En San Pedro hay un sueño para disfrutar
Por Armando Vidal Publicado en su sitio Congreso Abierto (armandovidal.com), tras su visita a San Pedro. Hay sueños hechos realidad como el de un italiano en San Pedro que en un enorme y cuidado predio arbolado de su propiedad construyó un museo de arte surgido de sus propias manos, complementado con cuatro salones colmados de antigüedades. Todo se muestra pero nada se vende.
Si viaja en días hábiles a San Pedro con la idea de ver el museo de la Vuelta de Obligado se va a tener que conformar con mirar al Paraná e imaginarse la batalla del 20 de noviembre de 1845 entre los criollos y la poderosa flota anglofrancesa, que finalmente superó la heroica resistencia.
Esa posibilidad sólo está reservado para feriados y fines de semana, lo mismo que para conocer la estupenda muestra de vida de campo de Mónica y César, a la que igual se puede ingresar para una acotada recorrida y, por supuesto, sin ellos (*).
Tampoco busque consuelo en el Museo de la ciudad que forma parte del edificio del convento de los franciscanos, en torno del cual nació el pueblo, porque aunque dicen que está abierto, en realidad está cerrado.
Le quedará al menos la posibilidad de hurgar en el interior del convento pero caerá en cuenta que está entrando al Concejo Deliberante, pues allí funciona – bendita política- y si lo hace por la puerta de al lado se encontrará con que está entrando a la mismísima Intendencia.
Del convento quedaron las anchas paredes de ayer con papeles pegados de hoy, un patio cercano y un aljibe olvidado.
Todo con el sello de los lugares donde hay demasiada gente para tan poco espacio.
Primera conclusión de visitante ansioso: San Pedro es una plaza turística mal aprovechada.
Al intendente Pablo Guacone –un concejal de un partido vecinalista que llegó al cargo por renuncia de su titular y fue reelegido en la última elección con el 33 por ciento de los votos, el de menor cosecha en toda la provincia– ese mediodía lo estaba esperando desde hacía rato una protesta de médicos, una treintena de personas, con dos patrulleros que cortaban el tránsito. Pero no fue.
Un cuadro en miniatura de lo que sucede en estos tiempos en las grandes urbes.
Todo, mientras un flaco escapado de una película, de esos que la saben lunga, le cuenta al forastero que escribe la historia de un multimillonario pueblo que le escapa al Mossad por una bomba famosa que le adjudica haber colocado. Delicias in memorian para el Gordo Soriano.
Menos mal que está el Tano.
¿Quién es el Tano? El Tano es ése al que hacen referencia distintos carteles, incluyendo a la vera de la ruta, que invitan a visitar lo que se presenta como El sueño del Tano. Bueno, a faltas de reliquias a la vista, vayamos por los sueños.
No es que el visitante hubiera llegado sin información porque se la había dado su gran amigo, José María, quien además le encomendó la misión de llevarle una botella de vino, de buen contenido y adecuado envase. Al Tano, por supuesto.
– ¿Pero se va a acordar de vos y Lidia?
– No, qué se va a acordar, si además hace un año que fuimos.
– ¿Y entonces…?
– Decile que vas de parte de un tipo agradecido por su obra y trato.
Eran en esos días que preanunciaban las fuertes tormentas de febrero.
Por la tarde, la pareja de turistas de esta historia echó a andar por caminos de tierra, donde San Pedro se va transformando en campo, con tramos cubiertos de agua por una tormenta de un rato antes que parecía que no iba a repetirse.
Cuando el matrimonio llegó al lugar la tranquera estaba cerrada y el cielo era una pesadumbre negra cortada a latigazos por rayos y centellas.
Descendieron el forastero y su mujer y se mandaron para el interior por una puerta abierta en busca del Tano.
Colinas verdes, frutales en fila, barrancas suaves, espacio enorme que permitía ver que allá lejos, como emergiendo de una alta y pareja ligustrina, un hombre se asomaba e iba al encuentro de la pareja.
El cielo estaba a punto de romperse con tantas descargas.
– Buenas tardes, estamos buscando al Tano…
– El Tano soy yo y tendió su mano de labriego, albañil, de pintor y escultor.
– Esta botella se la manda un amigo mío de Quilmes impresionado y agradecido por usted y por lo que él y su mujer vieron aquí.
El Tano agradece, caen las primeras gotas que en poco serán diluvio e invita a volver al día siguiente. Nos vemos mañana, se dijeron, y así fue.
La visita
Entrar con el auto impone un recorrido que llega hasta una puerta de entrada al Parque que está lejos de la de ingreso.
Allí, estaba el Tano, o sea el señor Graziano Penduzzu, nacido en Cerdeña, dominador de oficios y escultor por vocación descubierta cuando un día tuvo que reparar una pieza de arte y comprobó que sus manos podían captar el idioma de Miguel Angel.
