La Defensa de Kukato García espera revertir el fallo que lo condenó a seis años de prisión
El reconocido artista local fue condenado la semana pasada y sus abogados apelaron la sentencia. Como hasta ahora, esperará el resultado final en libertad. La investigación que comenzó cuando un anónimo lo denunció por venta al menudeo terminó desbaratando una red internacional de narcotráfico.
La semana pasada, el Tribunal Federal Oral 2 de Rosario dictó sentencia y condenó con penas de prisión que llegan hasta los 12 años a todos los que desde hace cinco meses estaban frente al banquillo en un juicio por venta de drogas cuya investigación comenzó en San Pero y terminó desbaratando a una red internacional dedicada al narcotráfico.
Entre los condenados figura el artista sampedrino Javier Celestino García, conocido como “Kukato”, a quien el Tribunal condenó a seis años de prisión de cumplimiento efectivo por el delito de comercialización de estupefacientes.
Su abogado durante el juicio, el Dr. Carlos Ríos, hizo una encendida defensa en la que expuso lo que considera una serie de violaciones a las garantías constitucionales y en la que procuró dar cuentas de lo endeble de las pruebas en su contra.
Aun así, el Tribunal encontró culpable al sampedrino, aunque no ordenó su detención, por lo que aguarda en libertad la resolución del Tribunal de Casación, donde será planteada la apelación, según adelantaron desde el estudio jurídico del Dr. Hugo Lima (h), que lo patrocina. La expectativa de máxima es revertir la condena y de mínima reducirla.
“Creo que hubo violaciones constitucionales violadas por todos los costados”, sostuvo el abogado sobre la investigación, en coincidencia con el alegato de Ríos en defensa de Kukato.
“Él tuvo un efecto arrastre gravísimo. No separaron que él no conocía a ninguno de los colombianos y peruanos que se fugaron”, señaló Lima.
El alegato de la Defensa
Ríos habló en el juicio durante 56 minutos para defender a Kukato, consignó el diario rosarino La Capital.
Durante cuatro años, el artista “vivió con el Estado adentro de su casa”, graficó su abogado: “Con la policía metida en su teléfono, conociendo vida yobra de lo que hacía, en una violación incomprensible a su derecho a la intimidad”.
“En esta investigación de doce años, de razonable aquí no hay nada”, sostuvo y señaló que obra en la causa una queja del fiscal Murray contra las escuchas, que duraron 1.145 días.
Para Ríos, el hecho de que a Kukato apenas le secuestraran unos pocos gramos de cocaína, que no hubiera en su casa elementos de corte, balanza, libretas y elementos relacionadosdaría cuentas de que no tenía actividad comercial vinculada a las drogas.
“Por más que de escuchas alguien saque que yo tengo pensado matar al Papa o volar las torres gemelas lo que hace falta es prueba. Los hechos acá no existen”, aseveró Ríos.
Aun así, los jueces dictaron sentencia condenatoria para Kukato y para todos los otros acusados durante el proceso.
Todos condenados
Todos los acusados en la investigación que comenzó el entonces fiscal federal Juan Patricio Murray bajo la órbita del juez Carlos Villafuerte Ruzo fueron condenados por los jueces Omar Digerónimo, Ricardo Vázquez y Beatriz Barabani, integrantes del Tribunal Oral Federal 2 de Rosario, que atendieron las razones expuestas por la fiscala de juicio Viviana Saccone.
Son los hermanos Marcelo y Horacio Biradelli –el segundo murió durante el proceso–, quienes tenían antecedentes por venta de cocaína en Estados Unidos;Argemiro Sierra Pastrana, un granadero colombiano también condenado en Norteamérica por proveedor de drogas; Diego López Echavarría, también de nacionalidad colombiana, quien se instaló en el conurbano bonaerense para oficiar como distribuidor, y su pareja Sulán Ortega, que iba a las audiencias vestida de monja.
También Cristián Serra, Axel Manderioli y Juana Quispe Espinoza; y un hombre identificado como Luis Avelino Esquivel –según un DNI argentino con el que ya había sido condenado por venta de drogas en Brasil–, que en realidad se llamaba Oscar Rey Patiño, aunque en Tribunales le decían “Prince”, por el músico que no podía publicar discos con su nombre y se identificaba con un símbolo impronunciable.