Gabriel Vázquez, el detenido por robos rurales, había asesinado a Lucía Biglia en 2002
Domiciliado en Santa Lucía desde que recuperó la libertad, había sido condenado a 20 años de prisión de los cuales sólo cumplió 9. Es quien apuñaló a una mujer e intentó matar al marido y a su hija. Fue detenido con tres cómplices tras un asalto en La Estrella e investigan la conexión de esa banda con otros delitos similares. La sobrina de la víctima de aquel crimen reclamó justicia en Radio Cuarentena.
Este lunes por la mañana cuatro delincuentes fueron detenidos por la Policía Vial cuando escapaban por ruta 9 tras asaltar a una pareja en la zona rural del paraje La Estrella. Tres de ellos son del conurbano. El cuarto, de Santa Lucía. Es nada menos que Gabriel Alejandro Vázquez, quien cumplió condena por matar a una mujer a intentar asesinar al resto de la familia.
Vázquez tiene 40 años. En 2002, cuando cometió el violento crimen en el paraje El Descanso, donde vivía con sus padres, tenía 19. El hecho causó estupor en la comunidad de la zona. Tanto como la noticia de su liberación en 2011, tras cumplir 9 de los 20 años de prisión efectiva a los que había sido condenado en 2006.
“En ese año se dormía solo con mosquitero, era un lugar muy tranquilo, muy apacible”, recordó este martes en Radio Cuarentena Noelia Pais, sobrina de Lucía Biglia, la víctima fatal del ataque de furia de Vázquez, que asesinó a esa mujer de 47 años e intentó hacer lo propio con el esposo, la hija y el novio de la joven: a todos los atacó con un cuchillo de caza; a casi todos les cortó el cuello.
Lucía Biglia era catequista del paraje El Descanso. Junto a su esposo, Rubén Jáurgeui, y su hija, Romina, conformaban una familia querida y respetada en el paraje. Vivían en una estancia que llevaba el nombre “La Paz”, a pocos metros del almacén San Patricio.
Vázquez era hijo de un matrimonio de caseros que residía en un establecimiento ubicado enfrente, la estancia Romero Carranza. Unos días antes del sangriento episodio, el entonces joven de 19 años había discutido con los Jáuregui por un alambrado que estaba haciendo en su campo, trabajo que dejó por la mitad.
Eran las 2.30 de la madrugada del lunes 21 de enero cuando la paz del campo homónimo se rompió para siempre. Vázquez fue en bicicleta desde su casa. Abrió la tranquera, entró y la cerró. Luego de atravesar los 1500 metros que separaban el acceso de la vivienda familiar, ingresó por una puerta que estaba abierta, en medio de la oscuridad.
Llevaba guantes. Lo primero que hizo fue cortar el cable del teléfono. Luego se dirigió al cuarto del matrimonio, cuchillo en mano. El arma, de caza, de los que por fuera de esa actividad deportiva se denominan “tipo Rambo”, tenía 10 centímetros de longitud. Con eso atacó a la familia.
Lo primero que hizo fue apuñalar a Lucía, que dormía en la cama matrimonial junto a su esposo. Rubén Jáuregui se despertó y Vázque le asestó un profundo corte en el cuello que casi le cuesta la vida. En otra habitación estaba la hija de los Jáuregui Biglia, Romina, y su novio, Marcos, que había venido de Buenos Aires a pasar unos días ese verano.
Romina corrió al dormitorio de sus padres y Vázquez la atacó con el cuchillo. Al igual que a su padre, también en el cuello. Marcos salió de la casa con el objetivo de alcanzar su camioneta para buscar auxilio. Vázquez se tiró sobre el capot y luego se montó en la chata para impedirlo, pero el joven logró escapar marcha atrás, con Vázquez golpeando la luneta trasera con el cuchillo.
En la estancia Romero Carranza, ubicada enfrente y donde los padres del asesino eran puesteros, el propio dueño lo auxilió. Lo acompañó a Santa Lucía para dar aviso a la Policía y llamar a la ambulancia, que rápidamente fue en socorro de las víctimas. Lucía Bigllia falleció antes de llegar al Hospital.
Vázquez ya había huido de la escena del crimen. Rubén Jáuregui y su hija fueron asistidos e internados. Sobrevivieron tras permanece en grave estado. La madre de Lucía Biglia, que tenía movilidad reducida, fue la única habitante de la casa que no resultó herida ni atacada por el homicida.
Una vez en su casa, el asesino le dijo a su padre que se había peleado con Jáuregui. Cuando lo fueron a buscar, aseguró que no recordaba haber matado a nadie, pero sí la pelea. Una vez detenido, Vázquez y su defensa intentaron que lo declararan inimputable. Fue sometido a diversas pericias psiquiátricas que determinaron que sabía lo que hacía cuando fue a cometer el crimen.
En 2006, en el juicio oral y público la Fiscalía pidió al Tribunal condena de prisión perpetua. La sentencia indicó 20 años de prisión efectiva. Sin embargo, en 2011, tras nueve años en la cárcel, Vázquez recuperó la libertad y se afincó en Santa Lucía, el mismo lugar donde residían los sobrevivientes de su brutal ataque.
“Él volvió al pueblo. Mi prima, mi tío, toda la familia tenía que desear no verle la cara todos los días”, dijo Noelia. “Tuvieron que cambiarse de jardín varias veces porque él hacía pareja y traía a los chicos al mismo jardín. La víctima moviendo su vida, trasladándose para adaptarse a este sistema judicial que es una porquería. Mis sobrinos no pueden andar solos, ni andar en bicicleta”, agregó.
Sorprendida por la detención de Vázquez y su vínculo con delincuentes que asaltaron a al menos una familia en la zona rural, una banda que podría estar involucrada en diversos hechos similares, la sobrina de Lucía Biglia aseguró que su familia se pasó “años y años viviendo entre rejas, con alarmas”, por temor.
“La vida te da otra oportunidad, te largaron a los nueve años y seguís cometiendo hechos aberrantes. No podemos seguir permitiendo esto”, reflexionó. A 21 años del crimen, la detención de Vázquez removió todo y trajo el recuerdo vívido de aquella madrugada sangrienta. Tras cumplir esa condena, el exconvicto deberá rendir cuentas en la Justicia por al menos robo a mano armada, en despoblado y en banda, sino por varios.
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