Homenaje al escultor Carlos Ferrari
Llegó a San Pedro un día cualquiera, invitado por amigos... Vio el verde infinito y el infinito cielo que tiñe de azul las aguas barrosas del Paraná... Fue y vino y al fin se quedó como un sampedrino más... Dejó en Buenos Aires a sus amigos de siempre con los que compartía la pasión por la escultura... Traía la impronta del artista, la pasión del creador, la paciencia del maestro, la impaciencia de la cultura incomprendida en una sociedad angustiada por sus historias... Con él trajo el puntero que había desbastado la roca, buscando las figuras escondidas en la entraña inerte... Y trajo el cincel, y con él dio vida a las figuras escondidas en la entraña inerte de la roca... Sintió la emoción y la angustia, la felicidad y el pesar, los buenos y los malos momentos de la vida, y los expresó modelando la arcilla que luego sería el Ghandi y los bloques del eterno mensaje de la Pasión de Cristo, por sólo mencionar algunas de las obras emplazadas en San Pedro... Enseñó, brindó su arte y en las paredes humildes del Taller Municipal de Esculturas, dejó escritos los mensajes de aquellos que alguna vez apreciaron la cultura como un bien de los pueblos aún por descubrir... Sus alumnos le deben lo que saben, porque él los inició en el gratificante oficio del arte... Les recomendó, a veces discutieron, la mayoría compartieron el sublime instante de la creación... Una cruel enfermedad lo aquejó durante los últimos años, pero con el mismo valor con que acometió la dureza de la roca, soportó los embates de su mal... Y siguió luchando a su manera, inconforme, apasionado, con el alma limpia y las manos sucias del trabajo del artista... Como todos los seres inspirados por la genialidad, tal vez no haya encontrado en San Pedro el aprecio de sus valores... Pero queda su obra, que es una forma de no morir nunca... Falleció el Escultor Carlos Ferrari... Hoy lo estamos recordando, y queremos decirte: Gracias Maestro...