Emerson mejora en Pergamino tras haber sido baleado cuando Alberto Lafuente asesinó a su madre
El niño de 12 años recibió dos disparos en la cabeza, pero sobrevivió y su estado de salud mejora a diario. Su madre, Mariela Figueroa, fue asesinada por su expareja, Alberto Lafuente, el jueves pasado al mediodía. El femicida se quitó la vida a la noche, ante la tumba de su madre.
En el hospital San José de Pergamino, Emerson Gómez “se empezó a mover” y hasta “quiere hablar”, según contaron sus familiares, que lo acompañan en ese centro asistencial desde el jueves, el día en que asesinaron a su madre, Mariela Figueroa, de 35 años, en la vivienda que ambos compartían en el barrio Arcor, donde la expareja de ella, Alberto Lafuente, llegó ese mediodía armado.
Mariela fue sepultada el viernes. Por la tarde, una columna de vecinos, amigos y familiares marcharon en el barrio Las Canaletas, donde vivían antes de mudarse a la casa del crimen.
La movilización partió en el mirador en el que desemboca la Bajada de Chaves y terminó en avenida 11 de Septiembre, luego de recorrer el bajo por el camino Juan Ismael Giménez. En el trayecto, los vecinos pararon frente a
la casa primero y frente a la carnicería de Picho Figueroa, padre de Mariela y abuelo de Emerson, después. Al final, rezaron por la salud del niño.
La noche anterior, el femicida Alberto Lafuente se había quitado la vida en un cementerio privado, ante la tumba de su madre y cuando la policía llegaba para detenerlo, tras intensas horas de búsqueda. Se disparó en la sien, con el mismo revólver con que mató a su expareja e hirió de gravedad a Emerson.
Tras el horror,la recuperación
Emerson tiene 12 años. Hijo de Mariela Figueroa y Diego Gómez, vivía con su madre en la casa de su abuelo materno, en el barrio Las Canaletas, hasta que hace poco se mudó al barrio Arcor, a la vivienda social que el
Estado le entregó a la mujer, que sufría una discapacidad en las piernas.
En el nuevo barrio, Emerson hizo amigos, que ese jueves fueron testigos de lo que sucedió cuando Lafuente fue a su casa con un arma, decidido a matar, como ya lo había hecho alguna vez.
Un disparo de revólver calibre 38 terminó con la vida de Mariela Figueroa. Fue certero, en la cabeza, a corta distancia, a la altura de la sien. Ella quedó sentada en una silla, en la mesa del comedor de la casa que habitaba con su pequeño. Él, Emerson, también fue baleado. Dos proyectiles entraron en su cráneo. Uno ingresó por la zona de la nariz, el otro por detrás del oído. Uno de ellos le pegó antes en la mano, con la que intentó cubrirse. Por eso, quizás, el niño está vivo: la bala llegó debilitada a su cuerpo.
Trasladado al hospital local, los médicos lograron estabilizarlo y mantenerlo con vida. La necesidad de su derivación a un centro asistencial con servicio de neurocirugía era urgente. Una ambulancia del Same lo llevó a Pergamino, donde rápidamente dispusieron todo para su intervención quirúrgica.
Su padre, que lo acompaña desde el primer momento en su convalecencia, contó que la primera operación fue un éxito.
En el hospital San José de Pergamino, Emerson Gómez “se empezó a mover” y hasta “quiere hablar”, según contaron sus familiares, que lo acompañan en ese centro asistencial desde el jueves, el día en que asesinaron a su madre, Mariela Figueroa, de 35 años, en la vivienda que ambos compartían en el barrio Arcor, donde la expareja de ella, Alberto Lafuente, llegó ese mediodía armado.
Mariela fue sepultada el viernes. Por la tarde, una columna de vecinos, amigos y familiares marcharon en el barrio Las Canaletas, donde vivían antes de mudarse a la casa del crimen.
La movilización partió en el mirador en el que desemboca la Bajada de Chaves y terminó en avenida 11 de Septiembre, luego de recorrer el bajo por el camino Juan Ismael Giménez. En el trayecto, los vecinos pararon frente a la casa primero y frente a la carnicería de Picho Figueroa, padre de Mariela y abuelo de Emerson, después. Al final, rezaron por la salud del niño.
La noche anterior, el femicida Alberto Lafuente se había quitado la vida en un cementerio privado, ante la tumba de su madre y cuando la policía llegaba para detenerlo, tras intensas horas de búsqueda. Se disparó en la sien, con el mismo revólver con que mató a su expareja e hirió de gravedad a Emerson.
Tras el horror, la recuperación
Emerson tiene 12 años. Hijo de Mariela Figueroa y Diego Gómez, vivía con su madre en la casa de su abuelo materno, en el barrio Las Canaletas, hasta que hace poco se mudó al barrio Arcor, a la vivienda social que el
Estado le entregó a la mujer, que sufría una discapacidad en las piernas.
En el nuevo barrio, Emerson hizo amigos, que ese jueves fueron testigos de lo que sucedió cuando Lafuente fue a su casa con un arma, decidido a matar, como ya lo había hecho alguna vez.
Un disparo de revólver calibre 38 terminó con la vida de Mariela Figueroa. Fue certero, en la cabeza, a corta distancia, a la altura de la sien. Ella quedó sentada en una silla, en la mesa del comedor de la casa que habitaba con su pequeño. Él, Emerson, también fue baleado. Dos proyectiles entraron en su cráneo. Uno ingresó por la zona de la nariz, el otro por detrás del oído. Uno de ellos le pegó antes en la mano, con la que intentó cubrirse. Por eso, quizás, el niño está vivo: la bala llegó debilitada a su cuerpo.
