El índice de violencia urbana aumenta al ritmo del uso de armas ilegales
Las estadísticas parecen no asustar a nadie. Todos los fines de semana, aparecen heridos en el Hospital decenas de jóvenes víctimas de agresiones provocadas con armas blancas o de fuego. En un solo fin de semana, la guardia atendió a tres chicos de 19, 13 y 15 años heridos. El lunes, dos jóvenes de 19 y 15 años fueron atacadas por un grupo de chicos de entre 11 y 13 que avanzaron sobre ellas con palos y golpes de puño. La policía dice que trata de prevenir con el cacheo diario de sospechosos en la vía pública, pero la tendencia parece imparable. No hay ningún organismo público que intervenga y el juzgado de menores solo actúa ante hechos consumados.
En la edición de la semana pasada se publicaron estadísticas reveladoras sobre la atención en la guardia del Hospital. Además de los preocupantes accidentes de tránsito, las cifras del período 2005 indicaban que en el término de ese año se habían atendido 276 personas heridas en situación de riñas o agresiones diversas.
La mayoría de esos pacientes (un total de 202) habían sido atacados a golpes de puño por otra persona, pero otras 74 fueron lesionadas con armas, 34 recibieron disparos con armas de fuego y 40 fueron atacadas con armas blancas.
La tendencia es alarmante, aunque es verdad que la cotidianeidad con la que se conocen este tipo de hechos ya no asusta a nadie y menos conmueve a autoridades que deberían trabajar en el fondo de la cuestión.
La violencia parece instalada y arraigada en los barrios y en el centro de la ciudad, y en la sociedad en general. Las noticias del fin de semana se reciben casi con abulia: “dos heridos de arma de fuego, un apuñalado… pero por suerte, todos tienen heridas leves”, rezan más o menos los informes.
Durante el último fin de semana, los ejemplos prendieron nuevas luces de alerta.
No sólo la violencia habla de heridos, sino también de daños provocados a comercios, robos y asaltos perpetrados por sujetos a cara descubierta que parecen “dispuestos a todo”, por lo poco o mucho que se puedan llevar de una vivienda.
“Le dije que ponga que me había pasado por boludo”, dijo el propietario de la agencia El Zurdo, José Luis Ullúa al comentar cómo había radicado la denuncia de la rotura de una vidriera. “Me rompieron el vidrio por hablar, pero voy a seguir hablando”, siguió explicando.
La misma sensación, de inseguridad y sospechas, la manifestó un padre de familia, con menos voluntad de exposición, que el fin de semana vio como un grupo de jóvenes disparaba con armas de fuego sobre la casa en la que viven sus hijos.
“Cuando hablás, el que termina perjudicado sos vos. La víctima es el victimario. Pero de alguna forma tenemos que defendernos y si es necesario, tendríamos que ir a la provincia para pedir al Ministerio de Seguridad que actúe”, dijo.
Su preocupación es constante. Dice que en el Barrio “El Caserito” donde este fin de semana tuvo lugar una gresca importante, el problema no son los vecinos porque en realidad, los atacantes son siempre los mismos jóvenes que llegan desde otros barrios.
Son los protagonistas de los sucesos del pasado sábado, que la policía explicó como una gresca entre familias.
“Estos chicos viven en Las Canaletas, no acá. Pero la policía a veces quiere justificar los hechos como peleas entre vecinos y nada más”, dijo el hombre.
“Son malvivientes, todos tienen antecedentes, pero sobre todo andan armados. Tiraron con armas 9 milímetros, que son las mismas que usa la policía”, agregó para indicar las sospechas que muchos vecinos tienen.
Los organismos que deben actuar en estos casos, parecen contar con múltiples argumentos y excusas para justificar la inacción o falta de políticas concretas que puedan brindar una solución.
El Juez de Menores, dice que no hay cupo para ubicar a los chicos delincuentes en las instituciones adecuadas, ni recursos. Los profesionales de la UcEFF dependen de las burocráticas decisiones del propio Juzgado de Menores, y más extensa es la lista de impedimentos con la que se encuentra quien desea tramitar por ejemplo, la internación de un menor para que reciba un tratamiento por la adicción a las drogas, sobre todo si quiere hacerlo a través de la filial del CPA, el Centro Provincial de Prevención de las Adicciones.
Armas de todo tipo
Lamentablemente, la policía no entrega estadísticas que puedan confirmar la increíble cantidad de armas que son secuestradas en forma periódica a jóvenes que en muchos casos no cumplieron la mayoría de edad. “No están autorizados a hacerlo” y tal vez sea por ello, que las estadísticas que se “dibujan” desde el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, sean tan auspiciosas. Arslanian sostiene sin vergüenza que “el delito ha bajado” por obra y gracia del desastre que ha hecho con la Policía y la Justicia que en muchos casos ejecuta liberaciones telefónicas y en otros admite que las armas se trafiquen en sus propias narices, sin que se tomen medidas.
