La última enfermera de Evita confesó: “Cuando murió Eva, Perón lloró como no vi llorar a ningún hombre”
María Eugenia Álvarez, oriunda de Gobernador Castro, recibió el “premio a la excelencia” por parte del Parlamento Mundial para la Seguridad y la Paz por su labor junto a María Eva Duarte de Perón. “Evita siempre fue humilde, murió con un pijamita de villela" color celeste, contó a La Opinión.
María Eugenia Álvarez, la enfermera que atendió a Evita durante la enfermedad que terminó con su vida en 1952, dialogó con La Radio y La Opinión recordó a la “abanderada de los humildes”.
La mujer comenzó a formarse en su profesión a los 15 años, llegó a ser directora del internado de enfermeras de la Fundación Eva Perón. Recientemente, el Parlamento Mundial Para La Seguridad y la Paz, le entregó el “Premio a la Excelencia” como representante de todos los enfermeros en su día.
Álvarez integró equipos de apoyo humanitario enviados a varios países vecinos. Precisamente en uno de ellos fue donde conoció a Evita. “Ella fue a agradecer el trabajo de las enfermeras, yo era una de ellas, así que me dio la mano y me lo agradeció profundamente”, relató.
María Eugenia se considera “apolítica”. “Yo no era peronista. ¿Quién era peronista en aquel entonces? A mí me importa un pito la política, me importan las personas. En Evita encontré una gran mujer, de ojos hermosos y una piel preciosa. Era una persona amable, humilde y simple, que siempre me pedía que yo comiera al lado de ella”.
“Soy enfermera con 4 años de estudio de colegio. Todo lo que sé lo aprendí con la experiencia, leyendo y hasta mirando películas. A los 15 años ingresé en el Hospital Rivadavia donde llegué atender hasta 30 partos en un día. A los 17 me dieron la gran noticia de mi vida: Iba a cuidar a la mujer del Presidente”, expresó.
María Eugenia recordó ese segundo encuentro con Evita: “El director del Hospital me dijo: ‘Vas a uniformarte y vas a cuidar a María Eva Duarte de Perón’. Yo dije que había gente mucho más preparada que yo, pero él insistió, tenía que ir y punto. Ella me había elegido a mí para que la cuide”, detalló durante la entrevista.
A partir de ese momento, María Eugenia compartió dos años junto a la primera dama. “Ese proceso lo viví con mucha alegría, pero a la vez con mucha tristeza. Se trataba de un cáncer de útero. Podría contar muchísimas cosas y los médicos también, pero de eso no hay que hablar, hay un juramento hipocrático”, agregó.
De la etapa final de la enfermedad, rescata la fortaleza de Evita para mantener su actividad y las visitas de miembros de la Fundación Eva Perón con quienes planeaba la construcción de obras sociales. “Aunque era una mujer enferma se reunía con los ingenieros para pensar las obras de la Fundación”, explicó.
Álvarez recordó la noche del 25 de julio de 1952, cuando Eva Perón tuvo un último momento de lucidez de la que ella fue testigo de excepción. “La ayudé a ir al baño. Se lavó las manos y mirándose al espejo dijo: ‘Ya queda poco’ y yo le dije: ‘Si señora, falta poquito para ir a la cama’. Ella me contestó: ‘No María Eugenia, a mí me falta poco’.
María Eugenia escuchó las últimas palabras de Evita y recogió sus lágrimas con un pañuelo. Minutos más tarde, entró en un coma que terminó con su muerte a las 20.25 del 26 de julio. “Cuando falleció, su figura quedó como angelada. Murió con la humildad con la que vivió, vistiendo un pijamita de villelita” recordó refieriéndose a la textura de la tela que se usaba por entonces para la ropa de cama.
Sencilla, humilde y emotiva, quizás por el legado que recibió de ser una testigo privilegiada de la historia argentina, María Eugenia reveló que “los últimos días de Evita fueron al lado de su marido”. “El General Perón amó a esa mujer. El día que murió, Perón lloró como no vi llorar a ningún hombre en mi vida”, concluyó emocionada.