Trasladado al hospital local, los médicos lograron estabilizarlo y mantenerlo con vida. La necesidad de su derivación a un centro asistencial con servicio de neurocirugía era urgente. Una ambulancia del Same lo llevó a Pergamino, donde rápidamente dispusieron todo para su intervención quirúrgica.
Su padre, que lo acompaña desde el primer momento en su convalecencia, contó que la primera operación fue un éxito. Lograron extraerle una de las balas y decidieron dejar la otra en su lugar, próximo a las cervicales, una zona riesgosa para introducir el instrumental pero, según explicaron los médicos, sin complicaciones para que el proyectil permaneciera allí.
El sábado lo iban a derivar al Garrahan, el centro pediátrico más importante del país, pero las malas condiciones climáticas impidieron el traslado en helicóptero. Esa derivación no reviste urgencia, puesto que en ese lugar lo que harán será practicarle una cirugía reparatoria.
El lunes por la mañana volvieron a operarlo, para limpiar la zona donde tiene alojada la bala que prefirieron no extraer todavía. También fue un éxito. El entusiasmo de sus familiares, que lo acompañan en Pergamino, comenzó a crecer.
El martes, su tía Yaquelín Figueroa señaló a La Opinión que “le están bajando la sedación” porque se está “despertando más seguido”. Está traqueotomizado y si bien todavía tiene el respirador artificial, confían en que pronto se lo retirarán puesto que hay signos de mejoría que permiten inferir que en estos días estará en condiciones de respirar por sus propios medios. Emerson no tiene daños en los pulmones y su cuerpo está en buenas condiciones. El traslado al Garrahan se produciría una vez que comience a respirar solo.
Amigos y testigos
El jueves del femicidio en el que el niño fue herido hubo varios testigos. Una vecina golpeó la puerta de la casa de Mariela Figueroa y la atendió Alberto Lafuente. Cuando se retiró, a los pocos metros escuchó las detonaciones.
Enfrente vive la familia de Nelson Lillo, el agente de la Policía Local asesinado durante el asalto a un supermercado en Rivadavia y Oliveira Cézar. La madre del joven oficial vio a Mariela sin vida y más tarde colaboró para contener a sus hermanas en medio del dolor.
Además, una chica y un chico, compañeros de Emerson y amigos del barrio, fueron testigos del momento en que se desató el episodio que terminó con la vida de la madre de su vecinito y que lo dejó a él internado en terapia intensiva.
Emerson es alumno de la escuela secundaria 11, la única pública que tiene el bachillerato en artes visuales, que funciona en el edificio de la escuela 4. Allí cosechó buenos amigos, en ese colegio donde los docentes que conduce el director Pablo Calvelo –y antes el Licenciado en Pedagogía Social Hernán “Lechuga” González– tienen un mandato que creció desde el propio barrio: realzar la identidad vecinal, tan presente.
Junto a un compañero, Emerson salió de las clases del programa Envión de la sede de Villa Depietri, en el playón deportivo construido frente al barrio Arcor, donde antes estaba la canchita precaria que los antiguos habitantes del Bajo Puerto crearon cuando se tuvieron que mudar a esa zona.
Emerson y su amigo iban junto a Mariela Figueroa camino a la calle Obligado cuando se lo cruzaron a Alberto Lafuente. El niño contó a sus allegados que pudo ver que el padrastro de su compañero llevaba un arma en la mano. Hubo una discusión en la vía pública entre ambos adultos. Los niños, en tanto, siguieron su paso.
La madre de Emerson los alcanzó y entraron a su casa. El otro chico, que vive una cuadra más adelante, continuó rumbo a su hogar. En el trayecto volvió a cruzarse a Lafuente, armado y en bicicleta. Minutos más tarde se enteró de lo que había sucedido.
El último disparo
Para la Justicia, la causa cerró el mismo jueves por la noche, con la muerte de Alberto Lafuente, que luego de alrededor de 10 horas prófugo esperó que la policía llegara hasta donde estaba para quitarse la vida con la misma arma con la que disparó a Mariela Figueroa y a Emerson Gómez.
La policía acudió a la escena aquel mediodía alertada por la vecina que había sido recibida por Lafuente en la casa del barrio Arcor y que escuchó detonaciones de arma de fuego al alejarse de la puerta.
Lafuente había huido en bicicleta, desde la escena del crimen, hacia la vivienda en la que residía, en inmediaciones de Crisólogo Larralde y Máximo Millán. Los investigadores llegaron hasta allí gracias al aporte que hizo un
familiar del femicida que se desempeña en la Policía Local, a quien la familia Figueroa agradeció por su colaboración en el caso, desde el primer momento.
Sin resultados, lo buscaron durante toda la jornada. Ya de noche, en un barrio alejado, recibieron el dato que señalaba que estaba en el cementerio parque ubicado en la zona rural detrás de Crucero General Belgrano. Familiares del femicida habían advertido su amenaza de quitarse la vida.
Cuando la policía llegó al lugar, se dirigió en su busca hacia la tumba de la madre de Alberto Lafuente. Allí había una bicicleta puesta de revés y un hombre tirado en el piso A su lado había unas flores que había llevado a su mamá y un búho verde de juguete. En la noche sonó el último disparo del femicida.