Algunas de estas armas son “tumberas”, es decir, de fabricación casera. A veces hechas con caños comunes, o cualquier elemento que sirva al mismo fin. Pero en general, son de marcas conocidas y de las que se venden en cualquier comercio del rubro. Nunca se llega a saber cómo llegaron a las manos de estos chicos adolescentes.
El Jefe Distrital, Eduardo Roleri, consultado sobre el tema explicó que en general es difícil controlar la circulación de armas porque cualquier civil puede adquirir incluso las 9 milímetros, por un valor que oscila los $ 400 a $ 500.
“Es verdad que es reglamentaria de la policía, pero se puede comprar en cualquier casa de armas. Personalmente tengo una que compré para cuando me jubile. Les puedo asegurar que la mayoría son propiedad de civiles porque es un arma que le gusta a mucha gente para la práctica de tiro”, explicó Roleri.
A manos de los delincuentes, llegan a través de los robos porque son parte del botín que se llevan los ladrones, pero también por la venta en el mercado negro que por supuesto existe y mucho mas cerca de lo que la autoridad está dispuesta a admitir. Hablando con delincuentes “profesionales” o que han pasado por los penales, se puede obtener una idea muy clara sobre quienes y cómo se venden las armas.
La dificultad para establecer el origen, según la policía, es que en general los delincuentes liman los números de serie y eso impide cualquier confirmación de propiedad.
“Sin son de las fuerzas de seguridad, seguro le liman el número. Otras veces consultamos y no hay información porque o bien son armas que han entrado ilegalmente al país, importadas, o bien son tan viejas que nunca fueron declaradas”, agrega Roleri.
Efectivamente, la ley que hoy obliga a quien compra un arma a registrarla, data de algunos años pero anteriormente un civil podía ser propietario con muchos menos trámites. “Antes la ley era distinta, se declaraba si quería la persona. Hay armas calibre 38 que hace 40 años que no se venden y se usan igual, y son perfectas para matar”, agregó el Jefe Distrital.
Pero como no sólo los incidentes son con armas de fuego, sino también con armas blancas que van desde cuchillos de cocina hasta “facas” construidas con cualquier elemento cortante, el problema es aún mayor y el fondo de la cuestión no es dónde aparecen las armas sino en que manos caen.
La prevención ante tanta violencia, se hace todos los días pero más aún los fines de semana. “Tratamos de que esas armas no se muevan más. Es decir, que al menos los jóvenes no ingresen a los boliches, o a cualquier local con el arma. Por eso los interceptamos y los cacheamos para secuestrárselas. Pero controlar en todos los barrios es más complicado y por eso se producen más incidentes”, dijo Roleri.
No siempre la tarea es fácil. Los vecinos son los que continuamente denuncian, incluso con nombre y apellido a quienes saben que circulan armados. O al escuchar el sonido de los disparos, algo que ocurre con lamentable frecuencia. Pero los agentes dicen que al verlos llegar, los chicos se dispersan y muy pocas veces los descubren con el arma en la mano.
Quienes viven en la zona ven con lamentable naturalidad esta realidad. “No todos los chicos menores tienen vocación de herir a otros. Lamentablemente, muchos andan armados solamente porque ven a sus amigos, sus hermanos, y les parece hasta normal”, dicen.
San Pedro o el Far West
En sólo dos días, el sábado y el domingo, aparece un muestro de lo que puede ocurrir en un mismo fin de semana y que se multiplica en los siguientes o en los anteriores. Asi se puede comprender el nivel de la violencia existente en nuestra sociedad, porque las noticias policiales revelan casos graves a los que lamentablemente los habitantes parecen haberse “acostumbrado”. El repaso no puede menos que producir una profunda preocupación.
Gresca en El Caserito
Abuso de armas reiteradas es la carátula que la justicia le impuso a la pelea que tuvo lugar el sábado a la tarde en el barrio El Caserito. Fue después de que terminara el partido de la selección Argentina, en la esquina de Aulí y Sargento Selada. El parte policial describió al suceso como una gresca entre dos familias de vecinos. El propietario de la casa ubicada sobre la calle Sargento Selada, Luciano Cabrera, dijo que varios sujetos le arrojaron piedras sobre su vivienda y cuando fue a reclamar a la casa vecina, comenzaron las agresiones con disparos de arma de fuego. Como es frecuente en este tipo de situaciones resulta difícil conocer los pormenores del conflicto. Pero el caso es que otros vecinos indicaron que este hombre se encontraba con sus sobrinos, jóvenes que son conocidos por sus antecedentes penales y porque siempre “andan armados”.
