La historia de amor de José Ignacio Rucci en San Pedro
El Secretario General de la CGT y mano derecha de Perón asesinado en el 73´ en el episodio conocido como “Operación Traviata”, mantuvo durante diez años una relación secreta con una sampedrina. En uno de los períodos más turbulentos de la historia política del país, el hombre fuerte de Perón en la Argentina encontró en San Pedro su refugio personal.
A pocos días de cumplirse 35 años de la muerte de José Ignacio Rucci a manos de un grupo de operaciones de Montoneros y cuando un Juez Federal, acaba de reabrir la causa de su asesinato, producto de una investigación periodística, comienza a deshilvanarse en San Pedro una pequeña parte de la historia personal de este importante ícono de la historia política de la República Argentina.
Mas allá del mayor o menor interés periodístico que la vida privada y personal de los personajes públicos pueden despertar, consideramos que el caso particular de José Ignacio Rucci forma parte de un pedazo importante de la historia de nuestro país en general y de San Pedro en particular, porque a principios de los 60´, hubo una mujer que con su belleza y temperamento enamoró de manera casi enfermiza a José Ignacio Rucci y que hizo que el líder sindical se enamorara también de la tierra que la vio nacer: El barrio “Las Canaletas” de San Pedro.
Quizás, la familia Almada sea una de las más tradicionales y enraizadas del barrio. Hijos del río, han estado allí por generaciones y ahí permanecen.
De una de las bifurcaciones de la numerosa y tradicional familia, nació quién se convertiría durante mucho tiempo, en la amiga, amante y confidente de uno de los hombres mas poderosos de la Argentina de los 60´ y 70´.
Hija de Don Sixto Almada, un radical “de toda la vida” y acérrimo antiperonista, nacía el 31 de Octubre de 1939 Yolanda Almada, una mujer a quién su belleza, inteligencia y temperamento llevarían a codearse con la más encumbrada dirigencia de la resistencia peronista.
Génesis de un pedazo de historia
En 1958, en una época en la que las posibilidades de progreso no abundaban para las mujeres más humildes de San Pedro y con sólo 19 años, Yolanda abandonó el barrio “Las Canaletas” en busca de un futuro mejor en Buenos Aires.
Fue así, que a poco de llegar a Capital Federal, consiguió trabajo en la metalúrgica “Topeco” donde en poco tiempo sus compañeros la elegirían como delegada gremial. “No le interesó nunca la política, simplemente que en esa época uno se rebelaba contra la injusticia” comentó a “La Opinión” Leonor, la hermana menor de Yolanda.
Y es así que orillando la década del 60´, se encontró una mañana “rebelándose contra la injusticia” en una negociación de paritarias frente a José Ignacio Rucci, en ese entonces era Secretario de Prensa de la UOM y un dirigente en ascenso luego de que la “Revolución Libertadora” derrocara al gobierno de Juan Domingo Perón en 1955, como miembro activo de la Resistencia Peronista.
“Dicen que quedó fascinado ni bien la vio” cuenta un familiar cercano que prefirió permanecer en el anonimato. Es que Rucci amaba la vehemencia de Yolanda, (que no temía desafiarlo a pesar de su elevada posición política) y estaba “embobado” por su belleza.
“Imaginate, el carácter que tenía Yolanda para enamorar a un tipo al que no le faltaba nada. Tenía pinta, tenía poder y tenía guita” contó Gustavo, su sobrino.
Al poco tiempo de conocerse y a pesar de que Rucci era un hombre casado, iniciaron un romance que duraría casi 10 años. Ya en el año 63´ Yolanda abandonaba su trabajo en Topeco, para dedicarse tiempo completo a acompañar al dirigente, que tenía una apretada agenda recorriendo, prácticamente, todo el país. El se ocupaba de todas sus necesidades y la proveía de todo lo necesario. “No le hacía faltar nada”, relataron en coincidencia todos los que conocieron a la pareja en aquella época.
Y cada vez que podían y cada vez que el itinerario lo permitía, volvían a San Pedro a descansar con la familia.
Rucci & San Pedro
Los vecinos más antiguos de “Las Canaletas”, todavía recuerdan la época en la que José Ignacio Rucci aparecía en su Torino, en la casa de Rufino Almada, hermano mayor de Yolanda. Detrás, se estacionaban varios Ford Falcon repletos de armas y conducidos por sus custodios.
Rucci, ni bien llegaba, disponía dos custodios sobre el techo de la casa, situada en una esquina frente a lo que hoy es el Camping “Safari”. Algunos más se quedaban en el hotel de “La Serena”, donde llamaban por teléfono los capos sindicales si tenían que ubicar de urgencia a Rucci, quién contestaba y atendía llamados desde el único teléfono del barrio, en el hoy desaparecido almacén de Zapata.