Y entonces las dejó hablar y ellas fueron modelando estatuas de grandes ejemplos de la humanidad como Leonardo Da Vinci, Dante Alighieri o la Madre Teresa, junto a otros exponentes de la vida diaria y al papa Francisco, su última gran obra, ubicada en la cabecera de ese paseo dividido por cuidados cercos y distintas pendientes, sector donde sobresale en gran dimensión el propio rostro del artista como mirando la tarea realizada.
Allí mismo está el monumento dedicado al dios Cronos, padre de Zeus, en la mitología de los antiguos griegos, los aqueos.
La representación incluye la rotación automática del día, mes y año del cual emana agua como el paso de la vida.
Además, con mirador incluido, una representación grande de Italia, hecha de piedras sobre el piso, con sus respectivas regiones e islas, un plano en inclinado y en perspectiva, como desde los altos del Mediterráneo español, que permite apreciar en primer plano a Cerdeña, su tierra natal.
Para ahorrar palabras, mejor ver directamente lo que hace el Tano.
Cliquear en http://www.elsuenodeltano.com.ar/01parque.htm
Para completar un paseo atrapante y sin igual, en las cercanías de esa cabecera está Piero, esperando a las visitas, hermano de el Tano. Aguardan, como regalo a la memoria, cuatro enormes salones colmados de reliquias que lucen con un brillo que el tiempo no se llevó, desde herramientas, máquinas de coser, de escribir y enseres domésticos hasta autos y camionetas de varias décadas atrás, todo en perfecto orden, todo sin precio porque no lo tiene ya que nada se vende.
Agradecido como había estado su amigo José María, el visitante le compra a Piero una fina revista de la Sociedad Italiana de San Pedro, un edición especial con motivo de los 140 años, que sí estaba en venta, forrada en plástico y que vio varios días después, cuando se disponía precisamente a escribir estas líneas.
Allí está la nómina, por ejemplo, de los presidentes de la Sociedad, comenzando por Pablo Corti, en 1873, hasta el último, que se halla en el cargo desde 2005, la gestión más larga en la historia al frente de la institución: Graziano Penduzzu, más conocido como el Tano.
Hay que volver a San Pedro para ver sus museos, saludar a gente querida y, de paso, llevarle al Tano una botella de vino.
Una siesta con Armando Vidal
Mientras se desarrollaba una reunión con funcionarios en el Concejo Deliberante, La Opinión esperaba en la recepción. Allí llegó una pareja de adultos, que preguntó por el antiguo convento franciscano y se quedó dialogando con los presentes –el periodista y los secretarios legislativos Matías Chaves y Martín Pando– sobre la ciudad, las pretensiones turísticas y otras impresiones que están reflejadas en el texto que se reproduce en esta página.
Antes de irse, el hombre de blanca barba dijo “mandale saludos a Lili, de parte de Armando Vidal”. Allí nos dimos cuenta que estábamos ante uno de los periodistas más importantes de los últimos 40 años.
Acreditado en el Congreso desde 1973 por el diario Clarín –por ello es considerado el Decano de los periodistas parlamentarios– trabajó allí hasta 2009, con un período de obligada estadía en Venezuela, entre 1975 y 1983. El expresidente Néstor Kirchner lo nombró Vicepresidente de Télam, cargo que ocupó durante menos de un año para volver a su tarea en el Parlamento.
Autor de El Congreso en la trampa (Planeta, 1995), entre otros trabajos, fue el periodista que descubrió a los diputruchos del menemismo, en 1992, cuando notó que había cinco personas que no eran legisladores sentados en las bancas.
Además, se trata de uno de los cuatro periodistas baleados en Chubut cuando cubrían los días posteriores a la masacre de Trelew. El fotógrafo de Associated Press Horacio Finoli todavía tiene alojado un proyectil en su cintura, producto de aquella jornada que Vidal recordó en detalle aquella tarde en el Concejo Deliberante.
(*) Según datos tomados de la mencionada revista de la Sociedad Italiana de San Pedro, César Mascetti, querido compañero en Clarín en la segunda mitad de los años sesenta es bisnieto de José Mascetti, italiano llegado a San Pedro con las grandes oleadas inmigratorias del siglo XIX y nieto de Alejandro Santiago. Su padre, César José –el primogénito de José–, estuvo al frente de la segunda parte de El Independiente, periódico aparecido en 1892. Su cierre definitivo se produjo el 4 de septiembre de 1965. Allí trabajaba César, que luego ingresaría a Clarín y después seguiría su carrera en una revista ilustrada con dibujos de La Razón hasta saltar a la televisión y consagrarse en los informativos de canal 13. Con Mónica Cahen D´Anvers –estrella que no necesita presentación– comparten la vida y La Campiña, un establecimiento frutícola ejemplar que puede visitarse, con ellos, los fines de semana. Mayor información en: www.lacampinia.com.ar