“El olvido de una ausencia”, el nombre elegido para narrar la historia del Monumento a la Democracia
Se trata de un “monolito” que las autoridades municipales modificaron sin valorar que “la pared desprolija de ladrillos pegados” constituía el símbolo de una construcción colectiva de las juventudes políticas de San Pedro. Peronistas, radicales, intransigentes, desarrollistas y comunistas, entre otros militantes participaron de un sencillo acto para defender al sistema de las constantes amenazas. La historia forma parte ahora de una presentación internacional de 27 páginas.
“El trabajo acerca del Monumento a la Democracia para el cual me ayudaste no solo fue calificado con diez, sino que surgió la oportunidad de publicarlo como investigación en dos revistas con referato internacional”, dijo el joven escritor Juan Cruz Bordoy varios meses después de haber entrado en contacto con la directora de este medio: Lilí Berardi.
Sucede que ella era en 1983 -al igual que muchos jóvenes contemporáneos a la recuperación democrática- una militante de la Juventud Radical. No había grieta ni discusión por entonces y a la democracia la defendían la Federación Juvenil Comunista, el Juventud Peronista, los Intransigentes, los del Movimiento de Integración y Desarrollo, los del Partido Socialista Auténtico y hasta los seguidores de Unión Popular, el partido cuyo referente máximo fue el concejal José “Pepe” Sanchez Negrete.
“A los especialistas que leyeron la investigación les encantó”, dijo Juan Cruz tras entregar un trabajo de 27 páginas donde cuenta que sucedió con el “monumento” original que no era más que un sólido y precario muro que tuvo como pretensión ser cimiento firme para todos los gobiernos electos por la voluntad popular.
“Te puedo contar algo de lo que armé, aunque el trabajo hasta que no se evalúe no lo puedo hacer público”, explicó el escritor que ahora espera el veredicto.
“Con respecto a la foto, sobre el Monumento a la Democracia no encontré ninguna y es parte de lo que motivó a realizar el trabajo: la ausencia. Por eso llamé “El olvido de una ausencia” al trabajo, porque se cubrió con una capa de olvido el hecho de que ya no existiera ese monumento. Es decir, estamos ante un caso del cual no se pudieron hallar registros como ordenanzas o fotografías acerca de los sucesos”, refirió respecto a la falta de imágenes sobre un momento en el que no había televisión local y los medios gráficos se refirieron al tema con una referencia al acto.
“Solo cuento con un único testigo gráfico: un dibujo que realizó el representante de un Organismo de Derechos Humanos de nuestra ciudad”, aclaró con la esperanza de que algún ciudadano sampedrino proporcione alguna foto de aquel momento en el que incluso participaron varias autoridades muicipales.
“El trabajo parte de algo que produce un impacto: pensar que aquello que fue pensado para que no se destruyera y trascendiera el tiempo recordándonos el valor de la democracia, fue borrado en silencio. A raíz de la ausencia de datos fehacientes o testimonios documentales, solo podía recurrir a la memoria de los participantes”, aclara Bordoy y explica que entrevistó a Lilí Berardi y a Pablo Banegas como integrantes de la mesa de juventudes políticas.
También pudo formular preguntas al arquitecto que rediseñó la obra y la transformó en “Monumento a los Desaparecidos”.
“La voz teñida por los colores del recuerdo fue el único camino para intentar reconstruir lo que fue y las luchas por dejar una huella de memoria en ese lugar. Cada obra o expresión tiene su valor y, un acto como éste posee una significación muy profunda”, sostuvo al informar sobre la tarea que le valió llegar a dos publicaciones internacionales. “Mi estudio consiste en analizar qué ideas hay alrededor de lo que se hizo, qué se pensaba en San Pedro y en el país en esos mismo momentos. Sin dudas, el lugar en que se emplazó es importante. Fueron 40 años de cambios que coinciden con los 40 años de nuestra democracia”.
Luego indicó que “Todo empezó con un grupo de jóvenes que sintieron la necesidad de expresar el deseo de la sociedad de ese tiempo (11 de diciembre de 1983). Sin dudas fue una de las primeras manifestaciones en favor de la democracia tras la dictadura. Por eso y por todo lo que sucedió es tan relevante. No quiero anticipar mucho de las entrevistas, pero hay contradicciones, pasiones y luchas. Desde alguien que opina que allí se reunían los “3 o 4 desaparecidos” que hubo en San Pedro hasta quien dice que se justificaba simplemente por ser algo más estético”, relata.
“Sin dudas pensamos que los dos monumentos, el que fue y el que es, podrían haber coexistido. En último término, cuando uno va a una exposición de arte moderno o a ver una momia a un museo, no siempre valora lo que se ofrece a la vista por criterios estéticos, sino por lo que representan”, concluyó Juan Cruz el día en el que comunicó que el olvido no será posible tras el documento que escribió.
El trabajo completo consta de 27 páginas y será evaluado por especialistas de distintas universidades del mundo.
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