El Obispo manda carta a los fieles
El mes del Centenario ha sido más reflexivo que nunca para la comunidad católica de San Pedro. Monseñor Cardelli comenzó su labor conciliadora y sin lugar a dudas busca lograr, la fraternidad perdida en los fieles locales.
Es la búsqueda de la verdad, esa verdad que mantiene en vilo a la comunidad católica sampedrina. La indiferencia, el egoísmo y el sabor por el poder es la tentación que circula por los aires católicos de nuestra ciudad. Es el silencio externo y el excesivo diálogo a puertas cerradas, el que impide devolver la razón a los guías de los fieles de hoy. Pareciera que en este centenario de vida, la ciudad de San Pedro encuentra a los católicos enfrentados como hijos de una familia ante un testamento familiar y con resentimientos mutuos, por lo que se dice y no se dice y se dirá. Monseñor Cardelli, como padre de esta familia, siente la necesidad de reconciliar a sus hijos, de lograr la armonía que desde hace demasiado tiempo no se logra conseguir en estas tierras.
El obispo está buscando el hueco para sacar de la oscuridad a estos hermanos que, ya no pueden ni mirarse a los ojos y que en sus verdades arrastran a sus fieles. El primer paso fue una carta, escrita por el propio prelado y enviada a los fieles sampedrinos como inicio formal del llamado a reflexión que invocó en la misa del Centenario. Nunca mejor previsto el evangelio como en esta oportunidad, donde el reclamo de los verdaderos preceptos católicos se hace eco en todos los rincones del pueblo. La reflexión, palabra demasiado resonante en estos últimos días provoca la incertidumbre de muchos, el deseo de otros y le certeza que el Obispo deberá hacer mucho más que el simple envío de una misiva para lograr la cavilación necesaria en estos tiempos. El prelado, deberá también evaluar profundamente sobre esa vieja tradición de la Iglesia por dejar debajo de la alfombra, las miserias que en muchos casos, implican la verdad.
LA CARTA DE MONSEÑOR
San Nicolás de los Arroyos, Julio de 2007.
Querida Comunidad Católica Sampedrina:
Reciban ustedes mi bendición y los mejores deseos de construir la Iglesia de Jesús. No exista entre nosotros, los que nos identificamos como católicos, la maledicencia, el vituperio, el comentario difamatorio, muchas veces, sin verdadero fundamento y más bien trabajemos por la unidad que pidió Jesús en el amor y en la corrección fraterna.
Con San Agustín, aprendamos a detestar el pecado, el mal, pero aprendamos, también, a amar al que se equivoca no sólo siete, sino setenta veces siete, para que se convierta y viva; esto es ejercitarnos en el mandamiento del amor. Si nos decimos seguidores de Jesús y no cumplimos con este mandamiento, nos estamos engañando y somos mentirosos.
Los cristianos que no se dispongan humildemente a seguir este camino, hagan un alto para reflexionar y evaluar su compromiso con Cristo y los hermanos; esto lo digo para todo bautizado o consagrado que asumimos el compromiso humilde y sincero de seguir al maestro.
El que cree que la justicia sin amor es el camino, se equivoca, pues no hay mayor injusticia que no amar.
Que hay quienes tienen otra opción de vida no podemos impedirla, sino aprender a convivir porque Dios hace salir el sol sobre buenos y malos
El resentimiento, el abuso de autoridad, el recurso de poder al que puedo acceder, no son armas válidas para esta lucha fraticida, porque actúan en el campo humano! Y Jesús dijo: Mi Reino no es de aquí, si fuera de aquí, … tendría mis soldados para que me defiendan.
Entendamos que el camino del cristiano no pasa por esos “ojos de aguja”, porque son irreflexivos, fáciles, impetuosos, soberbios, faltos de respeto por el otro, cerrados al diálogo y la corrección, además, ignoran la propia condición del que los ejecuta, y están a la medida de nuestras propias fuerzas que no nos alcanzan; el que está libre, que tire la primera piedra! ¿tendremos el júbilo de sabernos que uno tras otro nos retiramos del lugar por reconocernos tanto o más pecadores que el acusado?
La Puerta del Reino es estrecha, el camino empinado, pero seguro; recorrerlos exige esfuerzo y renunciamiento y mucho más! Dame lo que me pides, y pídeme lo que quieras (San Agustín).
En nombre de Cristo, ámense unos a otros, busquen el bien y dejen de desparramar que para juntar, después nos faltarán las fuerzas y el tiempo.
Sigan trabajando unidos a sus párrocos, procurando el bien de los demás; ayúdense en todo momento a construir la Iglesia de Jesús, que es santa por Él y pecadora por nosotros!
Mons. Héctor Cardelli
Obispo diocesano de San Nicolás