Fuera de Correo: La renuncia de Guacone, la tragedia sampedrina y sus responsables
- Por Martín Pando -
Renunció el Intendente Municipal. Hoy, mientras la inmensa mayoría de los ciudadanos de San Pedro compartimos una indisimulable sensación de alivio, las críticas al hombre han quedado obsoletas. Pero lo que no deberíamos hacer, es permitir que el alivio que ha generado esta renuncia nos impida pensar y reflexionar sobre qué nos pasó. Estamos obligados a preguntarnos como comunidad cómo es que pudieron ocurrirnos estos 5 años y 60 días de un gobierno insensato, alienado y delirante.
Se trata del drama de un pueblo que habiendo estado plagado de virtudes, bondades y potencialidades, se dejó arrastrar hacia un penoso fracaso colectivo que demorará muchos años nuestro desarrollo como comunidad. Y creer que todo ha sido responsabilidad de un solo hombreimplica deslindarnos de la carga que a cada uno nos toca como ciudadanos.
Ya el hecho está consumado. El daño está hecho. Probablemente ya hayamos tocado fondo. Solo resta comenzar la reconstrucción y salir adelante.
Pero sin embargo, para procurar una recuperación saludable y para permitirnos aprender como comunidad de este fracaso, es imprescindible reflexionar sobre cuáles han sido las responsabilidades de cada uno de los actores más influyentes de la sociedad sampedrina frente a esta tragedia. No para revolcarnos en el barro. Mucho menos para poder decir “te lo dije”. Simplemente para dotar a nuestro futuro inmediato de la claridad conceptual necesaria para que la recuperación tenga la misma contundencia que tuvo nuestro desplome colectivo.
Considero que la sociedad de San Pedro en su conjunto debería revisar cuál ha sido la postura de la clase política y sindical, del periodismo y los comunicadores sociales y la de aquellos que detentan una representación institucional en las sociedades intermedias. Estos tres grupos no deberían eludir responsabilidades, y cada uno de los que hemos integrado alguno de ellos durante este período deberíamos realizar nuestra autocrítica.
En términos generales el rol de la inmensa mayoría de los actores pareció tener un denominador común: El haber advertido que el Estado estaba siendo conducido de modo irreflexivo, y haber intentado sacar un provecho sectorial o personal de esto. Casi de un modo unánime todos aquellos que terminaron como víctimas de este gobierno insensato obtuvieron algún beneficio de esa conducción excéntrica que nos llevó a este estado de cosas.
Por eso de algún modo todos somos también responsables. Incluso aquellos que denunciamos esto desde el minuto cero, fracasamos en nuestro rol institucional de detener el saqueo. Podremos tener quizás la conciencia tranquila desde un punto de vista ético. Pero es harto evidente el fracaso desde la perspectiva de los resultados. No hemos sabido, no hemos querido o no hemos podido detener la exfoliación a la que se sometió al estado municipal durante los últimos años.
Prácticamente la totalidad de la dirigencia política de San Pedro creyó, durante algún instante de toda esta historia, que podrían sacar ventaja de la torpeza gobernante para convertirse en el poder detrás del poder. Todos y cada uno de ellos fracasaron irremediablemente, concluyendo en las características patológicas del liderazgo municipal, y aportando cada uno su cuota de confusión al desbarranco social. Todos creyeron ser la solución, y terminaron simplemente engordando el problema.
La dirigencia sindical quizás haya sido el paradigma de este comportamiento: Creyeron estar obteniendo una ventaja personal sin advertir que en definitiva estaban propiciando un naufragio colectivo. Se atestaron de beneficios que explican una parte importante de la crisis y que hoy tienen en jaque la economía del Estado.
Sin revisar seriamente estas conductas, es materialmente imposible pensar en obtener mejores resultados.
¿Y qué decir del rol del periodismo, de los dirigentes sociales, de las entidades intermedias, de los dirigentes opositores y de los formadores de opinión en general? ¿Qué postura tomaron aquellos que tuvieron la responsabilidad de ser el medio entre la crisis que se gestaba y una sociedad que parecía encantada con la frescura del novel mandatario?
Es evidente que muchos se dejaron seducir por el “estilo” que se proponía desde el estado municipal, que exhibía una informalidad que resultó muy simpática para vastos segmentos de la ciudadanía. Este “estilo”, tan propenso a la informalidad y las excentricidades, no era ni más ni menos que los primeros síntomas de la insensatez gobernante.
Otras tomaron una actitud similar a la de la clase política y sindical: Creyeron que podrían obtener beneficios sectoriales y convertirse en la herramienta de aquellos funcionarios que soñaban con un futuro lleno de gloria personal.
Hubo también durante este proceso ciudadanos que percibieron rápido el peligroso rumbo que se estaba eligiendo: A ellos les cabe el mismo reproche que a los dirigentes de la oposición: No supieron comunicar a la sociedad de forma contundente, la verdadera dimensión del daño que se estaba ocasionando.
Hoy, a todos ellos se los oye aliviados. Participando de una celebración colectiva por la renuncia de un hombre, comentando supuestas soluciones y señalando culpables con gran elocuencia.
Pero CUIDADO: creer que semejante fracaso ha sido obra de un solo hombre, implica un riesgo latente de REPETIR LA HISTORIA. No podemos exigir prudencia, sensatez y cordura a quienes conducen los destinos de la comunidad, si nosotros mismos no valoramos ni practicamos esas conductas. Por ello, es imprescindible que TODOS incorporemos una mirada crítica respecto a nuestro propio rol en esta historia. Solo así podremos encontrarnos con las verdaderas razones de este fracaso y colaborar en el urgente proceso de reparación que debe iniciarse.