Después que se ocupaba de atender las cuestiones de “seguridad”, se dedicaba a comprar y preparar el asado que compartían en familia. “Era un tipo muy familiero, le gustaba mucho estar con mi familia” comentó Leonor, su cuñada de aquella época.
“Nosotros no teníamos conciencia de lo importante que era el tipo que dormía tirado en un colchón en el piso de mi casa” aporta Gustavo, el sobrino de Yolanda. “Para nosotros era sencillamente nuestro tío y lo queríamos mucho. Yo me acuerdo que de chico, siempre nos traía juguetes muy caros que eran la novedad en el barrio”.
En San Pedro, Rucci prefería la quietud de la vida en Las Canaletas, a las luces del centro. Mas allá de que solía tomarse algún que otro café en el bar Butti con su pareja, en general solía pasarse los fines de semana leyendo y compartiendo en familia. Es cierto, en aquellos tiempos no abundaban los “paparazzi” ni la televisión en directo.
“Era impresionante como leía, compraba todos los diarios y revistas y estaba informado de todo”, contó Nelson Vlaeminck, cuñado de Yolanda, “aunque no le gustaba hablar de política en casa, más que conmigo y muy esporádicamente”. Cuando lo hacían, Rucci hablaba sobre la vuelta de Perón, y su preocupación ante “la infiltración en el peronismo”. “Tenía la capacidad de adelantarse a los hechos. Después de la masacre de Ezeiza me dijo “¿Qué te dije yo que iba a pasar?” contó Vlaeminck.
La única excepción a la vida en familia, la hacía cuando asistía junto a Rufino a los bailes que el Club Banifield organizaba cerca de la estación de trenes. “Rucci y Rufino compartían mucho tiempo juntos” contó a “La Opinión” Mario Lozano, vecino y amigo de Almada. Para agregar que “los dos eran excelentísimas personas”.
Todos los consultados por La Opinión, coincidieron en rescatar la calidad humana y calidez de José Ignacio Rucci en la intimidad, más allá de la imagen de “duro” que tenía en política. Hincha fanático del Club América, consultaba siempre por los resultados de la fecha. Y cada vez que su agenda lo permitía, no se perdía la oportunidad de presenciar los partidos. “Le gustaba con locura San Pedro” dicen quienes lo conocieron.
En 1964, a raíz de una disputa con el en ese entonces Secretario General de la UOM Paulino Niembro y por consejo de Lorenzo Miguel, Rucci aceptó el cargo de interventor en la seccional San Nicolás, donde luego se desarrollaría como dirigente gremial en la poderosa fábrica siderúrgica SOMISA.
El nuevo cargo, convirtió a San Pedro en una “parada obligada” cada vez que viajaba desde la Capital, razón por la cual sus visitas se producían una o dos veces por semana. “Fue una época hermosa en la vida de mi hermana”, confesó Leonor.
Con el tiempo, la ascendente carrera política de Rucci hizo que sus visitas fueran mermando, lo que hacía enfurecer a Yolanda. “Una vez lo llamó para decirle que se olvidara de ella, que se volvía para Buenos Aires, y el tipo en 30 minutos llegó desde San Nicolás” contó un familiar.
Llegado el año 1970, ya al frente de la CGT, Rucci se fue distanciando cada vez más y, por problemas de seguridad, no podía vivir normalmente. Yolanda intentaba poner fin a una relación que para el sindicalista era clandestina, al tiempo que rearmaba su vida con quien terminaría siendo el padre de sus hijos.
La muerte de Rucci
A las 12.11 Hs. del 25 de Septiembre de 1973, dos días de aquel Domingo en el que el pueblo argentino había elegido Presidente de la Nación a Perón por tercera vez, un grupo comando de Montoneros asesinó a Rucci cuando salía de su casa de calle Avellaneda 2953 en el barrio de Flores. Juan Domingo Perón lloraba por primera vez en público y decía con voz aguda: “Me cortaron las patas”.
El día anterior, Yolanda Almada lo había visitado en su oficina de la CGT. “Aunque estaban separados, mantenían una buena relación” contó su hermana. Si bien sólo ellos saben de qué hablaron aquella tarde, algunos familiares dicen que Rucci le transmitió a quien fuera su confidente durante tantos años su temor a ser asesinado. “Ya estoy jugado”, dicen que dijo.
Leonor tuvo que ir sola al velatorio de José Ignacio Rucci, porque su hermana no sabía si iba a poder resistirlo.
Consultada por “La Opinión”, la protagonista de la historia convertida en exitosa empresaria en Capital Federal, contestó muy amablemente que “lo que pasó, pasó entre la persona que ya no está y yo, y quedará entre nosotros”.
Sin embargo, dicen desde su círculo más íntimo, que todavía siente muchísimo dolor por el asesinato ocurrido en el 73 y que a pesar de sus intensos años de militancia, hoy Yolanda es profundamente antiperonista.