“Escucho el pique de la pelota de básquet y me llama”
El Club Náutico San Pedro homenajeó a uno de sus socios históricos. Desde el sábado, el gimnasio de la institución lleva el nombre de José “Pepe” Geoghegan. Hubo un emotivo acto del que participaron familiares, amigos y compañeros de la institución.
Los homenajes se hacen en vida”, señala el dicho popular, y nunca mejor pensado que para esta ocasión, donde el Club Náutico San Pedro reconoció a uno de esos personajes que en la vida de la entidad está a la altura de quienes lo han adoptado como espacio de vida o acaso como su segundo hogar.
La decisión adoptada por la actual Comisión Directiva encumbra la figura de José “Pepe” Geoghegan y quedará en la historia, como ya sucedió con el “Negro” Jiménez y Paulino Fasce, otros de los personajes históricos cuyos nombres perdurarán por siempre en el sentimiento más profundo de los “celestes”.
Con el respeto que se merecen todos, socios, deportistas y dirigentes, en los últimos años la institución fue escenario de grandes acontecimientos pero ni siquiera los actos por el centenario llegaron a conmover como este. Por supuesto que todo esto tiene una explicación. Mejor dicho, tiene un nombre, y se llama José “Pepe” Geoghegan.
En la ciudad se han efectuado varios homenajes y reconocimientos como este, pero no se recuerda uno con semejante convocatoria y sentimientos espontáneos. Sin dudas, que todo lo acontecido manifiesta el significado de la propuesta y la acertada decisión dirigencial.
Esos veinte metros que debió transitar “Pepe”, cruzar la cancha de básquet hasta encontrarse con el Comodoro Marcos Arana, fue un reflejo instantáneo de historia pura.
A medida que avanzaba se fue abrazando con los amigos, que también son parte de ella. “Corcho” Domenicone, “Kiko” Keller, Benito Aldazabal, César Mascetti y Jorge Rossi se fueron sumando al homenajeado y terminaron conformando un cuadro excepcional, que sólo los éxitos y los acontecimientos pueden lograr.
Fueron tantos años dedicados al deporte en representación del Club Náutico que el sábado, luego de 65 años de socio, “Pepe” Geoghegan se llevó su merecido reconocimiento. José ya forma parte del paisaje del club, es imposible no imaginarlo sentado bajo el último árbol del caminito que lleva al club viejo, quizá el único protagonista de una vida llena de anécdotas acarreadas durante toda la existencia, que a Pepe le da gusto contar.
Se lo vio feliz, contento por ésta mención. Estaba en familia, con sus hijos y nietos, sus compañeros de equipos, amigos del club y chicos que hoy practican básquet y que más de una vez escucharon hablar de él.
“El club es como mi segunda casa, aunque muchas veces ha sido la primera”, dice siempre Pepe, mientras cuenta y relata cómo era antes la institución. Cuando ve a alguna personas en el club es imposible para él no encontrarle relación con la institución y con su vida deportiva, se acuerda de cada una de las personas que han estado en el lugar, con quienes han competido y quienes han formado parte de la comisión.
Dicen que cuando se enteró lo que planeaba la comisión avisó que no lo merecía y para mostrar lo auténtico que es y el amor que siente por la institución volvió a repetirlo el sábado: “No lo merezco, soy yo quien le debería hacer un homenaje al Náutico”. Es tanto para “el patón” el club, que siempre cuenta que el mejor trabajo que ha tenido fue aquel en el Banco Español, que le dejaba los horarios justos para ir un rato tanto en invierno como en verano.
Tantos son los años que hace que “Pepe” es socio del club que para tomar referencia de ello cuenta: “Cuando éramos jóvenes navegábamos en los paulinos”, embarcación que hoy es el emblema de uno de los reconocimientos que el club le entrega a sus deportistas destacados.
En cuanto al básquet muchos se animan a consagrarlo embajador de esta disciplina. La historia cuenta que era tanto lo que le gustaba a Geoghegan este deporte, que como en la institución aún no se practicaba decidió junto a un amigo presentar la idea a la comisión e intentar convencerlos de que sería bueno.
Una vez que consiguieron la autorización para comenzar, necesitaron la ayuda de todos, que debieron ceder un poco para llegar al fin tan preciado. Así fue como, con esfuerzo y entusiasmo, desarmaron una plaza frente al comedor del club y trazaron la cancha de básquet con los tableros elaborados por un carpintero del lugar.
Los años para “El Patón” –como lo llaman sus amigos– parecen no pasar. Recuerda como si fuera ayer un partido con Paraná, el mejor equipo de la época: debían jugar por la noche, y a las 19.30 se enteró que uno de sus compañeros, Kiko, no jugaba por motivos familiares y que a él se le complicaba, porque si jugaba llegaría con el tiempo justo para tomarse el tren y partir a San Nicolás para el Servicio Militar.
Pero pese a ello, el amor por su equipo fue mayor. Jugó, ganó 27 a 25 y partió a la estación, dejando atrás uno de los acontecimientos más importantes en su carrera: le había ganado a un equipo conformado por jugadores de primera y comenzó allí a escribirse la historia grande del básquet del Náutico.
Como no todo es básquet en su vida, y como buen socio, casi fundador del club, la navegación es otro de sus placeres y de esa pasión también tiene historias para contar.
Hace mucho tiempo Pepe tenía poco más de 20 años. Como aventura, salieron a dar una vuelta por el Paraná y se propusieron llegar hasta Brasil. Así fue como un 5 de febrero partieron con poco, sólo con su embarcación a vela. “Fue todo conocimiento e intuición”, relata Geoghegan. Partieron a Río de Janeiro, estuvieron allí viviendo unos días en el barco y emprendieron el regreso. Aquí los recibieron todos muy emocionados. Fue tan grande el entusiasmo del resto de los socios que organizaron una comida para darles la bienvenida.
Como estas, tiene cientos de historias para contar. Quizá las más importantes sean dentro de la cancha o arriba del velero, pero sin dudas las que mayor emoción le deben producir están relacionadas con ver a sus hijos y nietos disfrutando de su misma pasión en esa ya mítica cancha de básquet ubicada frente al comedor del club, la misma por la que tanto trabajó Pepe y a la que alguna vez tuvo que defender para que no desaparezca.