El estado regresó
“¿Las relaciones políticas? ¡Es un trabajo de jardinero!”. Así definía un pensador francés lo que debe ser un trabajo paciente, minucioso y artesanal: formar un gobierno, manejar un poder sobre el resto de los ciudadanos. “Achicar el Estado es agrandar la Nación” fue una consigna que orientó las reformas económicas e institucionales del liberalismo manejado por los organismos multilaterales de crédito a partir de la década del 80. En nuestro país gobernaba el Dr. Alfonsín y debió sufrir los embates de ese apotegma que integraba una suerte de “vademécum” que había marcado hacia los “países emergentes”: el Consenso de Washington. Nuestro país con Menem y De La Rua fue funcional y avanzó en ese sendero estrecho y llegó a tener uno de los aparatos estatales más chicos del mundo (Oscar Oszlak: “El mito del Estado Mínimo” en Revista de Desarrollo Económico). Este mismo ejemplo se vivió- con matices- en toda América Latina pero el fenómeno no cambió: hoy la población sana reclama un papel más activo del Estado en la recomposición del mercado de trabajo, en el desarrollo de una infraestructura económica y social, en una más justa distribución del ingreso y en la preservación del medio ambiente, el fortalecimiento de la educación pública y de los sistemas de atención de la salud, la priorización de la infancia y los ancianos, la promoción de los valores de solidaridad y responsabilidad social, un plan de inversiones en transportes y en comunicaciones, todo eso como una forma de recomponer la Nación. No las únicas pero sí muy importantes. En tal contexto es necesario y esencial pensar y re- pensar una política más equitativa, es decir, reformar lo existente conforme lo reclaman los mejores tributaristas. Por Elvio Macchia