“Estamos esperando que se repitan las obscenidades”
La detención de siete personas en la famosa esquina del barrio, donde se ubica la casa de “Macoco” Juárez, no resolvió el problema de fondo. Los vecinos esperan que pronto esta persona que fue internada en el neurosiquiátrico de Pergamino regrese y con él, otros delincuentes y personas de mal vivir. La triste historia de Juárez desnuda una realidad difícil. “Esto es un problema social, no hay duda. Pero quién se hace cargo?”, dicen indignados los habitantes del Barrio La Mortadela.
Una casa baja y muy precaria, construida con ladrillos rojos mal ubicados en la esquina de Nuestra Sra. del Socorro y Ruiz Moreno, es la que aguarda el regreso de un hombre que se ha convertido en el dolor de cabeza de todo un barrio. Es “Macoco” Juárez, un sujeto de 38 años del que nadie recuerda su verdadero nombre, y que quizá sea más conocido por el mote que lleva tanto él como el resto de su familia: “Periquillo”.
Juárez vive allí desde hace “por lo menos 30 años”, según explican los vecinos. Sus abuelos se radicaron en esa zona y por eso nadie desconoce su trágica y desolada historia en la que se mezclan la cárcel, la homosexualidad, el alcoholismo, las drogas y por supuesto, la pobreza.
Los relatos sobre lo que ocurre en la vivienda de Juárez son recurrentes. Es que esa esquina humilde, es el “aguantadero” de otros archiconocidos delincuentes. “Acá vienen todos los que ustedes nombran todos los días. Javito Duarte, los Villarruel, Santiaguito Juárez y otros menores que viven robando y drogándose. El problema no es Macoco que está ahí con su pareja, sino todos los que llegan y se quedan con él”, dicen.
Indiferentes a la bronca de los vecinos, estos jóvenes se sientan sin problemas a beber alcohol en la vereda, consumir drogas y hasta provocar con obscenidades.
La última gran escena que tuvo lugar ocurrió hace un mes cuando un grupo de siete sujetos ebrios y/o drogados mantuvieron relaciones sexuales entre ellos y hasta con un par de perros, provocando un verdadero escándalo.
La increíble jornada de obscenidades terminó cuando llegó la policía y los siete fueron detenidos. Macoco Juárez fue derivado, por orden del médico de policía, al Neurosiquiátrico de Pergamino pero muchos vecinos esperan su inminente retorno porque la semana pasada recibía el alta médica.
“Yo mangueo”
“Macoco es un pobre chico, uno no puede no tenerle lástima. Estuvo 9 años en la cárcel y es el claro ejemplo de que la prisión destruye a las personas. A veces, cuando está sobrio, yo le digo que se porte bien y él me pide que no lo rete. Me dice, qué querés que haga si no tengo trabajo, no tengo familia, no tengo nada en la vida”, explica una vecina de ese barrio al que todos denominan “La Mortadela”.
El abuelo de Juárez, dicen, era una excelente persona de trabajo. “Fueron empeorando con las generaciones. Son un montón de hermanos y el padre de estos chicos nunca se hizo cargo de ellos. La vida los hizo así”, aclara la mujer. Tanto ella como otros habitantes de esas manzanas decidieron tomar algunas medidas para evitar que otros delincuentes ingresen a la casa de Juárez y se instalen allí. “Juntamos unos $ 120 en una oportunidad y un vecino albañil construyó una medianera para impedir que salten a otras casas, y taparon una de las puertas para que no se metan. Pero cuando él está los deja entrar igual”.
“Adentro no hay ni muebles, porque él vende todo para comprarse alcohol fino, que toma en botellas de gaseosa. Por eso están todo el día en la vereda tomando y hasta traen comida en bolsas y se sientan en la vereda a comer. La última novedad es que también le ponen alcohol al mate, y por eso la gente piensa que están bien pero están tomando”, relatan.
Pero son muchos los que en defensa de Juárez, explican que él no es ladrón. “A mí siempre me dice que él manguea, pero no roba. Mucha gente le da comida y cosas, porque sienten una mezcla de lástima y miedo. Pero tenés que tener cuidado porque sino te piden todo el día. Ahora en el verano venían todos los días a pedir hielo”, dijo una mujer.
Otros habitantes lograron hasta establecer una especie de contrato tácito con semejante vecino. “Conmigo no se meten porque me necesitan. Si algo les pasa, no tienen a nadie más para pedirle que llamen a una ambulancia. Pero el problema no es Macoco sino las juntas que vienen acá”, aclara un hombre que vive en la misma cuadra.
Dicen que además, llegan personas que Juárez conoció en la cárcel, agravando el panorama. “Una vez vivía un jujeño pero se peleó con Macoco y terminó durmiendo unos días en el terreno baldío de la esquina. Todos estábamos alarmados pero después desapareció”, cuentan.
Diez días atrás, y aún cuando Juárez permanecía internado en Pergamino, los vecinos llamaron nuevamente a la policía porque dos sujetos ebrios estaban peleando frente a la casa. Una de las personas detenidas era oriunda de Villa Ballester.
Poco organizados pero cada vez más indignados, los habitantes de La Mortadela aguarda una solución que hoy por hoy parece lejana.
“Acá todo es posible, y estamos de acuerdo en que el problema es social. Pero quién se hace cargo?”, dicen cansados.