Golpiza, secuestro y resentimiento contra la familia Incisa
El asalto al matrimonio Incisa di Camerama, propietaria de la casa de fotos Studio A, entra en la fase final de su investigacion. Fue una verdadera muestra del salvajismo y la impunidad con la que los ladrones actúan en la ciudad. Las víctimas fueron rehenes en su propia casa durante más de una hora y mientras eran azotados sin piedad, veían como todas sus pertenencias eran destruidas. Les pedían dinero que no tenían y sólo les robaron $ 500, una cámara de fotos, celulares y dos relojes. Para fugarse, secuestraron al hombre en su propio auto y lo abandonaron cerca del Aeroclub. El vehículo apareció más tarde incendiado en proximidades de las 150 viviendas.
No hay otra explicación que la terrible convicción de que la violencia ha llegado a límites insospechados, en nuestra ciudad. Ese es el único planteo posible para entender lo que le ocurrió al matrimonio formado por Manuel “Lele” Incisa di Camerama y su esposa Cristina el pasado viernes. Un caso que muchos consideraron, digno “del gran Buenos Aires”.
Durante más de una hora, los miembros de esta reconocida familia de comerciantes, propietarios de la casa de fotografía Studio A, ubicada en pleno centro de la ciudad, fueron tomados como rehenes, maltratados y vapuleados en su propia casa. La vivienda está situada en Segundo Sombra 250, justo frente a la nueva bajada de la calle 9 de Julio y Rómulo Naón, en el flamante boulevard costanero.
Los autores fueron dos jóvenes que actuaron con tal nivel de impunidad que llegaron en bicicleta, poco antes de las diez de la noche y aguardaron el arribo de Incisa para atacar. Uno de ellos llevaba la cara semicubierta pero el otro actuó a cara limpia. Cuando el comerciante quiso ingresar su automóvil Toyota Corolla gris, los delincuentes lo sorprendieron y amenazándolo con un revólver lo obligaron a entrar a la casa, donde estaba su mujer Cristina, esperándolo.
Allí comenzó la odisea. Primero los ladrones obligaron al matrimonio a subir al primer piso. Le pedían insistentemente dinero, pero como ellos contestaban que no poseía ningún monto importante en su hogar, los golpeaban con lo que tenían a mano. Su salvajismo se tradujo en una verdadera batalla campal. Rompieron todo lo que encontraron a su paso, y hasta se dirigieron a la heladera para tomar alimentos y desparramarlos por toda la casa. Sobre los muebles y las paredes derramaron desde bebidas alcohólicas hasta dulce de leche demostrando un ensañamiento inusitado.
Además del maltrato físico y verbal, demostraron que su único objetivo era obtener dinero en efectivo porque descartaron joyas que la mujer les ofreció como botín. Entre otras, un collar de piedras de gran valor que uno de los delincuentes hizo añicos sin miramientos.
Lo único que finalmente se llevaron fue un total de $ 500 en efectivo, una cámara de fotos y dos relojes. Pero como reaseguro decidieron secuestrar a Incisa para fugarse. Lo subieron a su propio auto, mientras la mujer quedaba sola y maniatada en una habitación de la casa.
Auto en llamas
Por el espacio de una hora, la mujer de Incisa no supo cuál había sido la suerte de su marido. Los ladrones lo subieron maniatado al asiento trasero del Toyota Corolla y lo obligaron a ocultarse. Después de un largo recorrido por la ciudad, finalmente lo abandonaron en inmediaciones del Aeroclub. Golpeado y desorientado, Incisa logró llegar a la vivienda de los caseros que lo asistieron y llamaron a la policía.
Un móvil concurrió a buscarlo y atendiendo a su pedido, lo llevó en principio a su domicilio para reencontrarse con su esposa que aguardaba novedades con desesperación. Allí los vecinos se habían acercado para brindarles apoyo y un médico amigo los asistió por las heridas sufridas que fueron numerosas.
Mientras tanto, la policía había montado un operativo cerrojo después de dar aviso a las localidades vecinas. Se creía que los delincuentes intentaban alcanzar la autopista a bordo del Toyota. Pero más tarde, una denuncia de vecinos de las 150 viviendas indicaba que un automóvil en llamas estaba abandonado en la intersección de Hermano Indio y Alvarado. Era el vehículo de Incisa que había sido incendiado por los delincuentes antes de abandonarlo y darse a la fuga. El fuego alcanzó el asiento del conductor y parte del trasero.
Los únicos elementos que los asaltantes dejaron como prueba, fueron las bicicletas que conducían y que abandonaron en la puerta de la casa de Segundo Sombra, motivo por el que la investigación se inició con las primeras averiguaciones de la procedencia de estos rodados.
Con el correr de las horas, las hipótesis se fueron sumando pero se mantenía un estricto secreto de sumario.
La calificación del hecho, que fue “Robo calificado, privación ilegítima de la libertad y lesiones leves. Incendio y hallazgo de automotor” es sin duda irrisoria para dar cuenta de semejante actos de vandalismo.
La alarma que el caso generó trascendió las fronteras de San Pedro porque los medios nacionales se hicieron eco. Y eso apuró la preocupación de la policía y del gobierno municipal que al cierre de esta edición tenían pistas firmes para dar con los autores del ilícito.
Patadas, cintos y escupitajos
Apenas la mujer pudo liberarse de las ataduras y la mordaza, llamó a un vecino quien raudamente la asistió. Los primeros relatos de la Sra. Incisa, dieron cuentas del grado de violencia con el que se habían manejado los delincuentes. Los golpearon con cintos, con un sable y hasta varios puntapiés cada vez que caían al piso. El hombre fue encerrado en un baño y la mujer torturada con golpes y escupitajos. La escena con la que se enontró la Fiscal Gabriela Attes, el Capitán Romano y el Capitán Rolleri, superó todos los cuadros registrados hasta el momento.