donde las bebidas y hasta las drogas para poder salir del entorno, o simplemente como atracción o diversión, sumado muchas veces el enfrentamiento y la pérdida de conciencia por esto, afecta no sólo a los reflejos sino también a lo cordura y el razonamiento común generando violencia, descomposturas o “algunas metidas de pata” con el sexo opuesto.
Barras de menores
Este ingrediente va de la mano, pero no siempre, de la violencia. No se puede ser tan negativo y decir que todos los fines de semana es terrible ver el tendal de jóvenes en coma alcohólico, pero que corre mucho en la noche, es cierto.
Generación tras generación se va implementando la conocida frase “en nuestra época era otra cosa” y si, es cierto, todo avanza y a tal punto que cada vez son más jóvenes los chicos que realizan salidas nocturnas hasta altas horas de la noche, incluyendo claro está el consumo de alcohol. Es como una regla, sin bebidas no hay diversión. Los adolescentes entre 14 y19 años, son protagonistas muchas veces de estos consumos desmedidos, que cada vez más se da también en las mujeres. La clave, además está puesta en la mezcla de las bebidas o el alto grado de ellas como Fernet, Tequila, Vodka o licores con energizante.
Este consumo, a veces, se suma al de pastillas o drogas -aunque no es tan visible-, es cierto que las drogas (pastillas o cigarrillos de marihuana) también circulan los boliches según confiesan ciertos habitiués. Este consumo generalizado, es propio de los “chicos bien”. Aunque nadie quiera asumirlo, las barras en los boliches suelen ser concesionadas a menores de edad. Ellos son los que expenden las bebidas alcohólicas a sus pares.
Adentro, un mundo aparte
Cuando cualquier joven sale con sus amigos, la diversión está garantizada, más si se le agrega música, gente del sexo opuesto dispuesta a divertirse, varias horas y alcohol “para tomar coraje”. Todo eso y mucho más es lo que ofrece la noche en la actualidad, que no es tan alejado a lo que todos ya conocen, pero algo que preocupa a la sociedad es una sencilla pregunta: ¿A qué edad se está listo para salir?
Parece que ese interrogante no tiene una respuesta concreta, pero es cierto que cada vez más a menudo son chicos más chicos los que copan la noche, especialmente las chicas; por una simple razón, no se les nota la edad tanto por el cuerpo que desarrollan como por la ropa que usan. Pasó de largo la época de los DNI y ver cuantos años se tiene, inclusive sabiendo que una mujer es menor, está permitido su ingreso, ya que eso garantiza varias cosas por detrás, pero puede ocasionar sus perjucios.
Pero que preocupación se le puede exigir a un “bolichero” cuando este “alquila” las barras del interior a menores o mayores, quienes a su vez le pagan a menores para vender las bebidas, teniendo fácil acceso una botella de esto y de aquello y a su vez regalando a sus amigos, es el colmo de la despreocupación porque esos chicos también tienen “papis”.
Nunca hay que olvidar que la noche es un gran negocio, que mueve una gran cantidad de pesos en negro y que no mide las consecuencias de su avaricia. Entradas, bebidas, alquileres de barras, remises, hasta el aperitivo de la salida, todo cuesta y hace que un joven pueda gastar desde $ 20 a 200 pesos y más por noche.
El regreso a casa
No hay que ser necios y admitir que varias son las ocasiones en las que un chico cualquiera que sale después de haberse encontrado con sus amigos, haber bailado y porque no también haber logrado una conquista amorosa, sale del boliche para volver a su casa, con el objeto de llegar sano y salvo y se encuentra con hechos de violencia, como robos y golpizas, como dice el dicho popular “sin comerla ni beberla”. Sin ir más lejos y según relata un chico de 14 años que salía de un local de diversión nocturna y logró escapar del grupo, pudo ver como uno de sus amigos quedó tendido en el piso, tras los golpes y patadas que recibió en distintas zonas del cuerpo. La denuncia nunca fue efectuada, pero las consecuencias fueron severas.
Esto es habitual, al menos tres o cuatros riñas y hechos se producen por fin de semana según la estadística del Hospital local. Estas circunstancias varias veces son impulsadas por el mismo alcohol o el resentimiento de la discriminación de barras “de distinto palo”.
Otra vez esta etapa de la noche no divide clases sociales, pero si muchas veces es impulsada por la división entre tribus urbanas (floggers, chetos, cumbieros) que son parte de la misma historia.
Obviamente, que no queda afuera el daño a la propiedad, que siempre apunta a vidrieras, sillas o mesas de bares o restaurantes, las macetas de la calle Mitre o carteles publicitarios.
Vale recalcar que este no es un llamado a la alarma social y que no son todos los chicos los que forman parte de lo que esta nota describe. Sin embargo hay personas que afirman que “la juventud está perdida”, aunque siempre para decir eso hay que hacer una autocrítica y reflexionar ¿qué fue lo que hice yo como padre para mejorar esto? Los chicos no están en decadencia, solamente les hace falta una mano amiga que los ayude a salir de este bache en el cual están metidos por negligencia de sus padres e indulgencia de autoridades.
Lo importante, es que se fomenten leyes de juventud, que no rompan con sus libertades sino que traten de entender los intereses y buscar soluciones a sus problemas, porque si bien no hay que ser extremistas y decir “no salís más”, muchas veces esos destrozos, esos hechos marcados de violencia, son un llamado de atención, de algo que puede terminar siendo peor.