El hotel de las mil y una vueltas
El imponente hotel y spa San Julián, que se construye en la cresta de la barranca sobre Rómulo Naón, tiene las obras detenidas hace meses por desacuerdos con la Municipalidad respecto de cuatro viviendas que estaban en el compromiso de despeje de la zona. Ahora, con las ocho familias que habitan en esas casas ya mudadas, están las condiciones para reanudar las obras.
El Hotel y Spa San Julián, un complejo cinco estrellas que desde 2007 se construye en la esquina de Rómulo Naón y Máximo Millán, en la cresta de la barranca, sobre terrenos que la Municipalidad cedió mediante ordenanza, tuvo sus obras paradas luego de que los representantes de la firma Polo Industrial S. A. se negaran a continuar porque había cuatro viviendas que debían ser mudadas y se negaban a salir.
En la norma mediante la que se cedió el terreno de importantes dimensiones que ofrece una vista panorámica única de la costa sampedrina, la firma emprendedora del proyecto se comprometió a pagar un canon de 400.000 pesos con los que se construyó el barrio San Julián, ubicado en los terrenos de la ex depuradora, destinado a solucionar el “problema habitacional” de las familias cuyas viviendas estaban ubicadas en un sector considerado “de emergencia” y caracterizadas por la ordenanza como “precarias y en ruinosa situación”, aunque no todas cuadran en esa categoría.
Luego de varios años de negativa por parte de familias que habitaban cuatro casas al borde de la barranca, finalmente llegaron a un acuerdo con la Municipalidad y el lunes pasado terminaron de mudarse hacia el nuevo barrio, con la consecuente demolición de las construcciones emplazadas en el lugar.
De esa manera, el hotel deberá reanudar las obras de inmediato, en la medida en que sus peticiones han sido satisfechas por parte de las autoridades locales, que establecieron una serie de convenios con los moradores que hasta ahora se negaban a salir del terreno porque entre otras cuestiones los grupos familiares habían aumentado.
El acuerdo
con las familias
Las viviendas conflictivas eran cuatro, ubicadas al borde de la barranca, en una calle interior de una cuadra, detrás del gigante de hormigón que por lo pronto es el Hotel San Julián.
Si bien son cuatro viviendas, desde la Municipalidad, los Secretarios Facundo Vellón y Marta Perret explicaron a La Opinión que los grupos familiares relevados inicialmente en ellas superan ampliamente ese número. En la vivienda que ocupaba la familia Mársico hay tres grupos familiares identificados: el escobero Mársico, su esposa e hijos; su hija y esposo, con su descendencia; otra hija embarazada y su esposo. Los tres grupos son beneficiarios de una vivienda cada uno. Además, Mársico habría recibido la promesa de dinero por el lucro cesante de su escobería mientras reacomode su situación en la nueva vivienda y la posibilidad de empleo en el nuevo hotel.
El otro caso es el de la familia Montes, quien recibirá una casa en el barrio San Julián para él y sus siete hijos menores. El compromiso municipal también prevé la ampliación de la nueva casa, ya que la cantidad de hijos no tiene relación con las comodidades que ofrece el nuevo barrio, cuyas unidades habitacionales cuentan con dos dormitorios.
Además, en la casa donde vivía Montes al borde de la barranca convivían dos grupos familiares más, compuestos por sus hijas y los esposos de éstas, que recibirán una casa cada una, de las cuales una será en el barrio San Julián y la otra en el barrio San Francisco, exactamente al lado del destacamento policial que funciona en ese barrio, que está deshabitada. Para que se haga efectivo ese último traspaso, la hija de Montes y su familia debió aceptar convivir con su hermana el tiempo que dure reacondicionar la vivienda del San Francisco, cuyo estado es deplorable por los diversos robos y atentados que ha sufrido desde la toma masiva de 2007 hasta ahora.
Los otros dos acuerdos fueron establecidos con las familias Vlaeminck y Cafieri. Esta última ya fue beneficiaria de una casa en las 49 viviendas, pero aún vivía un grupo familiar en la unidad que dejaron durante el fin de semana para mudarse al barrio de la ex depuradora. Si bien la situación puede irritar a muchos que tardan décadas en llegar a la vivienda propia, el traslado era la condición imprescindible para que se reanuden los trabajos del hotel que ya incumplió varios de los plazos estipulados.
