Ilusión mundial: “La alegría no tiene buena prensa, pero anda cerca”, por Román Solsona
Una postal de la alegría que se vive, en la previa de la gran final, por el librero Román Solsona.
Siesta. Camino por el barrio. La calle tiene el nombre de un cantor de tangos. Hay una pelopincho en la vereda. Desde uno de los esquineros de plástico el gurisito se zambulle como buscando el fondo que está más allá de la lona, tal vez en ese subsuelo del mundo que sólo él conoce. Después de un momento resurge con los ojos cerrados y la risa clarísima. El flequillo mojado es una cortina en la cara. Tose y me mira. Otra risa. No termino de pasar cuando escucho unos gritos de madre o acaso de hermana mayor. Que recién la limpiaron, que cómo se le ocurre tirarse todo pintado, que mancha el agua, que vení para acá. Y mientras lo sacan de un brazo le veo la espalda: listones blancos y celestes. La piel de argentina. Se suelta de prepo y vuelve a meterse. Fijate, parece una bandera que se mueve, le señala él. Ya un poco alejado, entre las olitas que dejó el chapuzón y los colores, noto, claro que sí, que su pileta es una bandera que se mueve. Qué otra cosa podría ser. La mujer pone los brazos en jarra y vuelve adentro. Entonces el gurisito se hunde de nuevo, hasta que sale con los ojos cerrados y la risa clarísima. Mira su estela en el agua teñida de país. Y se ríe una vez más. La alegría no tiene buena prensa, pero anda cerca.
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