El mercado negro de motos recauda unos 2.000.000 de pesos anuales
El constante aumento del robo de motos en la ciudad tiene una respuesta. Las ventas ilegales provocan un negocio redondito, “ayudado” por varios que liberan zonas. Si al negocio se le suman celulares y electrónica, la cifra es incalculable.
“San Pedro ya no es lo mismo y tenemos que tener cuidado y ser más precavidos”, dijo un vecino que al salir de su casa se encontró con que le habían robado la moto. Hoy, lamentablemente, es la frase más escuchada por el común de la gente.
Los expertos aseguran que las modalidades delictivas van cambiando de acuerdo a la cultura social, pero el flagelo actual es imparable.
Sin embargo, si se establece una especie de ranking de ilícitos, las sustracciones de motos ocupan los primeros puestos.
En cierta forma las características de nuestra ciudad influyen para que los delincuentes cometan este tipo de ilícitos. Esto obedece a que San Pedro cuenta con un parque vehicular que supera las 10.000 motos.
El robo de estos rodados es el de mayor frecuencia y se asemeja a lo que fue en algún momento la sustracción de bicicletas. Hay una respuesta a todo esto y tiene que ver con la gran industria que se esconde detrás del ilícito. Es decir, que existe un sorprendente mercado negro que necesita contar con “varios aliados” para concretarse y hacer que el negocio sea redondo.
“La platita… la platita”
Quienes saben del tema aseguran que hoy en San Pedro existen como mínimo unas 40 personas que se dedican al robo de motos, todas estas oscilan entre los 15 y los 25 años.
Si se hace una cuenta sobre la venta legal que existe en la ciudad se estima que la misma deja un rédito monetario formidable. Ahora, si se “hacen números” se sabrá por qué el robo de motos aumenta a diario.
En una concesionaria oficial se vende un promedio de una moto por día, mientras que para abastecer el mercado ilegal se roban cuatro motos por jornada, y a veces más. Existen días en donde se han robado hasta ocho motos.
En el mercado negro se venden motos por valores que van desde los 400 pesos hasta los 2.000, teniendo en cuenta “la cara” del comprador y las necesidades del vendedor. Las elegidas son las de 110 cc, sin importar el modelo y la marca. Todo esto indica que el mercado negro de motos deja un saldo “libre” de unos 2.000.000 de pesos anuales, sin pagar impuestos y sin financiar cuotas.
En un primer momento las motos se robaban para repuestos y para solventar el consumo de drogas. Hoy, con las leyes a favor y la falta de controles serios, las motos robadas circulan por las calles de la ciudad sin ninguna clase de inconvenientes. ¿Acaso alguien conoce algún vecino condenado por haber robado una moto? Todos saben que si es sorprendido arriba de una moto de procedencia dudosa “no pasa nada”, sólo se lo sanciona como encubridor.
Una ayudita por favor…
Para realizar semejante negocio tienen que ser varias las personas que confluyen detrás del robo y su posterior venta. Es por eso que queda en evidencia que “alguien” hace la vista gorda.
San Pedro se ha transformado en el gran mercado negro de la zona, ya que —según autoridades consultadas— en otras localidades el número de ilícitos es mínimo. Por ejemplo, en Baradero y Ramallo existe un promedio de dos rodados sustraídos por semana, cifra que hace mucho más escandaloso lo que ocurre en nuestra ciudad.
Para su distribución no existiría un punto en común sino que serían varios los lugares en donde se almacenan y luego se trasladan. Utilizan lugares puntuales, barrios conflictivos y hasta en las localidades, a los que no cualquiera puede acceder y desde allí se les busca un destino. Además, ni siquiera tendrían contactos entre unos y otros. Se dice que las motos de San Pedro van a otras ciudades y que la operatoria es recíproca, los rodados de otras ciudades ingresarían al mercado local.
Si es así, cuando salen o entran alguien las tiene que ver, es por eso que las sospechas sobre connivencia “salpican” a varios.
En el depósito Municipal “descansan” unas 1.000 motos secuestradas por el personal de Inspección General. Entre estas existen las lícitas y las ilícitas. La mayoría pueden ser recuperadas y las que cuentan con sus numeraciones alteradas o no cuentan con la documentación deben ser verificadas. “Si la víctima cuenta con la documentación y la denuncia, puede pasar por Inspección. Se lo traslada hasta el depósito y se verifica, si está todo en orden se lleva la moto”, dijo el Inspector Domingo Bronce.
En el depósito de la policía existe otra cantidad similar o mayor a la que cuenta la Municipalidad. Allí, cualquier damnificado se puede presentar con la documentación y tras la confección de un acta de entrega la puede recuperar, pero ello no implica dar con el ladrón.
Modalidades y métodos
Según se supo, existen distintos métodos que se utilizan para hacer desaparecer rápidamente los rodados. Al parecer, se los oculta en distintos lugares, en algunos casos serían domicilios particulares. Allí aguardan hasta que “un amigo” pasa con su utilitario y las carga para trasladarlas, en muchos casos, a otras ciudades.
