“Este barrio ya no es lo que era”
La vida en los monoblocks del FONAVI I y II es un constante desafío: la inseguridad, el comportamiento de algunas personas y la falta de control policial son los principales reclamos de los vecinos. Dicen que los departamentos siguen devaluándose por el deterioro social del barrio que ni siquiera denuncian los hechos delictivos porque nadie les brinda una solución. Y que son discriminados por el hecho de vivir allí. Hay otros habitantes que defienden la barriada porque “pasan las mismas cosas que pasan en todo San Pedro”.
En el año 1972 se creó el Fondo Nacional de la Vivienda (FONAVI) que se constituyó como una medida importante para solucionar los problemas habitacionales existentes en la Argentina. El mismo se instituyó como un fondo continuado para financiar viviendas a las que podían acceder sectores de bajos recursos. El objetivo era construir casas o departamentos industriales o colectivos pero económicos. En San Pedro después de marchas, contramarchas y tiempos con la obra paralizada, se crearon tres manzanas de viviendas en el formato de monoblocks.
El barrio fue habitado por familias de trabajadores que lograban, de esta manera, tener un techo propio. Sin embargo, con el correr de los años, las características del barrio, y, sobre todo, la de sus habitantes fueron modificándose.
Evitando generalizaciones que puedan herir susceptibilidades, se puede afirmar que en la actualidad la población no es la misma. El tiempo, y la falta de control sobre la venta y permuta de estos departamentos fue lo que permitió la llegada de grupos familiares conflictivos que no hicieron más que traer disturbios, violencia y enfrentamientos a un barrio que, en realidad, tenía pensado ser otra cosa.
Discriminados
Entre las calles Bozzano, Casella, Belgrano y Miguel Porta se encuentra instalado el FONAVI I. El segundo construido se ubica en la manzana contigua entre Casella, Nieto de Torres, Belgrano e Ituzaingó.
Dicen sus habitantes que, como ocurre con otros barrios, la gente del FONAVI sufre de discriminación porque su sola mención significa inseguridad. Pero que también dentro de la misma barriada, hay diferencias porque hay sectores donde todo es más complicado. “No sólo es diferente vivir en el I o en el II, sino también vivir sobre Belgrano, o sobre Ituzaingó o Miguel Porta es diferente”, comenta Andrea. Con respecto a la existencia de estas zonas más “difíciles”, la mayoría señala que los espacios destinados a las plazas en las que algún momento se encontraban los juegos infantiles, de los cuales hoy solo quedan los restos, son utilizados como lugar de encuentro de un grupo de jóvenes que molestan constantemente a los vecinos y a aquellos transeúntes desprevenidos que circulan por el lugar. Jorge, un comerciante de la zona, comentó que ya en numerosas oportunidades juntaron firmas para sacarlos del barrio. “Son dos o tres familias nada más las que hacen problemas pero molestan a todos. Llamamos a la policía pero se los llevan y a las pocas horas están acá de nuevo”.
Mónica vive con sus hijas en los primeros edificios de Monoblock desde hace seis años. Su departamento está ubicado justo frente al Estadio Municipal, sobre calle Belgrano. Para ella, en el barrio hay problemas de inseguridad como los hay en todo San Pedro. “Tendría que haber más vigilancia, porque policías faltan en todos lados. Hay mucha inseguridad, pero no solo porque te roban, también hay un problema de drogas muy importante, pero eso ocurre en todo San Pedro”. Mónica vive en el piso más alto de una de las torres y por seguridad tiene todo enrejado. Ella también habló de un problema con el que deben convivir quienes habitan allí: la discriminación. “Mis hijas son las que más lo sufrieron porque había padres que no dejaban venir a sus hijos porque vivíamos en el FONAVI”, cuenta.
Exiliados por la inseguridad
Marta es una joven que nació y vivió unos 25 años en esta barriada. Hasta que decidió mudarse debido a los problemas con algunos de sus vecinos. “Yo tuve que vender mi departamento porque los vecinos de arriba me hacían la vida imposible. No podía ni tender la ropa porque me robaban todo, todo el tiempo”. Ella considera que el barrio cambió mucho, y que hoy “no es lo que era”. “Antes éramos todos laburantes, ahora hay de todo”, dice. Marta se cansó de denunciar los sucesos en la Comisaría y ante la falta de una solución, decidió mudarse.
Andrea es otra de las personas que tuvo problemas, aunque en su caso todavía no pudo vender su departamento. “Yo quiero venderlo pero no puedo, es muy difícil. Ahora tuve que poner a alguien para que se quede cuidando las cosas porque una vez me lo usurparon y tuve que llamar a la policía para que los desalojaran”.
Sin embargo, otras personas, como Jorge, no opinan lo mismo. “Siempre hablan mal de este barrio pero si uno se pone a pensar nunca hay problemas acá. Cuando escuchamos las noticias policiales nunca se menciona esta parte de la ciudad”, asegura.
Con el correr de los años, y de los problemas, obviamente, llegó la devaluación de las propiedades. Pero no solo sobre las que corresponden al barrio, sino también en los alrededores. Al respecto, varios vecinos expresan con angustia que no saben cómo reforzar sus medidas de seguridad para intentar vivir más tranquilos. Cuentan que no es raro ver, a cualquier hora del día, varios chicos que se juntan en una esquina, o dentro de alguno de los recovecos de los edificios, a fumar marihuana y tomar alcohol. Quizás el barrio no aparezca con frecuencia siendo protagonista de las páginas policiales tal como dice Jorge. Pero para otros habitantes, esto tiene que ver con que pocas personas denuncian lo que ocurre casi diariamente. Un poco por miedo pero también porque están lamentablemente resignados a que ni la policía, ni la justicia, le brindarán por ahora una solución.