La ciudad turística recibe otro fin de semana con la peor infraestructura de la última década
Del proyecto participativo que en 2002 generó el impulso de un plan estratégico para el desarrollo turístico queda poco y nada. La Dirección de Turismo sólo está para dar información en las casillas. El Fondo de Turismo se cobra pero se pierde en gastos corrientes de un municipio que sólo paga los sueldos si lo asisten desde Nación o Provinicia. El ambicioso proyecto para el exbalneario no es más que una maqueta abandonada y el predio es un caos cada fin de semana. El gobierno está inactivo en el tema y ni siquiera fue abordado con seriedad durante la campaña.
Hace dos semanas, San Pedro tuvo un stand en la Feria Internacional de Turismo (FIT), donde se exponen las bondades de los centros turísticos más importantes del país. Esta ciudad, se supone, es uno de ellos. Sin embargo, del participativo plan estratégico para el desarrollo de la actividad que comenzó en 2002 queda poco y nada. Este fin de semana largo, una vez más, miles de personas vendrán al “verde más cercano”, que cada vez tiene menos que ofrecer (ver actividades previstas en páginas centrales).
La decadencia de la pretendida ciudad turística comienza en los accesos destrozados, con el famoso cartel que la Provincia puso en la 1001 para avisarle a los automovilistas que deben circular a 30 km por hora porque el Gobierno no se hace cargo de sus responsabilidades.
La proyectada casilla de turismo en la intersección de esa ruta y Crucero General Belgrano quedó en veremos, por lo que el visitante ve el cartel de bienvenida que el propio pueblo construyó ante la desidia de las autoridades pero nadie más lo recibe.
La Dirección de Producción y Turismo que conduce Pablo Ojea es, para el segundo de sus temas, apenas una coordinación de casillas de información que a duras penas pueden decirles a los visitantes cómo llegar a los museos, la costanera y Vuelta de Obligado. Si preguntan por algo más para hacer, quien los atienda sólo podrá encogerse de hombros.
En la FIT, la delegación sampedrina tenía un video con fotografías de las bellezas locales, todas tomadas hace cinco o seis años. Quien lo vio en esa importante oportunidad para promocionar la ciudad podrá hacer el juego de las cientos de diferencias: calles, plazas, miradores, la costa, el exbalneario… todo está deteriorado, con excepción honrosa del predio costanero denominado Paseo Público, único parque del que los sampedrinos pueden estar orgullosos, aunque la integración de su vecino tras la baja de la concesión a Actur deja mucho que desear.
Somos lo que mostramos
Lo que sucedió durante el fin de semana del San Pedro Country Music Festival, una de las fechas más importantes del calendario local, repercute en cómo se ve la ciudad hacia afuera. La fiesta fue inigualable, pero a pocos metros sucedían cosas extrañas. El Paseo Público ampliado mostró en todo su esplendor que las decisiones tomadas en los últimos meses quedaron todas a mitad de camino y que la falta de control comporta riesgos cuyas responsabilidades nadie quiere asumir.
Es paradójico, porque un día antes del caótico sábado del Country, el intendente reunió a los funcionarios relacionados con el tema para coordinar tareas. Es inimaginable lo que hubiera sucedido si no estaba esa “coordinación”.
La “toldería” que se repartía por todo la costanera y que, no sin debate, fuera trasladada para mejorar su aspecto, su capacidad y su gestión, sólo mudó de espacio. Entre las exproveedurías de lo que fue el Balneario y los tapados y malolientes baños se desarrolla una feria que remeda lo peor de las medievales.
Enganchados del servicio de electricidad, sin controles de bromatología ni de inspección de Comercio, los puestos se reproducen sin ton ni son. Hay alrededor de 25 y venden de todo: desde pirulines a parrillada, pasando por pescado, pastelitos, verduras y hasta bebidas alcohólicas. No faltan los que pasan la noche en una de las viejas construcciones de material que todavía sobreviven allí.
El fin de semana del Country, un camping vecino se quejó porque había carpas, fogatas y música a todo volumen. Turistas hicieron lo propio porque hubo quienes les alquilaron parrillas con precios excesivos. Cuando se empieza a ahondar en los actores del asunto, la situación se pone más espesa.
“Ustedes perdieron las elecciones, así que acá no vengan a joder”, habría amenazado un emprededor no registrado cuyo puesto era casi un restaurante cuando empezó el control y volvió a serlo ahora, luego de que Giovanettoni y los suyos perdieran las internas y con ello la capacidad de gobernar.
El puestero en cuestión sería esposo de una empleada municipal que habría conseguido buenas migas para que les permitan vender alcohol, algo que está prohibido, siempre y cuando lo escondan más o menos.