Una persona dijo: “Apurate, porque mañana pasa el camión”, aseguró Ricardo, quien fue uno de los tantos sampedrinos damnificados. Al parecer existe una organización que supera a la venta y el robo, y detrás de todo esto hay “pescados grandes”, como se dice en la calle.
Además, están los que las trasladan andando, es decir, viajan a las ciudades vecinas por caminos rurales para evitar cualquier control, y en la mayoría de los casos terminan robando en aquel lugar para regresar y venderlas aquí.
El otro método se utilizaría para abastecer el mercado interno. En este caso, los vehículos serían rápidamente desarmados y esparcidos por distintos refugios que son propios de los ladrones y además hay quienes se atreven a señalar que algunos talleres “colaborarían” para esa tarea.
¿Hola, quién llama?
No sólo las motos son los elementos favoritos de los ladrones. Artículos de electrónica y celulares lideran las preferencias delictivas.
Pero, ¿adónde van a parar los celulares que se roban diariamente? Este producto está muy bien posicionado en el ranking del delito, y sin dudas marcha segundo detrás de las motos. El robo de teléfonos se convirtió en el segundo motivo en importancia entre los casos diarios.
No todos los robos de celulares se denuncian y es por eso que no hay un número preciso sobre la cantidad de robos diarios, aunque se estima que en San Pedro solamente se produce un promedio de entre 15 y 20 sustracciones diarias.
Si se multiplica esa cantidad por el valor al que se los venden en el mercado paralelo que también existe en la ciudad, se calcula que deja unos 700.000 pesos anuales, aunque en este caso no existe un vendedor definido, ya que el mercado es diverso. En la mayoría de los casos su comercialización está vinculada a la adquisición de drogas.
Sólo los teléfonos de última generación son los que cotizan como corresponde.
Hoy en día cualquier persona lleva consigo un teléfono celular y grandes o chicos son víctimas de los atracos, en cualquier parte y a toda hora del día. Lamentablemente y aunque a algunos les pese, toda agencia no oficial es sospechada. En muchos casos se los comercializa a un precio muy por debajo del mercado legal.
Detrás de los celulares existen otras problemáticas y tienen que ver con otros productos de fácil comercialización. Es por eso que en la mayoría de los robos denunciados, producidos en viviendas por ejemplo, aparecen como preferidos los DVD y las Play Station. Estas pertenencias también han ingresado en los paquetes ilegales y son parte de los negocios turbios que funcionan a la vuelta de la casa de cualquier sampedrino.
Como en el caso de las motos, muchos saben dónde han ido a parar esos artículos, y ante la inacción de quienes deberían intervenir, deciden negociar con los vendedores del mercado negro y adquirirlos.
Hay además muchos que se dedican exclusivamente a la compra y venta de este tipo de elementos robados. Con la sencilla excusa de que “lo compraron de buena fe” siempre pueden zafar de cualquier causa iniciada y continuar con su “trabajo”, forjado a costas del sufrimiento cotidiano de quienes se ven despojados de las cosas que con mucho esfuerzo lograron comprar para bienestar o simple entretenimiento.
Encadenada a la indignación
Como otros tantos sampedrinos Betty fue víctima del robo de la moto de su nieta el fin de semana pasado. Ella se la había comprado para esquivar la inseguridad que se vive a la salida de la escuela a la que la joven concurre. Lo peor es que todavía está pagando las cuotas y es grande la indignación e impotencia que le provoca. El rodado se hallaba estacionado en una vivienda de Las Provincias al 900 y sin violencia se lo llevaron.
Betty sumó datos importantes como para dar con la moto y con quienes eran los autores. Como no podía ser de otra manera se dirigió a la Comisaría para explicar que podía aportar datos importantes para hallarla pero hasta el momento nada sucedió.
La mujer, desesperada por la situación y en forma de protesta decidió encadenarse a uno de los bancos del Mueso Paleontológico, frente al Municipio y allí aguarda que alguien le de respuestas a su reclamo.
Para colmo de males, el Concejal santalucense Carlos Suárez se acercó a la mujer, nadie sabe a qué, y no tuvo mejor idea que decirle: “Usted no tiene cerebro”. La frase del edil peronista fue reprochada unánimemente y se ganó la antipatía de gran parte de la comunidad.
Con respecto a la situación personal de Betty, esta no es la primera vez que un particular aporta datos y son descartados por los funcionarios, o bien terminan durmiendo junto a la “pereza” de la Justicia.
La situación se repite a diario. Muchos de los que sufrieron el robo de una moto deciden rastrear por la ciudad el paradero de su vehículo y muchas veces dan con ellos. Sin embargo, la burocracia de la Justicia impide que pueda haber actuaciones inmediatas y todo queda en la nada.
De la misma manera, no faltan los que agobiados y sin confianza en el accionar de la Justicia deciden negociar con los propios ladrones, comprando nuevamente por un precio menor la moto que ya pagaron cuando hicieron la compra correspondiente de manera legal.
Lamentablemente, ese tipo de cosas aumenta el círculo vicioso del mercado negro, que no sólo alimenta los desarmaderos y el acceso fácil al motorodado, sino que también transforma en un negocio redituable el ofrecimiento al propio damnificado del robo.