“Hubo policías que me decepcionaron porque a ellos también les puede pasar”
Ayer se cumplió una semana del regreso del policía Luis Castañarez a su casa, donde cumplirá arresto domiciliario hasta que la Justicia se expida sobre la sentencia que lo condenó. Abrió las puertas de su hogar y charló con La Opinión .
Tranquilo y sereno, contento porque ese día había vuelto a trabajar, el policía Luis Castañares recibió a La Opinión en su casa. Se ceba unos mates y degusta una torta marmolada que una amiga de la familia cocinó. De fondo, se escucha el rock and roll que Ayekalor programa todas las tardes. Así son los días de quien fue condenado a 18 años de prisión y que por una disposición de la Cámara de Garantías regresó a su domicilio, donde cumple arresto domiciliario hasta tanto se conozca la decisión del Tribunal de Casación sobre la sentencia en primera instancia que pesa sobre él. Luis Castañarez tiene 45 años, trabajó como policía desde los 28 y esa noche realizaba horas cores por el centro de la ciudad, hasta que los alertaron sobre lo que estaba sucediendo en la esquina de Padre Santana y 3 de Febrero. Llegaron y revisaron el lugar, pero no vieron nada. Se iban a retirar pero a él se le ocurrió subirse al techo: “Si nos hubiéramos ido, no habría pasado todo esto”, dijo a La Opinión.
La Policía
Mucho se dice y se especula con respecto a cómo se comporta la policía cuando algún colega está en aprietos. Por supuesto que en esta causa la situación es mucho más compleja, porque del otro lado también había un policía, el padre de la víctima Gonzalo Rojas.
“En la policía uno es un número nada más, ellos piensan que nunca les va a pasar y cualquier policía que me conoce bien a mí, les pueden preguntar, y les van a decir que toda mi vida bregué por el tema del buen uso del arma y sus medidas de seguridad”, dijo Castañarez.
“A los policías que estuvieron esa noche conmigo no los vi nunca más, solamente a Tarragó, con quien trabajábamos en la vial”, detalló. “Ningún policía saca el arma para disparar, uno saca el arma porque está en riesgo la vida. Yo saqué el arma porque cualquier procedimiento policial te indica eso”, aseguró.
“Lamentablemente en todos lados es igual, cuando está todo lindo… todo lindo, pero cuando esta todo mal… el único que raja para afuera es el perro. Nadie saca la cara por nadie”, indicó, mate en mano. “Hubo policías que me decepcionaron, porque a ellos también les puede pasar. Me trataron como el peor de los delincuentes. Sé que se piensa que por ser uno policía van a tener otro trato, pero es al revés”, relató Castañarez con algo de bronca dibujada en su rostro.
Entre su relato el policía recordó algunos dichos durante el juicio: “Cuando escuché al Dr. Dedominici fue muy feo, porque no me puede decir que yo estaba jugando al Rambo o que me dijeran que yo soy un gatillo fácil. Yo entiendo su postura, porque en el medio hay una muerte que voy a lamentar toda mi vida, pero que me traten así es muy feo. Siempre me basé en lo que había que hacer, de hecho por algo la gente me apoyó”, afirmó con contundencia.
“Nunca dejé de creer en la Justicia, yo siempre creí en Dios y la Justicia. Obviamente que después que te dan 18 años sentís otras sensaciones, pero yo sé cómo son los pasos legales y tengo la certeza de que se reducirá la condena”, aseguró esperanzado.
La cárcel
Las vueltas de la vida tienen cosas inexplicables y en la historia de Luis Castañarez se cruza la de Pablo Pérez, el joven que permanece detenido sin condena, acusado de abusar sexualmente de dos menores el 1º de enero de este año. Ambos se encontraron en la cárcel y compartieron el pabellón de sanidad. Además, tienen en común que el hecho que involucró a cada uno por su lado se produjo en la misma esquina: Padre Santana y 3 de Febrero.
“Por suerte había un preso sampedrino, el chico Pablo Pérez. Yo entré a la cárcel cerca de las 11 de la noche, así que imagínense lo que fue, caminamos pasillos y pasillos, rejas y candados hasta que te encontrás con un montón de camas y gente que te mira y te habla. La primera impresión fue la de ver a un tipo que estaba en huelga de hambre, estaba sentado en una silla con la boca cocida con hilo y alambre. Encontrarte con todo eso es muy difícil”, recordó.
“En mi pabellón había de todo, entre 14 y 18 personas todos los días, donde compartís todo, durmiendo juntos, compartiendo el baño, la cocina, todo. Imagínense como fue el trato conmigo teniendo en cuenta que el que llegaba era una persona igual a la que a ellos los había metido preso. Tenés que caminar permanentemente dando la espalda a la pared. No tuve mayores problemas, estuve muy cerca pero pude zafar”, contó.
“Tenés que tener mucha fuerza moral. Hablaba con Pablo Pérez y me decía que me envidiaba. El es un pibe fuerte y ante cualquier imprevisto se para de mano ante cualquiera. El fue el que me enseñó muchas cosas, me enseñó a caminar, como se dice, cómo moverte, cómo enfrentar a los presos, no bajar la vista, no hay que demostrarles miedo”, describió.
La familia
Luis Castañarez está casado con Sonia Mateo, quien trabaja como docente. Tiene dos hijos, Aquiles de 18 años, que estudia en Rosario, y Ulises, de 15: “Dos dioses –dice él– que eligió mi señora, como buena profesora de historia que es.”
“La verdad que entre tantas malas estoy orgulloso de la familia que tengo. La gorda (por Sonia) se puso la casa al hombro”, expresó con lágrimas en los ojos Castañarez.
“Entre tantas personas le debo mucho a Sergio Gaido. Nos conocemos de jóvenes y fue él quien me dio trabajo en Frutales. Para mí es importante, ya que por más o menos que sea, puedo traer algo a mi casa. Voy y vengo en bicicleta o moto. Puedo trabajar sólo seis horas, y si por algo me tengo que quedar un rato más llamo al Patronato de los Liberados y aviso. Después no salgo para nada, jamás me crucé ni a la farmacia de enfrente, no me dejan ni salir a cortar el pasto”, explicó.
“Con estas cosas te das cuenta cómo es la gente, quién era tu amigo y quién se borró. Como muchos desaparecieron, otros estuvieron siempre a mi lado. Las miles de personas que fueron a la marcha que organizó mi familia me demostraron todo”, aseguró sonriente, orgulloso de las amistades y los familiares que no lo abandonaron.