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    La demolición de la cantina en el exbalneario generó polémica

    El paseo Agenor Almada está prácticamente terminado. La rotonda que corona la peatonal que continúa la avenida 11 de Septiembre ya está lista y restan pocas tareas camino a su inauguración. La antigua confitería fue demolida y en redes sociales hubo nostálgicos que lo lamentaron.

    05 de septiembre de 2019 - 17:54
    La demolición de la cantina en el exbalneario generó polémica

    Aunque todavía hay vallas que impiden el paso directo desde la avenida 11 de Septiembre, la peatonal que continúa esa traza hacia el río por el interior del exbalneario, ahora Paseo Agenor Almada, está prácticamente terminada.

    Las obras continuaron para construir la rotonda que corona el camino, donde el gobierno confirmó que no permitirá automóviles, aunque sí bicicletas y motos, por lo que resta poco para que la tarea esté finalizada y el predio sea oficialmente inaugurado.

    En un sector prepararon un espacio para disponer una obra de arte conmemorativa y alusiva al nadador sampedrino cuyo nombre lleva el paseo, Agenor Almada, el “Yacaré del Paraná”, tarea que está a cargo del reconocido artista visual local Jorge “Coqui” López.

    Los baños del predio todavía permanecen cerrados, vallados y con materiales enfrente, como parte del obrador donde tiene sus elementos la empresa Tecnicoop, que está a cargo de las tareas de ese proyecto de puesta en valor de la zona costanera.

    La semana pasada terminaron con la demolición del antiguo edificio donde funcionaba la confitería del entonces Balneario Municipal, lo que generó algunos debates en redes sociales, donde no faltaron nostálgicos que consideraron que debería haberse evitado la destrucción.

    Como era de esperarse, la decisión de demoler la vieja confitería tuvo voces a favor y en contra, una polémica que se dirimió en redes sociales a partir de la publicación que hizo La Opinión al respecto.

    Entre los que dieron el visto bueno a la decisión hubo quienes señalaron que ese edificio estaba derruido y que era un lugar donde “se juntaban los drogadictos”, entre otros planteos que fueron respondidos con opiniones que señalaron que si se reacondicionaba podía evitarse lo que los otros describían.

    Una de las voces autorizadas para la crítica fue la del arquitecto Santiago Barceló, quien formó parte del equipo de Obras Públicas que ideó el Paseo Público durante la gestión Pángaro y que en 2015, junto a Carlos Codern, volvió a la función pública como director de Planeamiento cuando Guacone renunció y el concejal Giovanettoni quedó a cargo del Poder Ejecutivo, interregno que duró poco menos de un año.

    “De paso rellenan los humedales de escombros y llenan todo de cemento”, se quejó Barcelo respecto de la obra del paseo Agenor Almada que, en efecto, tiene un paso peatonal con adoquines que llega casi hasta el riacho. “Realmente un trabajo sin plan, obras del neoliberalismo innecesarias, costosas y en contra del ecosistema”, cuestionó el arquitecto.

    Además, Barceló recordó la nota que elevó en 2016, cuando el gobierno demolió los edificios donde funcionaban quinchos de proveeduría y advirtió que no debería avanzarse sobre los baños y la antigua cantina, que ahora fue desmantelada.

    “Son de carácter patrimonial, ya que representan una época donde la provincia realizaba obras de desarrollo turístico”, había señalado en ese momento, cuando aconsejó que en lugar de demolerse “deberían ser reciclados restaurados y puestos en valor, dándole nuevos usos a través del sistema de concesión que establezca el municipio”.

    “El municipio debería dar a conocer el plan en audiencia pública ya que se trata de un espacio público. Demoler estos dos edificios característicos de una época, testigos de un pasado con una identidad propia, sería un error histórico irrecuperable avasallando la memoria colectiva de los sampedrinos”, había dicho Barceló.

    Su prédica había tenido consenso en un sector de la población, que recordaba los tiempos de esplendor del Balneario municipal, de los que ese edificio era el último vestigio. El gobierno de Cecilio Salazar no estaba entre los que pensaban como él y la antigua cantina ya no existe.

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