EmpeSares: el grupo que trabaja para visibilizar el suicidio y la ley de salud mental
La última foto de cada familiar que se quitó la vida, el nombre en un mural de mosaiquisimo y trece grupos de contención constituyen la misión de Cintya Castañeda. La tía de Nacho, el joven que se quitó la vida en pandemia y le dejó "la misión" de acompañar a los que quedan y asimilar la necesidad de trabajar en salud mental con más herramientas.
Cintya Castañeda es una mujer; una profesional de la salud mental. Una tía. Su nombre comenzó a recorrer estudios de radio, notas en los diarios, en portales digitales porque entendió que había “que ponerle rostros” a los suicidios. Porque al igual que otros grupos que tejen redes para compartir dolores entiende que hay que trabajar por la salud mental.
“No se quieren matar, quieren dejar de sufrir” y no hay señales de alerta. Eso dijo Cintya en un reportaje en Sin Galera tras varios meses de tarea intensa al responder consultas en su cuenta de Instagram y coordinar trece grupos de personas que han perdido a sus seres queridos. “Rotas, personas rotas”, eso dice.
En San Pedro, en 2022 se registraron 3 muertes por suicidio. Eso muestra la única estadística que hay en el Hospital. Esa planilla también advierte que fueron 165 los niños, adolescentes y jóvenes que intentaron quitarse la vida.
Entre enero, febrero y marzo ya hay siete y serían nueve si se suman dos casos que tras varios días de agonía terminaron sumando a esa voluntad irreversible de poner fin a la existencia. El menor tenía 17 años, el resto transitaba entre los 23 y los 30. Sólo uno era un hombre mayor de 74 años.
En este mismo primer trimestre hubo tres menores de 14 años que lo intentaron; 15, de 15 a 24 y 13 de 25 a 34 años. En total suman 40 contando nueve personas mayores de 35.
“Nacho se suicida acá en Argentina. Estábamos en plena pandemia así que mi hermana no había podido ni venir a despedirse de Nacho. Ella estaba todavía en Londres, así que yo empiezo a ayudarla a contestar algunos mensajes. Ahí nos damos cuenta de la necesidad tremenda que había de un espacio para personas que les había pasado esto. Que eran sobrevivientes al suicidio de un hijo, de un padre o de un hermano y creamos unos grupos de ayuda. Grupos de terapia”, cuenta Cyntia a punto de lograr transformar su voluntad y la de otros en una fundación que los albergue y cuente con fondos para afrontar los tratamientos.
Atienden virtualmente pedidos de todo el país, pero son pocos. Todos voluntarios. Varios profesionales de la salud mental que acompañan y que lograron un primer impacto emulando una campaña de una ONG que lanzó una campaña que llevó como consigna “la última foto”. La réplica argentina contiene imágenes con los rostros de los que ya no están. Nombre, apellido, edad y tiempo en que se tomó la imagen. También lograron encontrarse cara a cara en una actividad que dejó grabados en una gran obra de mosaiquismo los nombres de todos los fallecidos en cada una de las pequeñas piezas que lo componen.
Los medios de comunicación están/estamos en pleno debate porque tiene que haber un modo de acompañar las campañas de salud mental, el reclamo de asistencia, la contención de familiares.
Entonces a los periodistas y a los medios ella les sugiere: “Informar. Hablar del tema”, y tiene razón porque las víctimas se siguen multiplicando y las familias quedan solas bajo la mirada de los que opinan rápido y se sacuden el tema para que no les pase.
“Yo entiendo que es un tema súper delicado; pero por hablar de suicidio no vamos a convencer a nadie de suicidarse. La persona que se va a suicidar ya lo tiene decidido. Es algo que viene planteándose hace meses. Hay mucho tabú y mucha mala información respecto al suicidio. Si yo hablo de suicidio no convenzo a nadie, las personas no se suicidan de un día para el otro. La gente que se suicida no es que se quiere morir, quiere terminar con un dolor, con un malestar, entonces desde ese punto de vista del dolor y del malestar yo creo que, si se habla en los medios, si se puede hacer una gran campaña de prevención se puede salvar mucha gente. Como todas las campañas de prevención porque hay alguien que va a escuchar y va a decir a mí me está pasando esto. Yo puedo pedir esta ayuda”, completa la psicóloga que encara a diario a sus pacientes dentro de la especialidad cognitiva conductual.
