El docente abusador pidió salidas laborales y la Fiscala se opuso
La solicitud de salidas laborales que formuló el Defensor Oficial del exinspector de educación fue rechazado por la Dra. Viviana Ramos. La familia denunció el faltante de una gran cantidad de pertenencias de las niñas, que la detenida enumeró en una carta enviada a La Opinión desde el penal de San Nicolás donde permanece detenida. El recorrido por la vivienda. La desidia de los organismos que deben asistir a las menores.
El caso de los docentes abusadores, cuyas cuatro hijas quedaron a merced de organismos del Estado es apenas una muestra del desamparo en el que se manejan las víctimas desde el momento mismo en el que se deciden a denunciar. Al descalabro afectivo, la orfandad y la sumisión al “juicio previo”, le sigue el despojo de bienes materiales que no han sido debidamente resguardados.
A la causa penal que instruye la Fiscala Viviana Ramos para determinar la comisión del delito, se le suma ahora una denuncia por faltante de elementos de la casa del matrimonio, que permanece sin habitantes desde que en noviembre la adolescente de 14 años se animó a contarle sus padecimientos a una tía, que llevó la denuncia a la Justicia.
Esa misma tía, hermana de la detenida, fue autorizada para retirar las cosas de la casa, ya que es quien tiene contacto permanente con las chicas, a las que acompaña y contiene, a pesar de no haber sido asesorada, asistida y contenida por organismos oficiales.
Las llaves de la vivienda que habían quedado en manos de un profesor amigo de la pareja, son las mismas que abrireon las puertas de esa casa para retirar un juego completo de dormitorio, la heladera, una mesa con sillas, juguetes y ropa de las niñas, una mesa larga, una máquina de hacer fideos, la documentación del Citroën C4 cuyas llaves no aparecen, un televisor, una moto 110, escritorios, un sillón de cuero y una mesa ratona, según detalla el acta firmada en sede policial por un familiar directo de las nenas.
Según ese mismo documento faltan del hogar un lavavajillas, una consola de Play Station, una Mini Pymer, una máquina waflera y un aire acondicionado, entre otros enseres.
La carta de la madre
Los mismos elementos enumeró la madre de las niñas en dos cartas que envió a La Opinión, y al igual que sus familiares lo hicieron en la denuncia, dejó constancia de que el único que tenía llaves era el docente y también inspector amigo de su marido que el día de la detención lo acompañó a la Comisaría.
Dijo que “le entregaron la llave de mi casa, del auto, un reloj Smart Motorola y la billetera” de su marido, quien permanece detenido en el penal de San Nicolás sin haber recibido más visita que la de su abogado Defensor Oficial.
Ella, detenida también en el penal y acusada junto a su esposo de “abuso sexual agravado y corrupción de menores” contra su propia hija, sostiene que la casa fue “vaciada”. Cuando La Opinión recorrió la vivienda, constató que al abandono se le sumó el ingreso de desconocidos (ver aparte).
Entre las cosas que describe la mujer y que faltarían de su casa aparecen “dos parlantes grandes, un micrófono, un equipo de música, guitarra, escritorios de vidrio, microondas, batidora grande tipo gourmet, licuadora, tostadora, cafetera exprés, cortadora de fiambre, vaporiera, molinillo de café, ollas nuevas, copas, ropa y calzado” del matrimonio y las nenas, “monitor led, aspiradora, herramientas, tarjetas de crédito Visa” a nombre de su esposo, “120 mil pesos en efectivo para el estudio de mi hija” -dijo que ahorraban para que la mayor estudiara medicina en Rosario-, entre otras cosas.
Cuando su hermana se dirigió al garage, se encontró con tres televisores plasmas y una máquina de hacer pan. Según contó la mujer, el docente amigo de su marido que tenía las llaves y las pertenencias, “una tarde le dio 500 pesos que estaban en la billetera” a la mayor de las nenas.
La enumeración citada no es lo único que le dijo la mujer a La Opinión, que analiza los textos y las declaraciones para su publicación en próximas ediciones, así como una gran cantidad de material relacionado con la causa al que accedió este semanario.
¿Quién se ocupa?
Las niñas dependen del Tribunal de Familia y deberían estar asistidas por un abogado especial del fuero de niñez. De la misma manera, el Servicio Local de Promoción y Protección de los Derechos del Niño y el Adolescente las atiende -debería, al menos- en el hogar que las cobijó y donde están alojadas, bajo la supervisión de Secretaria de Desarrollo Social de la Municipalidad.
