La cultura del trabajo
Domingo Gerini, “Mingo” para los amigos, tiene 90 años y fue uno de los obreros fundadores de la fábrica Celulosa Jujuy, hoy Celupaper, erigida en 1962 en un predio que atesora memorables historias para recordar.
Que formidable es esta tarea de relatar historias, historias que signan el crecimiento de una ciudad, la transformación de un pueblo, las que dejan ver la antesala de la modernidad, es increíble como de los recuerdos y de las anécdotas pueden tejerse historias dignas de compartir, estos y muchos otros recuerdos, forman parte de nuestro presente.
Lo que hoy es, probablemente antes fue de otra manera. La historia de una ciudad que fue pueblo descubre interesantísimos relatos de los antecesores que supieron vivir a fuerza de trabajo, despojados de objetos y maquinarias que garantizan el confort y reemplazan la mano de obra.
“Mi suegro Don Manuel anticipó la suerte de Celulosa Jujuy”
Una tarde calurosa me acerqué hasta “la Yerbiada”, allí me recibió Mingo Gerini junto a su familia, la quinta donde viven está retirada de la ciudad y me demuestra que se puede tener 90 años y vivir dignamente preservando de manera intacta la cultura de trabajo. Allí Mingo se ocupa de su quinta y se mantiene activo en todo momento; me invitan con mates a disfrutar del canto de los pájaros y las chicharras a un encantador encuentro repleto de aire puro, naturaleza y relatos que cautivan mi atención y mis profundas ganas de reproducir en esta nota aquellas sagradas palabras, risas y anécdotas que aceleran mi anhelo por reproducirlas.
“Mis cuñados y yo teníamos un tambo donde ahora está la cartonera y teníamos alquilado un bañado para pastar las vacas. Este bañado era el terreno donde después se construiría la fábrica”
Hacía muchos años que la familia Epelde (su suegro Don Manuel y sus cuñados) lo rentaban, con mayor precisión, lo rentaba Grigioni (quien era el suegro de Manuel Epelde,) desde 1914, así que, sin dudas hablamos de casi un siglo de vida y recuerdos en ese lugar.
“Manuel Epelde nos había dicho que nunca dejemos ese campo, a menos que venga una fábrica que de beneficio a todo el pueblo. El sueño de Don Manuel se cumplió un año después que falleciera”, relató Mingo.
Mientras González era el Intendente de San Pedro, Adolfo Porta, Don Guillermo Kühl y Manuel Martínez Sobrado, solicitaron el campo para instalar una fábrica y, teniendo siempre presente las palabras de Don Manuel, accedieron a entregar el campo a cambio de trabajo por la inminente fábrica de papel que se instalaría a las afueras del pueblo de aquel entonces.
Perseverar y triunfar
“Pasaba que andaban sin plata, no nos podían pagar, entonces hicimos un trato: nosotros trabajábamos en la construcción, sin sueldo, pero ellos nos seguían prestando el campo y podíamos seguir con el tambo hasta que pudieran pagarnos y prometían darnos trabajo como obreros cuando la fábrica estuviese construida”, ese fue el trato que hicieron en una época en que la palabra era suficiente para cumplir con una promesa, nada fue firmado y todo lo que se pactó fue cumplido luego, así fue como Celulosa Jujuy cobró vida y progresó con el correr de los años. “Mis cuñados, Hugo y Horacio Epelde y yo nos levantábamos a las 4 de la mañana, ordeñábamos y a eso de las 7 tomábamos el desayuno. Después Horacio salía a repartir la leche y Hugo y yo llevábamos las vacas al bañado y nos quedábamos trabajando para la fábrica. También venía Tito Nouet que vivía en el fondo del terreno, donde luego se construyó un chalet para los dueños”. “A pico, pala y carretilla nuestras, porque ni siquiera había dinero todavía para eso, hicimos una rampa para descargar las cabriadas del galpón y un pozo que medía 10 metros por tres de hondo”.
A Porta le dieron el puesto de jefe, pero no le pagaban tampoco y contrataron dos personas más, a su hermano Juan Ángel y a Roberto Mobiglia que vivía por ahí.