Mi sobrino Nacho era un chico de 28 años como cualquier otro chico, que viajaba, que tenía novia, que trabajaba. No dio ni una sola señal. Fue algo completamente inesperado. Ese también es un gran error, creer que todo el mundo da señales.
Ni obras sociales ni prepagas cubren. Si cubren es hasta una cantidad de sesiones o por reintegro o con “profesional de admisión”. Entonces se juntan padres, abuelos, hermamos, comparten dolor y grupos en los que se sostienen unos a otros. Castañeda cuenta la experiencia de una abuela que no quería ir al cumpleaños de 15 de su nieta porque otro de sus nietos se había quitado la vida. Maquillaje, vestido, compañía de sus pares fue el remedio para poder enfrentar nuevamente “el seguir viviendo”.
Tal vez, el mejor aprendizaje que dejó Cintya para quienes la escucharon esté en internalizar qué es lo que se espera que “hagamos los demás”, los que no se animan a preguntar, los que echan culpas o suponen cosas. “Es la culpa y todo el tema que hay alrededor. Si se suicida un hijo -y no digo de los familiares cercanos-, las mamás sienten que automáticamente la pregunta es ese chico algo tenía, algo pasaba en esa casa, como no te diste cuenta. Esa es la pregunta más tremenda que llevan los padres. Los padres tienen la culpa del “cómo no me di cuenta” y ahí es dónde está EmpeSares para compartir que en realidad nadie se dio cuenta porque estudian los días previos, los meses previos, los años previos y no hay explicación. También insisten en el componente genético de varias de las enfermedades mentales más comunes o las adicciones.
“Hay padres que en momentos del duelo se resisten, que no quieren hablarlo, pero siempre encontrarse con pares, sobre todo en este tema tan delicado ayuda al dolor muchísimo. Muchas veces ese duelo al principio lo cursan con enojo, con mucho enojo con el chico porque no me habló, no me pidió ayuda, como me ocultó esto, entonces son padres que al verse reflejados en el otro se sienten menos solos y ahí ya el duelo se pasa mejor”.
En nuestra ciudad el servicio de salud mental tiene agotados sus cupos, los pacientes que han ingresado tras un intento de quitarse la vida y sus familias no tienen espacios de contención. Tampoco hay presupuesto para afrontarlo.
“Primero se necesita que realmente haya dispositivos en las guardias de todos los hospitales o sanatorios. Hablo del sector público y el privado; que tengan un equipo capacitado para recibir pacientes con intentos de suicidio, eso es muy importante. Se necesita que el presupuesto para salud mental”, sostiene Castañeda y miles de familias que reclaman por la adecuación de la ley. “Tiene que haber equipos interdisciplinarios y desde los medios -en realidad tienen que salir desde el gobierno-, campañas de prevención; mucha campaña de prevención”.
“Hay algo en común en todos estos chicos, que se puede ver en los que dejaron cartas o en los que no dejaron cartas, hay un sentimiento en común de no me siento bien, tengo que acabar con este sufrimiento, el mundo es un lugar que no me corresponde, el mundo no me entiende”.
“Al principio la verdad es que son papás que no pueden ni pedir ayuda terapéutica porque están en completo shock. Son papás que se rompen absolutamente por completo, en mil pedazos y con el tiempo se vuelven a armar y esa persona ya no es la misma porque haber pasado por una situación así hace que no vuelvas a ser la misma. Un suicidio se lleva puesto a toda una familia entonces todos se tienen que volver a rearmar y cundo empiezan a rearmarse es cuando pueden recibir la ayuda o cuando pueden aceptar la ayuda y bueno encontrarse con padres. Empezar a hablar, empezar a descubrir todas las grandes preguntas que tiene el papá de alguien que decide terminar con su vida“, cerró Castañeda dejando también alguna esperanza de poder ampliar su capacidad de recibir a más personas que se puedan coordinar en los grupos virtuales que se conectan desde distintos puntos del país e incluso del exterior.
Empesares cuenta con una página web donde dispone de la opción “pedir ayuda” u “ofrecer ayuda”, allí se deben completar los datos y dejar un mensaje para contactarse. La responsable del site advierte que suelen tardar semanas en responder por la alta demanda de consultas.
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