La armadura de Scioli
Un candidato todo terreno necesita mucho más que protección personal. Daniel Scioli ha superado con creces la madre de las batallas y pretende ser el primero en atravesar la maldita tradición que en la historia democrática impidió que un Gobernador de Buenos Aires se transforme en Presidente. Desde su lealtad a Menem a su afecto por Duhalde; de su oportuna admiración por Néstor a la sumisión con Cristina; todo es posible en la vida de quien se pretende un estadista cuando se necesitaba al menos un gestor.
Sin rivales internos, Daniel Scioli puede construir su insólita campaña de logros sobre el relato de los centenares de afiches que explican cual es “la victoria”. Su victoria. La victoria de llegar por milagro y sin convicción que lo contenga a liderar su proyecto más ambicioso tras diez años de profundas transformaciones que no han llegado a las 135 ciudades del interior del territorio que administra: suceder ni más ni menos que a Cristina.
Tamaña afrenta para quienes componen sus opciones electorales parecía intolerable. Ni Julián Domínguez ni Aníbal Fernández le aportan los votos que necesita en su principal bastión. Ambos dependen de la bondad de la lista sábana y la debilidad de los candidatos de la oposición. Ambos desconocen en qué estado recibirán la provincia si ganan en el mes de octubre.
Sólo los bonaerenses saben cuánto padecen la falta de educación en escuelas que se construyen mal para arreglarlas peor y con empresas que siempre quiebran; la reducción al cincuenta por ciento de las cuotas a los comedores escolares; la inseguridad en manos de policías que se capacitan en seis meses y portan un arma cuando apenas superan los veinte años de edad, que manejan patrulleros que chocan antes de cruzar una calle; o la profunda dimensión que tiene el consumo y la distribución de drogas frente a una Justicia que espera que un menor cumpla la mayoría de edad para ocuparse de sancionarlo cuando ya es tarde para recuperarlo.
De última, lo dejan a merced de un disparo y todo vuelve a empezar.
Por el lado de la salud las cosas no están mejores y aunque inauguren salas de prevención no existe el recurso médico y de enfermería entrenado para resolver las violentas situaciones que afrontan aún cuando curan a un herido de bala.
De rutas no se puede hablar. Los accesos a las ciudades en los que los intendentes soportan la presión ciudadana reciben cada tanto un precario bacheo aunque sea por allí donde circulan camiones que entran y salen con la producción de las economías regionales, las plantas fabriles o los puertos.
En ese ocultamiento conveniente, no sólo la prensa es cómplice con la excusa de indicar que Scioli siempre fue la versión light de un partido del que sólo quedan referentes históricos porque los nuevos se adaptan a distintos formatos y según soplen los vientos. También colaboran y mucho quienes lo eligieron como sucesor del kirchnerirsmo y se alinearon sin ruborizarse tras señalar que no era el candidato del proyecto con la mofa de los intelectuales de Carta Abierta, que comenzaron a guardar un prudente y sospechoso silencio. Tan sospechoso como distante de las carcajadas con las que condenaron “al manco”.
Casi como sanción escolar todos escriben cien veces por día “no debo hablar mal de Scioli”, para continuar la tarea con un “debo votarlo convencido”.
El pasado viernes hubo orden expresa del comando sciolista para comenzar a transitar lo que creen será la madre de las derrotas para la Presidenta: “no hay que nombrarla”, fue la premisa que boca contra oído comenzó a circular entre viejas víctimas de la impiedad de la Jefa de Estado y su estrecho círculo de colaboradores obedientes.
Es necesario que se sepa e imprescindible que se diga que la quimera no sólo habita en el relato nacional sino en la paupérrima gestión de la provincia más rica del país, subexplotada y con índices de pobreza que apabullan. Está claro que es la oposición la que gratuitamente ha contribuido con sus ridículas alianzas a ocultar la bochornosa postal de la decadencia en una geografía más que generosa para generar empleo aun arrojando al vuelo una semilla en sus productivas tierras.
La armadura le ha dado grandes resultados. Si a la hora de dormir se la saca, la piel es del mismo material. No le entran las balas. El milagro está en marcha y parece que por ahora no hay freno, a menos que los intendentes dejen de mentir y exhiban sus miserias locales. Claro, sólo aquellos que no necesiten que todos los meses les giren dinero para pagar los sueldos. No más que eso.