Fidelidad
Lili: tu última editorial me hizo pensar un poco sobre la palabra fidelidad. Te mando algunas “perlitas”:
Todo el mundo asocia esa palabra con “traición”: clara imagen del “cornudo” unida a la idea de “saltar el tapial”.
Políticamente, entonces, se conecta con lo que en la jerga peronista se utilizó a troche y moche: “lealtad”. El peronismo, que por su personalismo siempre giró en torno de la persona de Perón, hizo de esa palabra toda una mística.
Sin embargo, creo que hoy todo eso puede decirnos muy poco. O prácticamente nada. En primer lugar, porque ya no está la figura carismática del líder. Y en segundo plano, porque las categorías son otras.
Por eso, deberíamos traducir la palabra fidelidad por “autenticidad”, ”coherencia”, “conducta”. Una conducta coherente y auténtica. El resto… es choluleo para discurso de puntero…
La vida nos lleva por muchas situaciones, que nos hacen cambiar de actitud, de forma de pensar. Y muchas veces ese cambio puede ser señal de sabiduría. Pero se requiere que obedezca a una auténtica razón interior de convicción, y que represente una evolución de aquello que defendíamos, no una negación.
Es lindo… maravilloso… llegar a “maduro” (para no decir “viejo”) con los mismos ideales de joven, enriquecidos y transformados con el paso de los años, hasta con “cambios radicales” aparentes, pero siempre el mismo hilo conductor de una búsqueda y una coherencia. Siempre resistiendo a “cruzar el charco”, pero sin preconceptos de asumir nuevas posturas que surjan por convicción.
¿Agradecido?… ¿fiel? Sólo a uno mismo… a sus principios… a su historia. A su búsqueda…. Sin cálculos ventajeros, sin consideraciones cholulas o sentimientos sobredimensionados, sin otra pasión que la de llegar al fin del camino y poder mirar atrás y decir como aquel programa de TV: ¡misión cumplida! Esto vale para la política… para la religión… pero vale mucho más para la vida.
[align=right]Eduardo Flores, Sao Paulo, Brasil.[/align]