El robo a la familia Aubalat puso en evidencia la desprotección los vecinos de la zona rural
La inseguridad en el campo se cobró una nueva víctima. Durante la mañana del domingo, los Aubalat fueron asaltados por una banda armada que al huir se llevó al hijo menor como rehén para liberarlo más tarde. La Policía incautó armas pero aún no pudo dar con los autores del hecho.
La zona rural sigue siendo presa fácil de bandas armadas que asaltan, roban y privan de su libertad a familias enteras. Las crisis económicas, los cambios de hábitos y otras cuestiones fueron haciendo que cada vez sea menos la gente que siga viviendo en el campo. De un tiempo a esta parte, hay que sumar un motivo más para entender porqué los lugareños dejan sus propiedades y deciden irse a vivir a la ciudad.
La inseguridad los acorrala y, como en la mayoría de los casos, a los investigadores se les hace muy complicado esclarecer los ilícitos. Quiénes y cómo operan estos grupos de malvivientes es un gran interrogante, ya que se manejan con suficiencia, en general con conocimiento de los movimientos de las familias víctimas y con precisión acerca de cómo desplazarse por los sitios más recónditos que tiene la zona rural en esta porción de la provincia.
La franja cercana a Santa Lucía es sin dudas uno de los sectores más maltratados por esta problemática. El domingo pasado por la mañana, la familia Aubalat, productores vacunos que habitan en el paraje Beladrich, fue una nueva víctima.
Los rápidos operativos registrados durante el mismo día del hecho, con sospechas enmarcadas en torno a una familia cuyos miembros cuentan con atencedentes y que habita en inmediaciones de la zona en donde fue liberado el hijo menor de las víctimas, de apenas 17 años, generó cierta expectativa de esclarecimiento. Pero no alcanzó, aunque se secuestraron armas, municiones, cuchillos y otros elementos menores. Todo muy débil como para relacionarlo con el hecho.
Todo parece indicar que, como la mayoría de los casos registrados en el partido de San Pedro, este también quedará impune. La precisión con que se mueven estas bandas hace que prácticamente no queden rastros. Tanto es así que a pesar de las sospechas en este y otros ilícitos, muy pocas veces se ha llegado a la verdad.
“Conocían la casa mejor que yo”
La frase expresada por Jorge Antonio Aubalat, de 51 años, propietario de un feedlot, abre un sinfín de preguntas sobre cómo se manejaba esta peligrosa banda. El hecho, en cierta medida, tiene concordancia con otros registrados en el campo, sobre todo con el robo a “Valdo” Parra, en el que un grupo de delincuentes, fuertemente armados y con información sobre los movimientos de la familia, actuaron en la mañana de un domingo hace pocas semanas atrás. En este caso también fue temprano y un domingo, día poco habitual.
Al menos cuatro sujetos, con sus rostros semicubiertos, aguardaron el arribo del hijo menor de la familia Aubalat a la casa, lo obligaron a trasladarse hasta la propiedad e hicieron lo mismo con el resto de la familia, padres y un cuidador.
Los maltrataron, profirieron amenazas y pedían que se les entregue dinero y elementos de valor. Tras varios minutos en el lugar, obligaron a todas las personas dirigirse a un galpón en donde las víctimas fueron maniatadas y encerradas.
Huir con un rehén
Los ladrones decidieron escapar con dinero, armas de fuego, joyas, celulares y otras pertenencias de valor, pero además obligaron a que el joven de 17 años fuera con ellos de rehén. Lo subieron a su camioneta Toyota Hilux y se alejaron todos con destino desconocido. A poco de andar, dos de los asaltantes se bajaron del rodado, quizás para subirse a otro con el que habrían arribado al campo para perpetrar el asalto.
Según se pudo establecer, la camioneta tomó por la Ruta 191 en sentido a San Pedro y al llegar a la denominada Curva de la Muerte obligaron al conductor a desviarse por un pequeño camino de tierra que conecta con la zona del barrio Villa Jardín, pasaron por el Aeroclub y tomaron hacia el paraje Tablas. Al arribar a esa zona, a la altura de la Escuela 34, los dos delincuentes que seguían arriba del rodado detuvieron su marcha, se bajaron y obligaron al joven alejarse y regresar así su casa.
Nadie en la zona escuchó ni advirtió nada anormal. La hija de la familia, que vive a unos cien metros de donde se produjo el asalto, no se percató de nada. “Es la primera vez que nos roban, pero a los vecinos los robaron a todos”, relató la víctima.