La historia de la panadería que cerró sus puertas el mismo día que Vidal vino a San Pedro
Tercera generación de panaderos, Gabriel García, su esposa María Rosa y sus hijos Laura y Pablo estaban al frente de la panificadora La Estrella, ubicada en Esquiú 50, en el barrio Los Aromos, a pocas cuadras de la zona donde el viernes la gobernadora comenzó su recorrida. Ese día, bajaron la persiana para siempre, a raíz de la crisis económica que afecta al país. El 12 de septiembre rematarán los bienes para pagarles a los empleados.
El viernes, mientras la gobernadora María Eugenia Vidal visitaba talleres mecánicos y la casa de la familia Scoponi – Gularte, en los comentarios de las transmisiones de Facebook de La Opinión una mujer dejó un mensaje para contar que “hubiese sido lindo” que la mandataria y el intendente visitaran una panadería ubicada a pocas cuadras, en Los Aromos, que ese día cerró sus puertas, “dejando a un montón de empleados y a sus repartidores sin trabajo”.
La panadería se llama, se llamaba, La Estrella de San Pedro. Propiedad de una familia de panaderos “de toda la vida”, ubicada en Esquiú 50, efectivamente en el barrio Los Aromos y a pocas cuadras de donde la gobernadora Vidal desarrollaba su actividad de campaña junto al intendente Cecilio Salazar.
Ese viernes, María Rosa, la esposa de Gabriel García, accedió a hablar con La Opinión. Él no podía. No se sentía bien. Había sido un día muy duro. Habían bajado la persiana y no sólo significada el fin del negocio familiar sino también del oficio que ejerció durante más de 50 años.
Su esposa fue muy precisa: “Tuvimos que cerrar por la situación económica como está, la carga impositiva, no se podía seguir y no podíamos arrastrar al personal a los problemas de lo que está sucediendo, entonces, directamente, antes de que nos tape todo, decidimos abandonar”, contó.
A Gabriel y María Rosa, que mantuvieron la tradición de los padres de él, panaderos desde jóvenes, los acompañaban sus propios hijos, Laura y Pablo, socios en el emprendimiento que dejó de funcionar el último día hábil de agosto.
“Mi hija se cansó de llamar a todos lados. Pidió audiencia con el intendente y nunca se la dieron. A La Plata llamó y la trataron muy mal, le dijeron que si no podía pagar abogados y contadores, para qué tenía abierto, que más vale cerrara. Sin ayuda de ningún lado, decidimos no seguir”, relató María Rosa.
La mujer aseguró que les daba “mucha lástima la gente”, por sus empleados, personal que pasó mucho tiempo junto a ellos. “No podíamos arrastrarlos a los problemas de la panadería”, repitió. Desde hace meses, sólo alcanzaba para pagar los sueldos, y últimamente con dificultades.
“Nos quedamos secos”, graficó María Rosa. El 12 de septiembre van a rematar lo poco que les quedó en la panadería, “para terminar de pagarle a la gente y que no tenga problemas, que quede todo bien con los empleados, porque siempre fueron excelentes y trabajaron mucho tiempo con nosotros”.
“Ellos, llegaba fin de mes y necesitaban cobrar; y nosotros remando para poder pagarles. Siempre les cumplimos a la gente, era lo primero, siempre: preferíamos retener un viaje de harina para no dejar de cumplir con la gente”, aseguró.
En 2009, el periodista Jorge Bolla contó la historia de estos panaderos, “protagonistas que supieron lo que es trabajar fuerte y que ese esfuerzo le significó crecer y fortalecerse en familia, y aferrarse a la vida sabiendo que con voluntad será difícil no superar los malos momentos”, dijo el conductor radial
Bolla reconstruyó el devenir de la familia desde que Pedro Raúl García, en la década del 40, llegó a San Pedro desde Capital Federal, donde de niño se había mudado desde Laboulaye, su pueblo natal en la provincia de Córdoba, para trabajar como fotógrafo.
Aquí conoció a Haydeé Dona y se enamoraron. Tras el noviazgo, sobrevino el casamiento y se instalaron en Villa del Parque, en Buenos Aires. Pedro ejerció el oficio de panadero en panaderías porteñas. Con los hijos varones nacidos, Gabriel y Sergio en el año 64 —el mismo día en que moría Julio Sosa, apuntó Jorge Bolla—, retornaron a San Pedro.
A poco de regresar, Pedro y Haydeé compraron un terreno en calle Gomendio, entre French y Berutti, en el barrio Los Aromos. Allí levantaron su casa y el horno de barro, “que alimentaban con quínuas de campos vecinos”, con el que comenzaron a cocinar el pan y los sueños.
Aunque el sindicato de panaderos tenía prohibido amasar fuera del horario de la madrugada, el matrimonio García – Dona preparaba sus bollos por la tarde. No faltaron inspecciones y amenazas de clausura, pero cada mañana, “en la pequeña cuadra subterránea que se llenaba de agua en cada temporal, el horno de barro levantaba presión y los panes, dorados y fragantes, llenaban los canastos de Gabriel y Sergio”, contó Jorge Bolla.
Los hermanos salían a vender el pan por los barrios, a pie, casa por casa. Conocidos como “Los panaderitos”, los vecinos no sólo les compraban la mercadería sino que además les obsequiaban regalos. Por la tarde, tras el reparto, cursaban la primaria en la escuela 27.
El éxito del pan que vendían “Los panaderitos” permitió primero un carro con canastos y luego un charret. Bolla señaló que junto con la clientela creció el enojo de la competencia. “No tardaron en marcarle límites a los pibes: en este barrio no, en el centro tampoco; sólo aquí y allá”, señaló el periodista.
A Gabriel y Sergio, en el oficio panadero, se sumó luego la hermana menor, Mirta. Los tres continuaron con el oficio familiar. En 2008, Pedro falleció y Haydeé siguió ligada a la tarea, que sus hijos continuaron primero en conjunto y luego por separados.
“Nosotros hace muchos años que trabajamos, mi marido hace más de 50 años que trabaja de panadero. Nosotros teníamos la panadería que está en Los Aromos, que está del otro lado, con el papá, la hermana y el hermano, luego se separaron y cada uno siguió con su negocio”, recordó María Rosa, esposa de Gabriel García, en diálogo con La Opinión.
“Mi cuñado cerró y mi cuñada siguió con mi suegro”, advirtió y repasó: “Nosotros tuvimos muchos años panadería en 3 de Febrero y Gomendio, después compramos la antigua panadería de otra familia García, renovamos la tecnología y empezamos ahí”.
“Pero ahora fue imposible sostenerla, por eso cerramos”, finalizó María Rosa el viernes, cuando atendió a este medio al final de la triste jornada para su familia, la del día del cierre definitivo de la panadería, el mismo día en que, a pocas cuadras, la gobernadora se comprometía con otros comerciantes y vecinos a “trabajar” para mejorar la situación de todos los bonaerenses.