“Mi hermano hacía quinta donde ahora está el parque. Sembraba sandía y zapallo inglés. Porta, ya jefe, venía como a las diez. Agarraba un caballo nuestro que se llamaba Tierno, lo ataba a un rastrín que había improvisado Juan Ángel con un par de maderas y se iba a buscar tres o cuatro sandías a la quinta de mi hermano. Después nos reuníamos todos debajo de un ombú que había en la entrada a comer sandías. Porta se iba y nosotros seguíamos hasta las doce. Luego venía otro rato y así”.
En el pozo solamente trabajaron tres meses, fue para hacer la base para un motor que habían comprado en una papelera de Zárate. Ese motor lo instaló Miguel Marra, que era el mismo que lo había desarmado para poder traerlo.
“Don Miguel vivió en mi casa durante mucho tiempo porque tampoco sobraba la plata para pagar hotel” y, de acuerdo a los relatos de su hija Graciela, no lo dejaban en paz a este hombre, que sabía bastante de mecánica y resolvía cuestiones permanentemente, trabajaba de sol a sol, aseguro.
Los motores y gran parte de las primeras máquinas se guardaban también en su casa. “Eran aparatos gigantescos. Para llenar la base del pozo estuvimos tres semanas, trabajando noche y día. Pero, para ese entonces ya habían contratado más personal, ya que el Ingeniero Laserca, otro de los socios, había conseguido un crédito. Entonces empezaron a pagar. Pero seguían ahorrando. Me acuerdo que pusieron a un viejo calabrés para enderezar clavos que sacaban de los encofrados y volver a usarlos” comentó entre risas Mingo.
Así empezó la antigua fábrica Celulosa Jujuy, Domingo trabajó siempre, en la planta de pasta, elaboraba la pasta para la fabricación de papel, en aquel entonces papel higiénico, luego se sumaron algunos otros productos.
Celulosa Jujuy en San Pedro
Previamente había en Jujuy, precisamente, una papelera funcionando, y cuando uno de los ingenieros fundadores vio que podían acceder a un crédito como para instalarla, no dudó que la segunda planta elaboradora de papel sea en San Pedro.
Luego de un tiempo de trabajo, con los materiales que llegaban a cuenta gota y con personal principalmente santiagueño en la mano de obra, a quien Mingo les acercaba alguna vianda para el refrigerio manejando un tractor o haciendo mandados en una antigua moto, la fábrica estaba montada y sus maquinarias, que no eran nuevas, comenzaban a funcionar para producir y a prueba y error, entre teoría y práctica, sortearon unas cuantas dificultades para comenzar definitivamente la producción.
Cuando pusieron la línea de alta tensión para que hubiera energía eléctrica directa, todo fue diferente, eso facilitó mucho las cosas, antes trabajaban con tubos de oxígeno que tenían que cargar permanentemente y entorpecía la funcionalidad.
Su hijo Oscar, con apenas 16 años y autorización de Domingo, comenzó a trabajar, pintaba y hacía otras changas y ahora con 62 años continúa en la fábrica. “El ambiente era muy familiar, luego eran muchos y se fue perdiendo esto tan familiar” comentó Mingo.
Al principio trabajaban en tres turnos corridos, en la caldera eran tres, otros tres maquinistas y donde hacían la pasta otros tres más, luego fueron agregando nuevo sectores de control de calidad y alistamiento lugares donde trabajaban mujeres, “muchos accidentes hubo ahí, había motores eléctricos grandes”, muchos amputados, el mismo Domingo Gerini, sufrió un grave accidente, un fardo de materia prima de 400 Kg. lo aplastó y le sacó de lugar la cadera, pudo haber sido tremendo, luego de una larga recuperación casi sin moverse y pese a su voluntad ya no volvió a trabajar.
Fue notable como desde que se instaló la fábrica, muchos hombres y mujeres de la zona dejaron sus actividades rurales para emprender nuevas oportunidades, principalmente económicas, porque estaban muy bien rentados como operarios, se ofrecían buenas ventajas, incluso para las mujeres que se dedicaban principalmente al embalado, ralató el entrevistado.
Otra cultura se vivía entonces, los anhelos de trabajo y de progreso eran notables en una época donde lentamente comenzaban a vislumbrarse nuevas oportunidades, incluso antes de que llegaran las fábricas, como está escrito anteriormente, se trabajaba arduamente en el campo y la vida se ganaba a fuerza de trabajo y mucho sacrificio. Predicar con el ejemplo como en otros tiempos, sería indispensable para rearmar este modelo actual de sociedad que difiere de aquellas épocas en las cuales trabajar era sinónimo de dignidad.