Emoción con la nueva Estación de Trenes
Autoridades nacionales inauguraron la obra de remodelación que había sido anunciada en 2014. Entre los presentes durante el acto estaba Antonio Santoleri, uno de los más antiguos empleados que trabajó allí. En su casa recibió a La Opinión para contar su historia.
El ferrocarril guarda relatos que, aunque únicos, se repiten en cada pueblo. Son historias de vida de aquellos que pueden asegurar que su universo posible estuvo inexorablemente ligado a las vías del tren, a los vagones, a las formaciones que pasaban por cada enclave que había crecido y prosperado alrededor de esos edificios de estilo inglés que son las estaciones. San Pedro no es la excepción y esas anécdotas revivieron el viernes.
Ese día, con la presencia del titular de la Administración de Infraestructura Ferroviaria (Adif), Guillermo Fiad, inauguraron la remodelada estación de trenes local, luego de meses de obra para un proyecto que fue anunciado y licitado en 2014 y cuya obra no se había puesto en marcha hasta el cambio de gestión.
Ese día, entre los presentes, estaba Antonio Santoleri. Hijo de empleado ferroviario, se transformó él mismo en uno de ellos en 1945.
“Siento una emoción terrible. Nunca me hubiera imaginado que me iba a tocar estar vivo para contemplar este cambio que hubo. Lo veo un lujo y espero que todos lo puedan disfrutar, todos los pasajeros, y que dios me dé unos años más para verlo”, dijo a La Opinión tras la inauguración.
La alegría de volver al esplendor
Con 87 años, Antonio se paró al costado de la mesa dispuesta para que el intendente y el titular de Adif dieran sus discursos. No pudo evitar interrumpirlos cuando hicieron referencia a él.
Su presencia, como la de Hugo Carro, otro “veterano” de la Estación, fue saludada por muchos de los que ese día se acercaron para ver la obra terminada, que recuperó el hall, las boleterías, el “salón para señoras”, el frente del histórico edificio, el andén y hasta iluminó toda la zona, lo que además fue celebrado por los vecinos de la cuadra.
Aunque no pasen 12 trenes por día ni el “infaltable tren de los comisionistas” pase la noche a la espera de partir por la madrugada, como primer servicio en ponerse en movimiento, la estación recuperó vida con la remodelación, que verá detenerse una formación a las 04.39 rumbo a Retiro y otra a las 20.33 con destino a Rosario.
“La base está. Las paredes son gruesas”, dijo Antonio con la cabeza girando en derredor para abarcar la misma estación que “temblaba toda cuando pasaba el Estrella del Norte, que alguna vez fue el tren más rápido de Latinoamérica, con unas máquinas grandotas, potentes, a vapor. Era un placer verlo pasar a toda velocidad”.
Antonio Santoleri, el ferroviario
El padre de Antonio trabajaba en la estación. Eran 12 horas al día, bajo el control de los ingleses. Muy pequeño, a él le gustaba ir a jugar. Le llevaba la vianda a su papá y se quedaba. “Era la mascotita del personal”, recordó.
En 1945, cuando todavía no había cumplido 15, le ofrecieron seguir la carrera de su padre y aceptó. Aunque al Santoleri mayor no le gustaba mucho, Antonio hacía mandados al jefe, pesaba cosas en la oficina de encomiendas y leía los diarios, donde la Segunda Guerra Mundial era protagonista.
Hacia 1948 vio llegar la nacionalización del ferrocarril, más personaly el triunfo de las ocho horas laborales. Ya había aprendido a usar el telégrafo, a hacer tareas propias de la boletería y de la secretaría de los jefes.
En las oficinas del Central Argentino, en Rosario, rindió un examen “de auxiliar, jefe de estación y de guardabarrera, de todo tenía que saber”, contó.
Trabajó en San Nicolás, en Ramallo, en Villa Constitución y en Arroyo Seco. “En 1948 me dicen ‘Pibe tomate franco, andá a pasear a San Pedro’”. Desde entonces, fue parte de la vida activa de esa estación de trenes, hasta su jubilación. El viernes la vio revivir y estaba emocionado.