El resultado fue el más lamentable: un menor de 13 años herido en una pierna, y otro de 15 en el brazo, pero después de ser atendidos por los médicos de la guardia, los dos se marcharon antes de recibir el alta y no se radicaron más denuncias. Es una imagen repetida: aunque hayan resultado heridos no quieren decir quienes fueron los autores porque la venganza o la revancha vendrá por mano propia. También Cabrera resultó lastimado en su pierna izquierda, mientras que otros vecinos que viven en Aulí al 1110 donde funciona un kiosco, mostraron asustados los impactos de los proyectiles en la puerta trasera de su casa.
No quiere denunciar
A las diez de la noche del sábado, un chico de 19 años Gabriel Alberto Torres, ingresó a la guardia del Hospital con una herida de arma blanca en la zona abdominal. A la policía le explicó que se encontraba en el interior del pub “La Previa”, en Pellegrini y Obligado, cuando otro sujeto desde atrás lo apuñaló. Pero no quiso radicar ninguna denuncia penal, por lo que el agresor nunca fue detenido ni identificado. El final previsible para un cruce que seguramente tendrá su historia y que por cierto no terminó allí.
Pelea a cuchillo limpio
También el sábado a la tarde un hombre de 44 años fue detenido por la patrulla policial en unos galpones ubicados en la estación del ferrocarril, después de haber discutido y apuñalado a un hombre de 51 años.
Abel Paulino García, es el agresor y quien le asestó una puñalada con un cuchillo de cocina en el cuello a Víctor Juárez, provocándole heridas leves. También en este caso, el herido se fugó del nosocomio sin la correspondiente alta médica. Los motivos de la pelea no fueron explicados pero la policía indicó que ambos hombres viven en la zona de la estación y se encontraban bebiendo vino cuando ocurrió el suceso.
Chicas golpeadas
El lunes a la tarde, se sumó otro capítulo preocupante a la seguidilla de situaciones violentas. Fue en el Bajo Puerto y las denunciantes, en este caso, dos hermanas de 19 y 15 años que dijeron haber sido golpeadas con palos y a los puños, por varios niños de una edad promedio entre 12 a 13 años. En este caso, la progenitora de los mismos chicos los ayudaba y alentaba hasta que intervinieron otros vecinos para calmar la gresca.
Golpes y autolesiones
Durante la noche del sábado, la policía detuvo a cuatro chicos de 25, 18, 16 y 15 años en la esquina de la estación de Servicio Sol, en Mitre y Beaumont. Intentaban, según se informó, agredir a otro joven y al ser descubiertos por los policías no sólo se negaron a identificarse, sino que también los insultaron y se resistieron a acompañarlos a la Comisaría. El informe indica que presentaban “fuerte aliento etílico, estando muy excitados”. Ya en la dependencia policial, uno de los chicos, menor, golpeó su cabeza contra la pared de la sala de guardia, según también lo indica el parte policial.
Los robos también son violencia
La violencia traducida en la inseguridad diaria que deben vivir todos los ciudadanos tuvo un ejemplo concreto también este fin de semana cuando una familia de la zona rural fue asaltada por cuatro personas.
En este caso, los damnificados se encontraban mirando el partido de la selección y alrededor de las 5 de la tarde entraron cuatro sujetos a la casa, ubicada en la ruta 191, a la altura del kilómetro 164,5.
Uno sólo de los sujetos llevaba el rostro semi cubierto pero el resto actuó a cara descubierta, y por supuesto, armados.
Cargaron en el Peugeot 306 de la familia herramientas varias, entre las que había una motosierra y una balanza electrónica, como también teléfonos celulares, y les sustrajeron unos $ 2000 en efectivo.
Pero no pudieron ir demasiado lejos. Al intentar cruzar la colectora, casi frente a la misma casa, el automóvil se les encajó en el barro, y por ese motivo decidieron abandonarlo con todas las herramientas en su interior. Pero sí se llevaron el dinero y los teléfonos celulares, por lo que la familia sólo pudo recuperar parte de lo perdido.
La policía, que se reserva algunos detalles porque el caso está en investigación, todavía no anunció ninguna novedad sobre este preocupante hecho y por eso a pesar de la impunidad con la que actuaron los asaltantes no hay demasiados indicios de que los responsables puedan ser atrapados.
El mismo resultado tuvo el asalto que sufrió otra familia el viernes pasado. En este caso fue un hecho más cercano, porque ocurrió en San Martín 2401 (foto). La familia Morresi, propietaria de un comercio céntrico, fue atacada por dos encapuchados que a mano armada, le robaron $ 62. Fue en plena mañana, alrededor de las siete, pero todavía no hay detenidos.