Relevamientos y complejidades
El relevamiento original en el predio concedido al hotel por treinta años arrojó quince familias a mudar del lugar. Ocho ya estaban en el nuevo barrio y quedaban siete casas para ubicar. Eso dentro de lo planificado en principio, cuando hace casi tres años comenzó todo.
Hoy la situación es un tanto distinta y cubierta de complejidades propias del devenir de las familias relevadas en su momento. Como pudo verse, en las cuatro viviendas originales que no querían mudarse y que aceptaron ahora –algunas a regañadientes, es cierto– hoy existen ocho familias integradas por treinta personas, entre ellas doce menores de edad.
El número no cerraba, por lo que la Municipalidad tuvo que ofrecer a una de las hijas de Montes una vivienda en el San Francisco. Aun así, quedan en el pie de la barranca seis viviendas más cuyos habitantes no quieren salir del lugar y que por lo pronto no son parte del convenio de prioridades que los representantes del hotel acordaron con el Municipio, pero que pueden llegar a significar un problema a futuro, teniendo en cuenta que la actitud de la empresa fue detener las obras hasta tanto se cumplimentaran las condiciones pactadas.
Presiones empresariales
Los acuerdos que llevaron a la firma de un convenio de importantes rasgos pensando en “el progreso” de la ciudad turística en la que se convirtió San Pedro llevó a la sanción de una ordenanza cuyos considerandos hablan de una contribución a “los trabajos de mejoramiento de las barrancas que se están realizando en todo el frente costero de San Pedro”, razón puesta en duda a poco de andar, cuando la construcción destruyó buena parte del patrimonio natural de la ciudad, comiéndose metros de barranca para ubicar el sector donde estarán las cocheras y el subsuelo del emprendimiento turístico.
Algunos Concejales del oficialismo que ya dejaron su banca supieron decir por lo bajo que tenían muchas dudas pero que no quisieron “ser culpables de que el pueblo no progrese” y ello los llevó a votar en positivo.
Desde marzo de 2007, fecha de sanción de la ordenanza de cesión, el hotel debía depositar 40.000 pesos por mes para saldar el pago del canon, destinado a la construcción de las viviendas. Lo cierto es que el proceso de desarrollo del barrio y la mudanza de las familias insumió un tiempo bastante más prolongado, que llevó a los representantes del hotel a presionar sobre el Municipio para que cumplan con lo acordado, al punto de amenazar en muchas ocasiones con detener la obra –cosa que finalmente hicieron– o directamente darla por tierra y no continuar.
Así, la Municipalidad se vio acorralada por una empresa que sabía las condiciones en las que estaban los terrenos que le fueron cedidos y que en esas viviendas ubicadas al borde de la barranca vivían personas que por diversas razones podían no aceptar de buenas a primera que se los moviera del lugar donde habitaban desde hacía décadas.
Una de las familias que se estaba mudando el viernes confesó a La Opinión que se iba “de mala gana” y cargaba contra el Municipio. “Se manejan como quieren, no tuvieron en cuenta que nosotros nos criamos acá, pero bueno, aceptamos, no estamos para nada contentos, pero no queremos que nos carguen culpas a nosotros, después”.
Por ahora, el Hotel y Spa San Julián sigue siendo un adefesio de hormigón situado en un lugar privilegiado de la ciudad, con la promesa de convertirse en un espacio paradisíaco para los visitantes y “generador de empleos” para los sampedrinos.
Reanudar las obras
El arquitecto Antoliche, la cara visible para los medios de la empresa Polo Industrial S. A. en la construcción del hotel, aseguró que la situación “está en tratativas” y que la obra “está detenida hace unos meses y ponerla en marcha lleva tiempo”. Ello en respuesta a la consulta sobre cuándo se reanudarían las tareas, ya que la Municipalidad cumplió con su parte, desalojar el predio, lo que habilitaría la concreción del acuerdo pactado.
El arquitecto insistió con que “no es dar vuelta una llave y que arranque”, pero dijo que desde la empresa están “haciendo un esfuerzo para que todo salga adelante”, y agregó: “Pensando en San Pedro que es lo más importante”.
Al respecto, en la Municipalidad hay quienes consideran que ahora “la pelota está del lado de ellos”. El propio Facundo Vellón explicó que “la gente que trabaja con él (por Antoliche) está al tanto de que ya hicimos nuestra parte, así que debe estar al tanto él también” y que “las condiciones están dadas para que retomen las obras”, por lo que esperan que dentro de los próximos días la construcción se reanude.