El Fiscal Manso elevó a juicio la causa por el asesinato del agente Nelson Lillo
Una reconstrucción minuciosa de los hechos que concatenaron el asalto a un camión de reparto con el homicidio del policía local deberá ser evaluada por el tribunal que tendrá a Roberto Gerardo Branto Ayala como único responsable. Su cómplice Pablo Martín Morel murió en el mismo hecho. Qué dice el expediente que analizará el tribunal.
De nada sirvieron las declaraciones de “El Zurdo” o “Tito”, cuya presencia en la Fiscalía no hizo más que ratificar los endebles argumentos con los que intentó justificar que el día del asesinato de Nelson Lillo había llegado a San Pedro para pagar un alquiler, cuando fue alcanzado por un disparo a una cuadra del lugar donde tuvo lugar el asalto a un camión repartidor. Su relato no hizo más que confirmar lo que se presumía: demostrar que la bala asesina no salió de un arma que haya empuñado aquel 25 de enero y sembrar dudas sobre la actuación de los policías locales.
El Fiscal Marcelo Manso logró reunir los elementos que ahora le permitieron reconstruir lo sucedido y desestimar cualquier tipo de acción o responsabilidad de la oficial subinspectora Laura Lencina en su desempeño como agente de la fuerza de seguridad.
La citación a juicio para Branto Ayala por los delitos de homicidio calificado, en concurso real con robo agravado por uso de arma de fuego y portación de arma de guerra, está en manos del Juzgado de Garantías.
La semana pasada, el intendente municipal entregó condecoraciones a la policía y allí también estuvo la familia de Nelson Lillo para recibir el reconocimiento del pueblo de San Pedro a su desempeño en la fuerza local, a pocos días de que se cumpla un año de su deceso. Lencina también recibió una distinción recientemente que dedicó post mortem a su subalterno y compañero de aquella fatídica mañana.
Plan, asalto y ejecución
Según indica el expediente, aquel jueves poco antes del mediodía a la esquina de Oliveira Cézar y Rivadavia llegó el ahora imputado para protagonizar “un verdadero raid delictivo”, en el que actuó junto a Pablo Morel y “a otras personas de sexo masculino aún no debidamente identificadas, sobre un plan común, con una clara distribución de roles previamente establecidos”. En ese lugar estaban, a bordo de un camión repartidor, dos empleados de la Distribuidora Río Tala que habían descargado mercadería tras estacionar sobre calle Rivadavia. Uno de ellos esperó en el camión mientras el otro “gestionaba la cobranza en el comercio. En dichas circunstancias se puso a la par del transporte de carga una motocicleta conducida por Pablo Morel” en la que viajaba como acompañante Branto Ayala, quien descendió “arma en mano y tras colocarse junto a la puerta del conductor, rompió la ventanilla con un par de golpes que propinó con la empuñadura del arma y le exigió al conductor que abra la puerta al grito de “Abrí porque te mato, te mato”.
Tras hacerse de la recaudación de unos 55.000 pesos en efectivo que guardó en una bolsa, Morel se ubicó con la moto en la esquina para facilitar la maniobra y en todo caso servir de “campana” antes de huir del lugar en ese vehículo. Fue en ese momento cuando apareció el patrullero en el que se desplazaban los agentes Nelson Lillo y Laura Lencina. “Se acercaron al camión y luego de impartir la voz de ‘Alto, policía’, tanto Branto como Morel abrieron fuego contra los funcionarios públicos, quienes repelieron la agresión con sus armas reglamentarias”, dice el escrito que luego describe el modo en que fallecieron el policía y el delincuente.
En tanto, “Branto continuó con su fuga por la calle Rivadavia hasta Arnaldo y por esta última en dirección a Salta. En ese tramo intentó apoderarse ilegítimamente de un automóvil marca Ford”. Según el relato de quien conducía ese vehículo blanco, el acusado “le efectuó señas para que detenga la marcha. Se le acercó y en un momento dado extrajo de entre sus ropas un arma de fuego con la cual apuntó” y lo amenazó al grito de “Bajate o te mato, hijo de puta”. De inmediato, el delincuente que estaba herido “continuó su carrera unos pocos metros más, hasta la esquina de las calles Arnaldo y Salta, donde lo aguardaba un sujeto de sexo masculino -identificado posteriormente como Marcos Gabriel Bruzzone- a bordo de una motocicleta, con el motor en marcha, desapareciendo entre el tráfico”. De allí en más pasarían 55 horas en las que nada se supo del asesino, y Bruzzone, cuya orden de captura está dictada, sigue prófugo.
Pruebas y testimonios
La fiscalía cuenta con pruebas que considera contundentes, entre ellas cámaras de seguridad chequeadas en los horarios en los que el acusado dijo haber estado en la calle paralela a la del asalto y el testimonio de al menos cinco personas sin vinculación entre sí que coinciden en señalar que durante el hecho vieron a Branto Ayala empuñar el arma.
Entre los elementos a considerar están las pericias sobre los proyectiles, los resultados de las comparaciones de su perfil genético en las manchas de sangre que se hallaron y un plano que ubica sucesivamente en cuatro puntos diferentes al acusado en su recorrido y fuga.
Me bajó la presión y me dormí
En su única declaración, Roberto Gerardo Branto Ayala o Roberto Gerardo Bato Ayala o Julio Rodolfo Ibarra o Eduardo Jesús Moretti o Alejandro Ariel Rondolini o Alejandro Ariel Rondolino o Víctor Rodolfo Savoy (tales las identificaciones que supo utilizar), que había sido beneficiado con salidas transitorias mientras cumplía una pena por robo, privación ilegítima de la libertad y tenencia de arma de guerra, dijo que durante los más de dos días en los que se lo buscó intensamente permaneció en la zona costera. “En un primer momento pensé en ir al hospital porque tenía un tiro en la panza y pensaba que me iba a morir, pero bueno pasaron las horas, me bajó la presión, me dormí hasta que me desperté ya tarde”, le dijo Branto a Manso y agregó que estuvo allí hasta que salió “caminando en dirección a la ruta 9 y así, desde ese lugar, poder llegar a Baradero. Durante ese trayecto apareció la policía y lo detuvo”.