Le consta a La Opinión, que estuvo cerca de la problemática desde el principio, que una trabajadora social y una psicóloga mantienen diálogo periódico con las víctimas. De la misma manera que consta que nadie se propuso generar las condiciones en el seno familiar para atravesar la situación en la que se vieron envueltos desde que tuvieron la valentía de denunciar. Frente a las consultas, la respuesta es “ya la hemos asistido” y hasta a veces se pronuncian juicios deleznables para calificar la conducta de quienes por ahora procurar darle el techo más parecido a un hogar a las cuatro hermanas. Saben que no hay retorno para la situación pero ni las posibilidades físicas ni las económicas les permiten soñar con otro destino.
La casa del matrimonio detenido estaba alquilada a una inmobiliaria local y había que devolverla, por eso la premura para trasladar las cosas, además de la preocupación por el deterioro. Fueron vecinos solidarios los que facilitaron el dinero para que se pudiera pagar el flete para trasladar los elementos, entre ellos un pesado piano.
La Justicia no tiene inventario de lo que había en el hogar, ya que para la instrucción de la causa la Fiscalía 11 solo ordenó secuestrar computadoras y elementos de prueba. Es decir que, si faltan cosas o no, será difícil de constatar, aunque desde e penal la detenida dijo que tenía las facturas de todo.
Ayer en la cartera que conduce Karina Chiarella recibieron a la tía de las víctimas para evaluar los pasos a seguir mientras buscan cómo solventar los gastos que demanda la asistencia de las menores.
Piden salidas laborales
La Fiscala Viviana Ramos planteó ante el Juzgado de Garantías su oposición al pedido del Defensor Oficial Pablo Pratti, que asiste al exinspector de secundaria detenido, quien pidió “salidas transitorias” para que el acusado pueda “trabajar” en el sistema educativo que tantas veces lo protegió y que lo suspendió preventivamente ante el inicio de la causa penal y su repercusión.
Por su parte, el Defensor Oficial Pablo Vaccani, que asiste a su mujer, volvió a plantear que ella era víctima de su marido, por lo que entiende que la “falta de mérito” debería ser contemplada para con la detenida.
En marzo habrá pericias psiquiátricas a ambos para establecer el grado de sumisión de la mujer para con su esposo.
A oscuras y con miedo
Así recorrió una periodista de La Opinión el hogar que muchos llaman “la casa del horror”. Para entrar, hay que cruzar la puerta “escrachada” con el nombre del docente. De allí en adelante, todo es olor a podrido. Hay vidrios rotos, arena esparcida por el piso, libros mojados y apilados en una mesa ratona, un monitor de computadoras dado vuelta y un sillón destruido es la postal que ofrece el living principal de la vivienda.
La poca luz que ingresa a la propiedad se filtra por la puerta de vidrio repartido de la cocina. Hay alacenas saqueadas y una maza con la que rompieron dos de los vidrios para colocar un candado e impedir el ingreso por el pequeño patio de cemento, donde unas bolsas de basura con comida putrefacta emana un olor desagradable que impide respirar.
Los cables y conexiones de los electrodomésticos que en algún momento estuvieron sobre la mesada son los únicos testigos de los visitantes anónimos y no tanto que pasaron sin permiso por esas habitaciones. En un rincón de la cocina descansan un par de zapatillas negras con punteras blancas y sin plantilla, cuya pertenencia todos desconocen.
Hay un corto pasillo, angosto, por el que se puede acceder al dormitorio de las hijas más chiquitas del matrimonio. Ahí hay hojas rayadas y lisas, con dibujos infantiles; una biblioteca y un ropero vacíos. La alfombra entregaba el olor a orín de alguna mascota.
En la planta alta hay dos habitaciones y un baño, unidos por un balcón que da al living. Para subir hay que pisar escalones flojos que crujen en la oscuridad y armarse de valentía de sólo pensar que todo lo denunciado por las víctimas sucedió en ese escenario.
En el recorrido, hojas, dibujos, monitores de computadoras, un cofre de madera mal cerrado del que se escapan más papeles. En la habitación matrimonial cuelga un aire acondicionado con señas de que intentaron arrancarlo por la fuerza. Enfrente, el placar vacío, vaciado.
En la pieza de las nenas mayores lograron el cometido: el aire acondicionado no está. Lo que sí hay son botellas de bebidas alcohólicas de procedencia desconocida.
En un pizarrón blanco se lee un mensaje escrito con tiza azul, dedicado a los dueños de casa. Una vez abajo, junto a la puerta, una cachiporra de madera a la que le enrollaron las “cintas de peligro” despide a quien ingrese a la propiedad.