Durante el fin de semana repleto de turistas, otro empleado municipal fue el que recomendó armar carpas de noche y desarmarlas de día, y otro trabajador del Estado el que alquiló parrillas con precios que empezaron en 100 pesos y terminaron en 500 en al menos un caso. Otros empleados municipales se “solidarizaron” y compraron todas las milanesas que había hecho una señora para vender. Eso sí, de decomisar, poco y nada.
Los puestos, como se dijo, volvieron a ser la misma toldería. Ello a pesar de que cuando los trasladaron allí se anunció un plan para que todos tuvieran el mismo gazebo, es decir la misma lógica estética. Nada sucedió.
Mucho menos el ambicioso proyecto presentado en la era Guacone, que incluía playa pública en la isla, concesiones y hasta el sueño de un puente. De los funcionarios que diseñaron ese plan, dos ya no están y otros dos fueron destinados al olvido.
¿Dónde está el proyecto?
El plan para concesionar sectores y crear un Paseo Público ampliado con playa pública en la zona de islas respondía a necesidades detectadas por relevamientos de la Dirección de Turismo que conducía Yoyi Villafuerte bajo la coordinación de Ojea, en ese momento Secretario de Desarrollo Económico, Cultural y Tursítico.
El secretario interino de Obras Públicas Fito Benincasa y el Director de Obras Gregorio Gutiérrez fueron parte del desarrollo del proyecto. Como se dijo, dos ya no están en funciones y los otros dos sí pero no tanto.
Obras Públicas cambió de coordinadores y la campaña política se coló en la planificación. Las obras proyectadas fueron destinadas a los barrios, donde se podían mostrar y conseguir votos, y el balneario volvió a esperar.
Incluso por estos días, a un mes del festival Mastai que tendrá lugar en ese espacio, los planes de mejoramiento del lugar siguen en los escritorios pero poco se los ha visto en el territorio.
El vaticinio de Inta y del Servicio Meteorológico Nacional de que este será el semestre cálido más lluvioso de los últimos 50 años, sumado a la creciente que podría sobrevenir desde río arriba, hacen prever que el balneario tendrá agua, como la tiene ahora, con diversos sectores convertidos en verdaderos bañados.
Un contratista sospechado de sobreprecios tuvo a su cargo tareas de embellecimiento de las que se han visto pocos resultados. Basta observar la escalera del mástil que da a la plaza de la integración, en el nuevo Boulevard, destrozada y tapada por la vegetación y la tierra de derrumbes.
Los durmientes para la contención de barranca que la ADIF otorgó por convenio al municipio, avalado por el Concejo Deliberante, “duermen” -si se permite el chiste- en el obrador, con el riesgo que ello implica, porque no hay proyecto para ellos, ni seguro contratado -asi lo exigía el Gobierno nacional- ni lugar en condiciones para albergarlos.
Ni el ambicioso proyecto que impulsó Guacone -después de todo, el “autor intelectual” de la recuperación de ese espacio- ni los parciales que fueron pensados en algunas áreas se han visto plasmados.
Ni el escenario en la parte más alta, ni la oficina de turismo para que el Estado local deje de alquilar el local frente a Pescadores, ni el puesto de Prefectura para mejorar la seguridad de la zona, ni la sectorización para las parrilas, ni el Puerto de Niños, ni los baños en condiciones, ni los desagües necesarios, ni la pileta de natación que vino a proponer el Ministro de Desarrollo Social de la
Nación Eduardo “el Negro” Aparicio con el desparpajo propio de quien corriera detrás de De la Rúa para subirse a un helicóptero. “Por lo menos hicieron el skatepark”, le dijo a La Opinión un sampedrino que sale a caminar por el lugar. Y algo más, para mucho de lo que aquí se documenta no se puede aducir “falta de presupuesto” porque no es el dinero el único que puede producir cambios. El turismo generaba y aún genera un movimiento económico que permite un circulante modesto o importante de acuerdo al clima de cada fin de semana pero es lo último que queda por “arruinar”.
El Fondo sin fondos disponibles
En 1973 -porque San Pedro turístico no es una idea del siglo XXI- se creó por ordenanza la cuenta especial Fondo para el Desarrollo del Turismo, que se alimentaba del uso de las instalaciones del balneario, del derecho de uso de playas y riberas, y del ingreso por concesiones de instalaciones ubicadas en la costa.
Su destino son “exclusivamente” fines de promoción turística como construcciones, impresos, contrataciones, fumigación y “todo otro gasto que se origine para conservación de Balnearios Municipales y Zona Costera que no figure en el presente detalle”. Por entonces la ciudad tenía más de un predio costero para disfrutar.
A mediados de agosto, ese fondo tenía casi 600 mil pesos, de los cuales estaba registrado un gasto por poco más de 120 mil. Es decir que debería haber alrededor de 480 mil pesos disponibles para todo lo relacionado con la política de desarrollo turístico. “Subejecutado”, se dice en términos técnicos. “Se la gastaron en sueldos”, en términos de la gestión del municipio en los últimos años.