El inolvidable Pato de la gente
Nombrarlo era decir San Pedro. O Turismo carretera. O Chevrolet. O todo eso junto, sin por ello excluir muchas de las virtudes que tuvo como piloto y que lo llevaron a ganarse un lugar en el corazón de sus hinchas y también en los de quienes no lo eran, pero admiraban su prodigio de fidelidad a un estilo. En 1994, un talud apagó su voz y su manejo, pero sin saberlo, conservó su figura en el tiempo.
“Que agradable sería la vida si concluyera un rato antes de la muerte” ¿sabés quién es dueño de esa sentencia, Osvaldo? El maestro Adolfo Bioy Casares. Tal vez no la haya escuchado o leído nunca, pero seguramente que ahora, al conocerla, te llamará a la reflexión. El 27 de Marzo de 1994, en la hoy extinta vuelta de Los hornos, en La Plata, vos venías delante de todos cuando a la carrera le quedaban apenas seis vueltas. Habías cumplido nueve y estabas cómodo adelante. Lo admitiste antes de largar “hoy vamos a andar bien”, dijiste, tranquilizando a tus hinchas que como siempre, eran muchos. Después te sacaste la gorra de tu histórico patrocinante y la cambiaste por el casco plateado con la inscripción de esa misma petrolera. Subiste a tu “chivo” azul y blanco y te fuiste hasta la grilla con toda la fe. Enseguida te estableciste al frente. ¿Quién que la haya visto podrá olvidar esa magistral segunda vuelta en la que llevaste tu ventaja sobre Walter Hernández de 5s28 a 7s19? Para el campeón fue como un “knockout”. Daba toda la impresión de que poco y nada se podía hacer ese día contra tu auto. Y menos contra vos, que aunque no eras de alardear, aclaraste que estabas para ganar. Inspirado. “Intratable” como dicen los periodistas ahora…
Hagamos memoria, “Pato”. Vos empezaste en el karting y después te fuiste a correr al turismo nacional, donde fuiste campeón y todo. Pero siempre quisiste subirte a un TC, más allá de que era lo que te pedía toda la gente de tu querido San pedro.”Es el automovilismo que me gusta, el que quiero”, decías. Y así lo sentías. Y la gente (que no es tonta aunque muchos la quieran hacer parecer así) se dio cuenta enseguida de que les hablabas con el corazón. Por eso te convirtió en uno de sus preferidos. Y también por eso (aunque sin quererlo) te tiró encima la presión de ser el sucesor de Roberto Mouras el amigo por el que vos también lloraste aquel mediodía maldito de Lobos, apenas 16 meses antes…
Vos primero, “Pato”. Ese lugar te sienta perfecto porque siempre lo buscás. Nunca entendiste eso de la especulación. Si hasta el punto Indio ´91, cuando todavía tenías posibilidades de ganarles el título a Oscar Aventin y a Oscar Castellano, te fuiste afuera de la serie porque quisiste sacarles ventaja desde bien temprano, resignando ahí todo tu sueño de ser campeón. Pero no ibas a cambiar tu forma de entender las carreras. ¿Para qué? La gente, tu gente, te quería así. Impetuoso, temperamental. Tomando las chicanas como pocos se animaban. Yendo siempre al límite. ¿No lograste tu consagración masiva así justamente? Fue en Mayo del ´90, cuando le ganaste un carretón al “Pincho” en Buenos Aires por esa porfiada idea de no ceder nunca. Después, hasta los hinchas de Ford levantaron los brazos para aplaudirte en la vuelta del honor. ¿Tuviste tiempo de girar la cabeza y verlos Osvaldo? Ojalá que sí. Vos sabías que eso no lo hacían con todos ¿no?
Creo que interiormente ya sabés que hoy vas a ganar. Cada vez falta menos. Walter ya está a 10 segundos y “Lalo” Ramos, que venía 3º, se despistó. Sí, ya no hay nadie que te quite el éxito en este mediodía soleado y con un poquito de viento “¡Vamos Morressi!”, te grita alguien pegado al alambre de púa de un campito lindero. Te deben volver imágenes. Como la del gran premio de La Pampa, el del ´86, cuando también ibas a ganar y se te metió un chimango en el carburador, a través de la toma. ¡Sólo a vos podía pasarte eso Osvaldo! Apenas terminó la carrera, les fuiste a pedir perdón a los hermanos Satriano, que por entonces te abrigaban en su equipo. ¡Como si vos hubieses tenido la culpa! Eras así, no había vuelta que darle…pero eso ya pasó…Tenés siete triunfos en TC y falta poco para el octavo. Tu acompañante, Jorge Marceca, te levanta el pulgar. En los boxes, Jorge Pernigotte, el flamante responsable de tu coche, te espera para restar otro giro. Estás en el 10º, dejás atrás la última curva, esa bien cerrada, y encarás el Camino Costa Sud rumbo a la chicana Nº 5 ¿quién hubiese imaginado que nunca llegarías a tomarla?…
Siempre supiste que el TC, como la vida tiene imponderables. Y una mancha de aceite en el pavimento marcó el último de tu existencia terrenal, “Pato”. El Chevrolet se te fue hacia la izquierda, lo quisiste corregir y como venías a 200 Km./h saliste disparado para la derecha. El talud silencioso, que esperaba a un costado, recibió el impacto de tu máquina, que volcó y volvió a caer con las cuatro ruedas en el piso con la dirección opuesta a la prueba. Atrás Jorge Reymonte, “Johnny” De Benedictus y Osvaldo lynn también zigzaguearon feo y se fueron afuera, como vos. ¿Fue aquel un inconsciente deseo de ellos por retenerte “Pato”? El silencio pegó como una maza en el medio del bucólico paisaje y una hora después a las 14:45 vos y Marceca entraban en grave estado al Hospital General San Martín, el de la esquina de 1 y 70, donde rostros de compungidos hinchas adivinaban el desenlace. A las cuatro de la tarde se supo de tu deceso. “traumatismo de cráneo encefálico”, dijo un doctor sin dar mayores datos mientras sus colegas peleaban por la vida de tu acompañante, que dejaba este mundo dos días después…
“Que agradable sería la vida si concluyera un rato antes de la muerte”, tenía razón Bioy Casares “Pato”. ¿Qué maldita necesidad había de empezar esa décima vuelta? ¿Por qué no hubo una carambola antes, en algún otro lugar que dejara varios autos cruzados sobre el asfalto para sacar una bandera roja? Quizás todo hubiese empezado de nuevo, vaya uno a saber…te declararon ganador al contabilizarse nueve vueltas ¿Dónde estaba tu alma cuando se decretó tu triunfo? ¿Por qué no hubo champaña Osvaldo? Fuiste el último piloto inmolado en una carrera de ruta. Marcaste un antes y un después. Por eso todavía tu pueblo te llora en bandera y calcos adheridos con orgullo a sus coches particulares ¿Cuánto te faltó para cumplir con la premisa que abre esta nota? Muchos creemos que hasta quizás lo hayas logrado, porque nos dejaste mientras eras feliz en tu habitáculo. Y quedate tranquilo, que las lágrimas ya secaron y así vamos a recordarte siempre.
Por: Daniel Meissner.
Revista Campeones.