La familia Fernández y un dolor que no borrará ninguna condena
Gustavo Daniel Fernández murió el 12 de junio del 2011 en Nieto de Torres y Bottaro. Un delincuente lo baleó por la espalda en el interior de la casa de sus suegros. El sampedrino, vivía en Puerto Madryn y esperaba celebrar el día del padre. Sentada en el mismo living donde todo pasó, su suegra, Leticia Rastelli, recordó aquel momento y aseguró que las condenas que recibieron los asesinos “no alcanzan para nada”.
Sentada en una silla, con su brazo izquierdo apoyado sobre la mesa y utilizando la mano derecha para señalar cómo pasó todo, Leticia Rastelli relató, y revivió, el día en que asesinaron a sangre fría a su yerno, Gustavo Daniel Fernández, que recibió un disparo por la espalda que fracturó una costilla y perforó su corazón.
Notoriamente nerviosa y emocionada, Leticia habló de la llegada de Daniel para “festejar el día del padre, porque hacía mucho que no venían”, y recordó que su hija salvó su vida de milagro.
“Daniel estaba acá (sentado en un sillón del living), mi marido en el taller (ubicado en el fondo de la vivienda) y mi hija en la computadora (ubicada en una de las habitaciones)”, relató Leticia a La Opinión y recordó: “Dio su vida y salvó la de mi hija, porque cuando tocaron el timbre él abrió el postigo de la puerta y los tipos intentaron abrir, apuntándolo con un arma y pidiendo la plata. Él retrocedió un poco, pero se quedó ahí, hasta que llegó mi hija que escuchó lo que pasaba y cuando intentó llegar al living él corrió para protegerla y ahí es cuando le disparan en la espalda”. Los delincuentes escaparon, y Daniel agonizó sentado sobre el borde de una abertura que separa el living de la cocina. La ambulancia llegó, y Fernández, de 48 años, murió camino al Hospital. Sus hijos Lucas, Alejandra y José Manuel, viajaron desde Puerto Madryn durante toda la madrugada, en medio de la niebla y el humo, para llegar a San Pedro, sin saber con certeza el destino de su padre. Con los ojos inundados de tristeza, Leticia recordó la desgarradora llegada de sus nietos, que aún hoy, a casi tres años de la muerte de Daniel, “recuerdan a su padre mes a mes cuando llega la fecha”. Fernández trabajaba en la planta de aluminios Aluar, que empleó a sus hijos tras la muerte del sampedrino radicado desde hacía 25 años en Puerto Madryn. Su esposa, Rosalía Vulcano, hoy es ama de casa e inició sus estudios en Kinesiología. Su hijo menor, fue el que más sufrió la ausencia de su padre y sigue intentando superarla.
Condenados
Los dos responsables fueron detenidos y condenados. Aníbal Nicolás Olguín, de 26 años en ese momento, oriundo de la localidad de Roldán en Santa Fe, quien había cumplido una condena por robo calificado y que luego de asesinar a Fernández, apenas minutos después, robó un kiosco a metros de la vivienda, en Casella y 11 de Septiembre, recibió 10 años de prisión efectiva. Olguín, fue quien efectuó el disparo que mató a Daniel Fernández. Jorge “Chirola” Benítez, sampedrino de 23 años y presunto cómplice además de vecino de Rastelli, recibió una condena de 8 años.
La muerte de Daniel no sólo produjo un quiebre entre las familias Vulcano y Fernández, sino que generó algunos rencores que sanan poco a poco con el paso del tiempo. Una familia que intenta reconstruirse y reencontrarse luego de tantos golpes. El próximo 12 de junio para muchos, será el inicio del mundial. Para la familia de Daniel Fernández, serán tres años sin risas, abrazos y sobre todo, “sin papá”.
Carta de un hermano a otro
“Quisiera comenzar a escribir éstas líneas sin el dolor con que las escribo. Sé que no querés que lo sienta así, pero ya ves, no te hago caso. ¿Sabés por qué?, porque a veces juego a la escondida con vos, como que seguís estando allá lejos, donde el frío es muy intenso. Te sigo esperando, para verte llegar con tus carcajadas a flor de piel, con tus bromas que me hacían enojar por un rato… bien sabés que era un ratito nomás. Y me engaño y vuelvo a sentir frío, mucho pero mucho frío, pero jamás comparado a ese al cual estabas acostumbrado a pesar de que te gustaba el sol, el calor, el agua de ésta, tu ciudad, y no sé cómo seguir arrastrando el peso de la soledad, de tu ausencia, cada día más. Sé también que no se puede volver el tiempo atrás para decirte cuanto te quería, cómo saltaba mi corazón cuando volvías (aunque pensaras que era una gruñona), pero la rabia me dejó todo esto, sin entender aún tu partida injusta, sí, demasiado para todos los que te amamos. Duele mucho, al verte en la cara de alguno de tus hijos, tan parecidos a vos. Ellos tampoco comprenden, ¿sabés?
Busqué en mi diccionario la palabra justicia, y qué sorpresa: nada tiene que ver con lo que yo necesito para estar un poco más tranquila. ¿No se habrán equivocado al inventarla?, mirá que hace tres años que sigo esperando.
Bueno hermano, se me acaba de volcar el mate, me fumé como 20 cigarrillos y ya mis ojos se nublaron del todo, ¿Por qué será?
Ya pagarán ante Dios toda la maldad de haberte quitado la vida, y como dijo Serrat, son mala gente que camina y anda apestando la tierra. Espero, me esperes. Un día me vas a recibir, estoy segura. Te amo. Tu hermana Griselda”.