Emergencia comercial
Las medidas que se tomaron en la ciudad por la emergencia sanitaria afectaron la actividad económica, especialmente la ligada a gastronomía. Los comerciantes exigieron medidas que los contemplen y denunciaron que algunos desoyeron la medida y abrieron sus puertas al público.
La experiencia mexicana ante la expansión de la enfermedad da cuenta de serias complicaciones en los sectores de la economía. En la provincia existen proyecciones que hablan de pérdidas por millones de pesos. Los sectores que más verían afectadas sus ganancias son espectáculos y gastronomía, que suelen tener gran dinamismo en esta época de vacaciones de invierno.
En San Pedro, los comerciantes mostraron rápidamente su preocupación ante la emergencia sanitaria e hicieron entrega de un petitorio a las autoridades municipales para que se contemple su “emergencia comercial”. Pedían barbijos, gel de alcohol. “posibilidad de instalación de equipos purificadores de aire” y la necesidad de constituir un ámbito de “análisis y propuestas” por temor a las consecuencias que podrían emerger “tanto de la crisis sanitaria como del efecto de las medidas implementadas por el Área de Salud Municipal”. Solicitaron una declaración de “emergencia comercial” para afrontar “pago al personal, pago de servicios (luz, gas, teléfono, etc.), impuestos y tasas, alquileres, revisión en el aumento de servicios, insumos, combustibles y otros, y desempleo generado a partir del cierre o suspensión de actividades”. De la misma manera, representantes del Centro de Comercio e Industria anunciaron que negociaban con el Sindicato de Empleados de Comercio “la posibilidad de adelantar las vacaciones” para los trabajadores del sector que, teniendo en cuenta las medidas dispuestas, no asistirán a trabajar al permanecer cerrados los negocios. Se pretendería entonces que la “crisis comercial” derivada de la emergencia sanitaria recaiga sobre el derecho a vacaciones de los empleados de comercio.
Así no se puede
Mientras las autoridades sanitarias de la ciudad estuvieron durante varios días dándole forma a un decreto que unificara criterios para prevenir la Gripe A, algunos comercios no acataron las órdenes. La picardía de algunos estuvo a la orden del día y causaron el enojo y desborde de quienes entendieron que no había igualdad de condiciones.
El Comité de Crisis Sanitaria compuesto por profesionales de la salud acordó estrictas medidas y decretó la suspensión de actividades —desde el Viernes a las 12 horas y hasta el Lunes a la misma hora— en los locales de expansión nocturna comprendidas en la Ordenanza Nº 5403 Art. 2º: confiterías, bares, restaurantes, shopp, cyber, peloteros, cine, y demás lugares que sean de masiva concurrencia de público. Se suspendieron las actividades oficiales organizadas en ámbitos cerrados y no se autorizaron actividades privadas con masiva concurrencia de personas.
Se suspendieron los traslados de pacientes ambulatorios preservando sólo el servicio de urgencias y se recomendó a las empresas de transporte efectuar desinfecciones una vez que terminen sus recorridos y limitar la capacidad de pasajeros.
Se licenció al personal municipal que presente algún riesgo y también se recomendó a empresas, industrias, talleres, supermercados, carnicerías y otros comercios que tomen los recaudos necesarios brindados por las autoridades sanitarias. Evidentemente algunos comerciantes y vecinos no cumplieron con el decreto y hubo denuncias sobre fiestas privadas que se realizaron en distintos puntos de la ciudad y comercios que abrieron sus puertas con normalidad.
En la mañana del Domingo, un grupo de empresarios y dueños de restaurante y bares de la ciudad (Bar Butti, Toscana, Parrilla Martín Fierro, Restaurante La Rueda, Parrilla 1093, Zeus Restaurante y Restaurante del Club Náutico, entre otros) explotaron. Ellos mismos detectaron que dos comercios del mismo rubro, pertenecientes a la firma Howard Johnson, habían trabajado con normalidad durante el Viernes y el Sábado. Esta situación fue la que hizo que de inmediato se autoconvocaran y se dirigieran al domicilio del Secretario de Gobierno Juan Almada para reclamar y pedir explicaciones. Ante la ausencia del funcionario, apareció en escena el Inspector General Domingo Bronce, quien contradiciendo de alguna manera los dichos que había explayado unos minutos antes por el aire de La Radio, mostró su mejor cintura para esquivar los cuestionamientos de los comerciantes.
Bronce había sostenido que ambos comercios, el de la costa y el de Mitre y Liniers habían acordado atender a los clientes del hotel. Los comerciantes aseguraron que ellos mismos habían comprobado que no era así porque uno de ellos llamó por teléfono al lugar y le confirmaron que podía asistir. En conclusión, no hubo una respuesta convincente para con los propietarios pero sí quedó en claro el malestar y la promesa de controlar las avivadas que se podían producir.
El Martes, el Comité de crisis comunicó las nuevas medidas para los comercios: “Los bares, restaurantes, supermercados y lugares de compras de masiva concurrencia, como toda institución que tiene atención al público (bancos, oficinas municipales u oficiales), deben atender a los clientes de acuerdo a su capacidad, a razón de uno cada 4 metros cuadrados. Si se supera esa cantidad deben esperar fuera del recinto y atender a medida que van saliendo del lugar”, dice el documento enviado a los medios.
La fiesta sigue igual
Este fin de de semana todos los locales nocturnos estuvieron cerrados, pero las ganas de salir de los jóvenes estuvieron presentes. A pesar de las advertencias de las autoridades, los adolescentes —y no tanto— se la rebuscaron para que “la joda continúe”. Muchas fueron las fiestas privadas en los domicilios particulares; en varias quintas se juntaron a comer y a tomar, pero uno de los lugares más peculiares donde hubo reuniones fue el boulevard. En la “medialuna” eran más de 15 los autos estacionados, con música proveniente de los estéreos y grupos de entre 6 y 15 personas por vehículo. Ante cualquier cuestionamiento, la respuesta era: “No estamos en falta, estamos al aire libre”.