Enfermedad docente
Sin lugar a dudas el tema educativo es hoy uno de los más “calientes” para la sociedad, aunque no tanto como el de “la seguridad” expresión que ya a esta altura, por otra parte, suele referir a cosas muy diversas, de igual modo que la altisonante expresión “LA EDUCACIÓN” (ASÍ, SUBRAYADA Y CON MAYÚSCULA). Sin embargo a la hora de hablar del tema se suele caer en lugares comunes, en simplificaciones o en análisis, al menos desactualizados, que suelen tener como blanco de las críticas exclusivamente a los docentes. Escuchando su programa de la mañana el día martes 29, en el cual se desestimaba el reclamo de los docentes al respecto de la necesidad de atender a los problemas de salud que hace tiempo se acentúan en la profesión, me sorprendió que el tema no generara ningún comentario por parte de los oyentes, que estaban muy movilizados por los problemas de “convivencia” y “ seguridad” en el barrio San Francisco de Asís; sobre todo, el comentario muy atinado de una oyente, preocupada por el futuro de los niños que crecían en esa situación, me movió a intentar articular de alguna manera estas dos problemáticas, para tratar de promover alguna reflexión al respecto, ya que estoy convencida que ambos temas tienen una directa vinculación y es necesario instalar esta discusión en la sociedad en su conjunto. En primer lugar quisiera señalar que el tema de los problemas de salud vinculados al ejercicio de la profesión, que afectan a los docentes de distintos ámbitos y realidades socioeconómicas y culturales, es tema de investigación de Sindicatos, Universidades Nacionales y prestigiosos Centros de Investigación de todo el país. Es verdad que como usted comentaba “los docentes de antes” no faltaban nunca…y sólo para empezar creo que habría que remontarse a las condiciones laborales y sociales de aquellos docentes; invito a que cada uno reflexione sobre el tema apelando a ejemplos cercanos, ya que sería muy largo enumerar dichas condiciones e intente contraponer las condiciones de hoy, las que, probablemente, será necesario mencionar en algún tramo de esta reflexión. Quiero aclarar que tengo más de 30 años de profesión, ejercidos en distintos ámbitos y desde distintos roles; hoy las circunstancias hacen que me encuentre en San Pedro, en un rol, si bien externo a la escuela, estrechamente vinculado a la misma, a través de Directivos y docentes, no sólo de esta ciudad, sino también de otros distritos de la Región (Baradero, Ramallo, Arrecifes, Cap. Sarmiento). En esos treinta años he sido testigo de los cambios que se fueron produciendo en las condiciones antes mencionadas, cambios a los cuáles sólo puede hacerse frente, acompañándolos con la capacitación y actualización profesional necesaria para comprenderlos, la adquisición de herramientas técnicas y culturales que permitan abordarlos adecuadamente, pero también con las estructuras institucionales que acompañen el proceso de transformación de la sociedad, fenómeno que en mayor o menor medida tiene lugar en el mundo, con algunos rasgos comunes, que se evidencian en los distintos niveles sociales. Sin embargo en nuestro país no podemos dejar de considerar además las trágicas consecuencias que sobre el tejido social han tenido hechos como el proceso militar y la última “década infame” consecuencias que, por otra parte, resultan de mucha utilidad para los inescrupulosos de turno y por ese motivo resultan tan difíciles de remediar. Para retomar el eje de nuestro análisis, es indispensable pensar, que esos niños, a los que aludía la oyente, que han crecido en el desamparo más absoluto, no sólo material sino también emocional, llegan hoy a la escuela, y es necesario que así sea… pero la escuela no está preparada para recibirlos; la escuela está organizada, y sus docentes preparados, (al menos la mayoría) para recibir un “modelo” de alumno, el que era considerado “escolarizable”; el resto estaba en los “deformatorios”, no llegaba a la escuela. (Ya sé que muchos opinan que es allí donde deben estar, pero tratar de reflexionar sobre este punto demandaría unos cuantos renglones más…) Pero no pensemos que la dificultad radica solamente en la inclusión de los niños de los sectores más marginados; la escuela también tiene dificultades para “dialogar” con aquellos que, aún provenientes de sectores más favorecidos, llegan a la escuela con procesos de socialización muy diversos, con modelos de adulto muy diversos, con experiencias de autoridad muy diversas, es decir, con vivencias familiares absolutamente singulares que los constituyen como sujetos absolutamente diversos, y es con esta diversidad, con la que la escuela se enfrenta a diario, en la mayoría de los casos, con las mismas herramientas con las que enfrentaba su tarea en tiempos de mayor solidez. A la característica de esos tiempos, Zygmunt Bauman, sociólogo polaco de 82 años, contrapone la categoría de “modernidad líquida” y dice al respecto: “La era de la modernidad sólida ha llegado a su fin. ¿Por qué sólida? Porque los sólidos, a diferencia de los líquidos, conservan su forma y persisten en el tiempo: duran. En cambio los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Por eso la metáfora de la liquidez es la adecuada para aprehender la naturaleza de la fase actual de la modernidad.” Pero volvamos a la escuela y a los docentes…hablábamos más arriba de las condiciones sociales y laborales de los docentes y la necesidad de profundos procesos de cambio en la formación inicial, capacitación y actualización profesional y aquí, baste sólo con agregar a las ya expuestas la situación de “sobrecarga” laboral (algunos docentes trabajan hasta en tres cargos) en las difíciles condiciones antes mencionadas, lo cual de por sí atenta contra toda posibilidad de atender a las diversas necesidades que el aula plantea, y aún logrando algunos asistir a cursos después de las cinco de la tarde o los sábados, éstas no son las mejores condiciones para perfeccionarse, y lo puedo sostener con conocimiento de causa porque hice mi carrera universitaria después de estar hasta diez horas en la escuela y viajar una hora y media de ida y otro tanto de vuelta para llegar a la Facultad, pero pude hacerlo cuando ya mis hijos fueron mayores; hoy sigo viajando desde San Pedro, al menos una vez por semana, para continuar sosteniendo mi desarrollo profesional porque mis condiciones laborales actuales me lo permiten. Conozco sistemas educativos, el italiano por ejemplo, en el cual los docentes no pueden tener más de un cargo pero tienen incluido en su salario, además da las horas de clase, las horas de Perfeccionamiento obligatorio, las horas de reuniones institucionales colegiadas obligatorias, de reuniones con los padres, etc. Este es sólo un recorte de las innumerables dificultades que es necesario superar para mejorar aquello que llamamos “LA EDUCACION” en nuestro país, por eso creo que son necesarios debates profundos, informados, objetivos, con la concurrencia de distintas disciplinas, debates que deben darse no sólo en los despachos de los funcionarios y de los expertos, sino que deben instalarse en toda la comunidad porque sólo si todos logramos comprender esta complejidad, y la incidencia que tiene en el futuro de todos lograremos realizar aportes positivos que contribuyan a lograr los profundos cambios que son necesarios. Y cuando subrayo todos no puedo dejar de recordar las palabras de un colega Director de una de las Instituciones educativas privadas más prestigiosas de la zona norte del Gran Buenos Aires, quien un día, cuando estábamos llevando adelante entre escuelas de gestión privada un debate sobre estos temas, alzó la voz con profunda conmoción para decir que si los más privilegiados no hacíamos algo para que la educación pública en la Argentina volviera a estar en el lugar en el que supo estar, no tenía sentido que siguiéramos discutiendo. Por eso estoy aquí, y quiero seguir discutiendo… Muchas gracias por su atención. Graciela Parolo.